Cuando Galileo Galilei dijo que
la tierra se movía iba en contra de la idea imperante de que ésta estaba perfecta
y quieta. Decirlo y defender esa idea casi le cuesta la vida y fue condenado a
prisión de por vida. El esclavismo pervivió por siglos antes de que la idea del
hombre libre lograra derrotarlo. El racismo supervive hasta el día de hoy como
costumbre seductora a pesar de ser duramente cuestionado desde hace décadas,
incluyendo una guerra mundial que perdió la teoría de la “raza superior”. Las
ideas buenas no triunfan de primera, ni siquiera triunfan necesariamente,
sufren derrotas que en su momento se ven definitivas, hasta el día en que caen
en el lugar y tiempo correcto, entre los hombres y mujeres correctos para
entenderlas y llevarlas a cabo. Entonces la vida cambia y el mundo mejora. Antes de ello las ideas correctas aran en el desierto.
Susana Villarán, esa alcaldesa
vilipendiada a la que los medios han dado duro con un palo duro desde el
primer día en que se sentó a la alcaldía, es la persona correcta en una ciudad
incorrecta. Lima, la ciudad que la señora ha querido gobernar, es ingobernable.
Tiene 9 millones de gentes acostumbrada a rutinas que valoran y aman aunque
cualquier otro humano despreciaría en su sano juicio para cambiarlas por algo
mejor. Las rutinas pasan por decenas, quizás cientos de miles de limeños que
desde el amanecer hasta siempre, se alimentan en carretillas sin ningún tipo de
higiene, donde quien les entrega los alimentos con una mano usa esa misma mano
para cobrar y dar vuelto. Carretillas sin agua corriente que soportan el smog
citadino y el polvo que se levanta continuamente impregnando los alimentos.
Las rutinas involucran también
cientos y miles de personas que se apropian de las puertas de los vehículos de
transporte público impidiendo la salida de los demás, manteniéndose en ese
lugar contra viento y marea en abierta abolición del sentido común. Lima es una
ciudad en la que cada quién hace lo que le da la gana. Como los ambulantes que
resisten a los desalojos con el argumento de “tener ya muchos años” en un lugar
determinado. La batalla por el desalojo de la parada, invadida por más de 40
años fue un claro ejemplo de esto.
Susana Rompe los Paradigmas
Por ello, cuando Susana Villarán
decide que el transporte es el principal problema a solucionar en Lima, ésta
rompiendo dos paradigmas sólidos como Stonge. El primer paradigma es hacer las
cosas que se tiene que hacer. Su antecesor por casi 8 años no movió un dedo
para solucionar el problema del transporte y los antecesores de éste tampoco. Millones
de horas hombre son perdidas cada día en las pistas de la ciudad con ciudadanos
atrapados en los vehículos, hacinados en unidades cuya funcionalidad ha sido destruida
por los propietarios para introducir más gente, donde no se respetan horarios
ni frecuencia de viaje que garantice el desplazamiento del púbico a tiempo.
Vehículos donde la falta de respeto al pasajero y a la ruta que se ofrece es pan
cotidiano. En ese escenario los antecesores no hicieron nada, y Susana, sí, se atreve, pero le cuesta muy caro.
El segundo paradigma que rompe
Susana es la inercia de la gente, pero le va muy mal con ello. La gente tiene
rutinas, pero también tiene rutas inerciales en sus mentes. Ir de San Martín a Chorrillos, por ejemplo, a
algunos les significaba tomar un único vehículo. Era un viaje excesivamente
largo por una ruta inconveniente, dictada por los intereses del propietario y
no de la ciudad, y menos del pasajero. Pero éste se sube y olvida todo, el sentido
común, el tiempo, el dinero que es ese tiempo. Olvida la tierra del vehículo
acumulada por días, el asiento sin reclinación que lo comprime, las roturas
sobre las que asienta su cuerpo en esos asientos, la gente que viaja de pie
hundiendole sus rodillas en las costillas. Todo se olvida en un pragmatismo de
quinto mundo, calcutiano. En medio de
ello Susana Villarán viene con otras ideas, de orden, de amplitud, de
puntualidad, de espacio, de paraderos, de frecuencias. La gente la quiere
quemar, rompe la inercia por el peor lado. Es la colisión de dos mundos
opuestos. Es el conocimiento contra el desconocimiento. Es la paciencia contra
la crispación. Es lo importante contra lo urgente. Pero básicamente es
educación y allí Susana Villarán falla clamorosamente porque no hay cómo
enseñar a tantos lo básico, de escuela primaria. Es arar en el desierto.
El Trogloditismo Limeño
Lima es no una sino varias
ciudades y su signo distintivo jamás ha sido la buena educación de sus gentes.
Basta andar unos minutos por el centro de la urbe para decidir que el
trogloditismo ha sentado sus reales en la capital peruana. Verlos comer con la
mano en la vía pública es cotidiano, pero chocante. O miccionar en las bermas
de las avenidas céntricas a plena luz del día. O verlos sostener su nariz entre el índice y el pulgar para expulsar las mucosidades a fuerza de pulmón en todas direcciones. En esa ciudad hablar de orden
en el transporte es casi una locura. Dele al limeño un choclo con ají o un
huevo duro con papa para llenarse el estómago y lo tendrá por amigo junto a
usted. Háblele de orden y normas que beneficien a todos y el limeño será su
enemigo, alzará la voz y se levantará contra usted.
En una ciudad así, Susana Villarán
es una alcaldesa neurótica y desadaptada que quiere hacer las cosas para mejor,
pero como quinientos años antes de lo debido. No funciona. Además Lima es una
ciudad que apenas la semana anterior confiesa que va a votar por el candidato
que “Roba pero hace obras”. Desde ese punto de vista la Villarán no representa
a la gente. Ella ha hecho de la honestidad su emblema. Es sobrecogedor oír
hablar a las mujeres respecto de Susana, son ellas las más beligerantes y
bochincheras, las más rápidas para el insulto y la ira. Para esas damas la
honestidad es un bien superfluo, cada una de ellas ya lleva dentro de sí el
germen de la corrupción y aún del robo. En ese contexto el discurso de
honestidad de Susana es arar en el desierto, no prende la semilla.
¿Hay Futuro?
Así estamos. Lima eligió en el
2011, acaso por suerte, a una mujer de visión clara acerca de lo que se tenía
que hacer, pero ese acierto llegó en una ciudad equivocada aún por siglos,
aferrada a sus miserias y odios. Susana Villarán equivocó otras cosas: su
estrategia de comunicación con la gente, su pacifismo frente a las acusaciones
de que era objeto desde los medios, apadrinando hipopótamos o marchas gay. En
todo ello falló Villarán, pero en las reformas fundamentales que la ciudad
necesita acertó con contundencia. ¿Cuál es el futuro de Lima? Si como todo
parece indicar Luis Castañeda se hace con la victoria en las elecciones a la alcaldía de Lima,
el atraso de la capital peruana está garantizado. Seguiremos siendo la ciudad
capital más vergonzante de Latinoamérica, deberemos esperar Mistura o el RallyDakar para sacar pecho por algo. Pero seguiremos con esa ciudad mísera y
cochina que a las mayorías tanto gusta.
Insisto en que al final, es sólo un tema de educación.
Pueblo Libre, 27 de setiembre del 2014
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