viernes, 3 de abril de 2015

La Vida en Serio, en Juego o como Vacilón

¿Los peruanos nos tomamos la vida en serio, en juego, o como vacilón?

Waldir Saenz, notable filósofo blanquiazul, lo definió así  en su corta estancia en norte américa:  “En EEUU se trabaja mucho y se divierte poco. Acá (Perú) se divierte mucho y se trabaja poco”. Los norteamericanos viven para trabajar; los peruanos viven para la diversión. Los norteamericanos, como los alemanes o los japoneses, incorporan una cultura del trabajo que atraviesa sus vidas. Eso los ha llevado a ser naciones prósperas, pero también a problemas que nosotros no conocemos. Los norteamericanos, como los alemanes, tienen millones de personas viviendo de programas de ayuda del estado, gente que vive debajo de una escalera, en harapos. Esas personas son la vergüenza de esos países, ejércitos de gente estirando la mano. La competitividad o la falta de ella lo permea todo. Eres competitivo, ganaste. No lo eres, perdiste. Y la diferencia o la distancia entre el que es competitivo y el que no, es enorme.  

Pobreza en Alemania (también)

La Vida en Serio


En Japón el problema son los suicidios. Tienen la tasa de suicidios más alta del mundo. Otro problema es la soledad, el silencio, la rigidez. Llegar tarde una vez es malo. Abrazar a alguien es una extravagancia de otros. Esa rigidez los lleva a la soledad, a una vida plena de logros materiales en donde les es posible comprar toda la tecnología que desean; pero no tienen ese querer que tenemos los latinos: una sonrisa, un beso, un abrazo, apretar la nariz del otro, besarle la frente. Para ellos la vida no es juego, es algo muy serio y así se lo toman hasta la neurosis, es lo único que conocen.


La Vida en Juego


En el intermedio, entre nuestro exceso y la visión japonesa,  algunas de nuestras costumbres nos salvan. Un plato de comida es importantísimo porque se adora la comida y ésta salva, de la depresión, de la neurosis, del suicidio. Pero también el abrazo, la caricia, una llamada telefónica entre parientes, la reunión familiar a la que renunciamos más ahora último, todo eso nos llena de un regocijo que nos alimenta y salva. A algunos los salva la pichanga de fulbito. La pichanga en si es tomar la vida en juego, pero después de la pichanga viene el trago, eso es tomar la vida en vacilón y allí ya hay un problema: el juego tiene reglas, hay que jugarlo limpiamente, existe un ganador, o varios ganadores. En el vacilón no hay reglas, no hay un ganador sino muchos perdedores. Después de la pichanga viene el trago, que éste no nos beba debería ser lo más importante.

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La Vida como Vacilón


En el Perú nos hemos ido al otro extremo. Todo es diversión. Una fiestecita mediana o grande, una reunión de amigos donde se come y bebe a raudales, una pichanguita sazonada con algunas o muchísimas cervezas, todo es siempre diversión. Si se hace teatro, tiene que ser en plan relax; si se hace cine igual, mucha jerga, mucha criollada, y sobretodo, mucho vacilón. Allí está Asumare I y II: un cine adefesiero que sin embargo tiene el éxito de público asegurado y hasta se le quiere dar un cariz intelectual. Si es música también es diversión. Y así, el vacilón, la juerga, la francachela, la pichanga, la cuchipanda y la chupindanga; todo, es permeado por una forma de vida que jamás parece tomar en serio nada y más bien profundiza en la improvisación, en el desorden, la desorganización, la carencia de estándares mínimos de calidad en todo. El transporte público, por ejemplo, es un vacilón de seudo empresarios y autoridades para las que también el transporte y su normativa son un vacilón. El resultado son muertos por centenares en las pistas. Y ese parece ser nuestro destino escrito. Maktub. ¿Algún día cambiaremos?  Yo creo que es posible. Hay que sembrar ideas, valores, ideales, en el suelo correcto. Como dice la biblia, “No tires perlas a los cerdos porque voltearán y os despedazarán”

En Perú, o más precisamente, en muchas ciudades del Perú, comenzando por la capital, Lima, se ha confundido el juego con el vacilón y se convierte todo en éste último: la política, el estudio, el deporte, el trabajo, el arte, la vida. Ese es nuestro problema. No tomamos la vida en juego, con unas reglas, una disciplina y una dimensión lúdica; no, la tomamos en plan vacilón, comer hasta reventar, chupar hasta morir, bailar hasta que el cuerpo no aguante y nos echen de la disco. Sin reglas. Vivir sin reglas, nos lleva por ejemplo a arrimarle la basura al vecino, y no importa si se molesta, porque no se valora la amistad; sacar la basura a cualquier hora es no tener reglas, pero también no tener cerebro; zamparse en la cola del pan o en la bodega es no tener reglas; pedir o pagar coimas, no sancionar lo sancionable, todo ello es llevar una vida sin reglas. Esa es, como dirían los administradores, la debilidad y amenaza de nuestro FODA nacional.

¿Cómo salir de esto? Con disciplina. Enseñándola desde muy chicos. Para ello deberíamos convertirlo en objetivo nacional. Menos días del chicharrón y el ron; aunque sea un día de la disciplina.

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Pueblo Libre, 3 de abril del 2015.


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