Pre data: lo siguiente no es ficción. Está basado en información científica reciente.
De retorno a casa un atoro de tráfico impide tu paso. Un policía agita los brazos como loco tratando de ordenar el laberinto. Por fin logras pasar y descubres que se ha ido la luz en el distrito. A diferencia de otras veces la radio del auto no tiene información del corte de fluido, tampoco las compañías eléctricas. Oficialmente, silencio dirigido. La noche llega, avanza, pero la oscuridad artificial no cede. Te vas a dormir, mañana será otro día y hay que trabajar. Es noviembre del 2,011
Al día siguiente las cosas podrían estar peor. No hay agua en los caños, no ha regresado la electricidad, las radioemisoras informan que no hay fluido eléctrico en toda la ciudad, pero llaman a la calma, no informan más. Te aseas, sales a trabajar; o eso intentas. El tránsito está restringido; si ayer el atasco fue tremendo hoy el tránsito es ingobernable, sin semáforos. Los hospitales han devuelto a los pacientes a sus casas. Los edificios elevados con ascensores inútiles, son un auténtico desafío para sus habitantes. Se ha iniciado la noche más negra. El colapso de la civilización tecnológica que enorgullece a occidente.
La NASA y los científicos han informado a mediados de febrero, que se avecinan tormentas solares de magnitudes nunca antes vistas. Para no quedar atrás el SENAMHI avisó en tres oportunidades en ese mes del amor, que las radiaciones ultravioleta serian muy intensas y aconsejó usar bloqueador solar. La realidad que no nos dijeron: ese mes se produjeron tormentas solares muy intensas, la mayor de las cuales el 15 de febrero, alcanzó magnitud X, de las mayores. No ocasionó daños considerables porque el campo magnético terrestre nos protegió bastante bien, pero esto fue sólo una casualidad.
En 1,859 se produjo la última gran tormenta solar. Sólo existía una red de telégrafos de 15 años de antigüedad y cuatro focos en algunas ciudades. Los telégrafos colapsaron y se produjeron miles de incendios en sus cableados inundados de pronto por un exceso de energía en el ambiente. Ese mundo era muy distinto al tecnológico de hoy. Tenemos red eléctrica, de teléfonos, celular, de cable, informática, aérea, etc. Todas ellas funcionan con electricidad, con aparatos electrónicos. Si la tormenta solar de 1,859 hubiera ocurrido en nuestro mundo tecnológico de hoy, los satélites artificiales hubieran sido inutilizados, las transmisiones y comunicaciones de radio se interrumpirían, y ocurrirían apagones continentales, además de arder casi toda la electrónica del planeta. Adiós bancos y casino global. El dinero no servirá más que en las primeras horas. No sería problema de un día, quizás hablamos de meses o años. Los cálculos de los científicos no son muy optimistas. Si la tormenta solar no logra rostizarnos, los sobrevivientes retrogradarán 200 años, a las teas, al pozo de agua dulce, al taparrabo. Olviden las fábricas, el agua caliente, las chucherías electrónicas que hoy nos envanecen.
Ya en 1,989 tuvimos un anticipo de lo que se viene. La madrugada del 13 de marzo de ese año un transformador de la red eléctrica de Montreal se sobrecargó por la energía de las erupciones solares. Al sobrecargarse dejó de funcionar y más de 6 millones de ciudadanos de Quebec quedaron en tinieblas por casi 12 horas. La ciudad tecnológica colapsó. Esto será un juego de niños comparado con las tormentas que se esperan para éste noviembre. La primera ola de plasma solar llegaría al planeta tierra en unos 8 minutos a 1’600,000 kilómetros por hora. Esos ocho minutos son muy poco tiempo para responder sensatamente. Quince o más horas después llegará a la tierra una EMC (eyección de masa coronal) compuesta por millones de toneladas de materia desprendida del Sol: protones, electrones y gases.
La tormenta solar perfecta ocurrirá más temprano que tarde. La veremos. Las naciones subdesarrolladas sobrellevarán mejor el cataclismo porque no dependen de la tecnología, igual ocurrirá con las poblaciones rurales de nuestros países, respecto de las ciudades. No hay gobierno ni bomba atómica o misil que nos pueda proteger. Es más, quizás muchos gobiernos colapsen con esta tormenta solar, porque nadie los obedecerá. Pero el plasma cósmico compuesto de protones y electrones, más grande que la tierra mil veces, nos pasará por encima. El planeta tiene un escudo natural –la magnetósfera- de 60,000 kilómetros de amplitud. En el evento de 1,859, este escudo nos protegió, pero la fuerza de la tormenta solar fue tal que lo acható hasta dejarlo en 7,000 kilómetros, desde lo cuales volvió a su normalidad. Ese escudo es ahora nuestra esperanza.
Los ciclos solares: el 2,012 se producirá un pico |
Último dato: los ciclos solares constan de 11 años terrestres. Su máxima intensidad se produce a los dos años de iniciado cada ciclo. El máximo del presente periodo ocurrirá en el 2,012. El año Maya. Esperemos que los científicos anden errados y el escenario descrito más arriba, pueda ser ficción.
Pueblo Libre, 21 de abril del 2,011
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