viernes, 12 de septiembre de 2014

Gracias Por Insultar

Insultar está de moda, lo sé. También está de moda hablar mal de la gente. Si el insulto se hace en público, mejor;  y si se hace en algún medio de comunicación masivo, mejor que mejor. Allí está el hoy famoso Guti Carrera (¿?) que ha cimentado su fama insultando o hablando mal de las muy respetables señoritas Milett Figueroa, y Melissa Loza, la ex de Roberto Martínez. Así que si estas estrellitas mediáticas salen así de magulladas por el tal Carrera, hay que ver lo que pasa en otros niveles. La cosa es harto dura.

Pero, ¿es un insulto tan malo? ¿Estoy loco cuando lo pregunto? Quizás, pero dénme unos minutos antes de juzgarme. El refrán dice que nadie necesita más una sonrisa que aquel que no puede darla. Tal vez debamos empezar a decir que nadie necesita más cariño que aquel que sólo puede insultar. Bien visto, quien nos insulta no tiene otra cosa que darnos. Es lo único que tiene, y nos lo da. Quien nos insulta no tiene cariño que dar, porque quizás tampoco lo ha tenido en  su vida. Imaginemos lo que es una vida sin cariño, sin recibir un beso, un abrazo, una palabra amable, un reconocimiento. Debe ser terrible. ¿Podemos pedir más de un ser así?

Un corazón así solo tiene para dar su amargura. Si encuentra una pareja le hace la vida un calvario y es capaz, tiene capacidad de hacer calvario de la vida de muchas parejas. Y de todos los que cruzamos su vida.

¿Qué hacer frente a un insulto?


Cada vez que miro a alguien insultar a otro, o insultarme a mí mismo, con esa facilidad y presteza que tienen los insultadores, lo primero que viene a mi mente es que esa es una etapa que ya supere. Ya soy otro, mejor que un insultador, no puedo responderle igual. No digo que sea un santo de cuyos labios sólo salen palabras blancas, también sale un carajo, un mierda; pero desde hace muchos años no insulto a nadie y menos acompaño de emoción mis palabras fuertes. Acompañar de emoción un insulto se vuelve contra uno. El  insulto se convierte en gastritis o una enfermedad peor. Una parálisis tal vez. No hace millonario ni da la felicidad a nadie.

Por otro lado, cada vez que alguien me insulta o lo veo insultar a otro, eso me recuerda mi educación. Los años intentando educarme no pueden irse por el tubo del lavatorio. He adquirido control y ese que me insulta está descontrolado, no puede con su genio; pero sobretodo, no tiene capacidad para llevar con altura una discusión o exponer una idea. Va de pérdida quien así se conduce.

Así que nada, cuando alguien me insulta no respondo con insultos. No trato de reconvertir a nadie. El proceso de aprendizaje es personal. O lo aprendes por tu cuenta o nada. Los insultadores, tan de moda hoy en día, son personas que no reconocen estar mal. Su conducta atraviesa sus vidas. El mensaje es para las víctimas de ellos. Una sonrisa, un gracias, un buen deseo, es todo lo que necesitan esos personas que nos insultan. También hay cariño en nuestro silencio, y ellos están muy necesitados de cariño. Eso es todo.




Pueblo Libre, 08 de setiembre del 2014


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