Hace varios años un amigo me
presentó con una amiga. Era una chica bonita, muy trabajadora y algo coqueta. Ella tenía un negocio personal, una juguería que atendía desde muy
temprano por la mañana. Alguna vez confesó que al principio sentía vergüenza,
pero que poco a poco la fue superando. Siempre coincidíamos en las cercanías de
su negocio e intercambiábamos algunas palabras, una que otra mirada. Cuando
ella más me estaba gustando, el amigo común me llamó a su negocio. Me pidió
tomar asiento y me hizo ver un video. Fueron muy pocos segundos que soporté ver, pero fueron
terminales. En ese video estaba nuestra común amiga.
Las imágenes la mostraban
desnuda, próxima a tener relaciones sexuales con un sujeto más bien grotesco. En
la imagen ella sonreía sin saber que estaba siendo filmada. Me pareció tan
tonta entonces. Sentí pena y rabia. Pena por ella, pero más por una niña de
seis años que era su hija y que entonces crecía inocentemente sin imaginar que
su madre había sido filmada teniendo relaciones sexuales con un tipo que
obviamente sólo se estaba burlando de ella. Rabia por el tipo, asqueroso y grotesco,
pero sobretodo ruin. ¿No podía satisfacerse y ya? ¿Si ella había accedido a
relacionarse con él, no podía gozar su conquista y listo? ¿Tenía que burlarse
grabándola y luego comercializando ese video en “El Hueco” de donde la obtuvo
mi amigo?
Esta amiga no sabe lo que yo sé.
No siempre tenemos respuesta a todas las preguntas ni sabemos cómo afrontar
todas las situaciones. No supe entonces y continúo sin saber cómo decirle que
tiene un video pornográfico. No es que se lo tenga que decir, quizás el tiempo
haga olvidar ese video y pulverice todas las copias que puedan existir. No
juzgo lo que hizo, tampoco la absuelvo; uno es responsable de sus actos y si el
tipo me parece un cobarde y ruin, ella era una persona mayor cuando hizo lo que
hizo y obtuvo un producto nefasto de su liberalismo sexual. Hoy en día ella es una profesional respetable, su carrera y esfuerzo
podrían ser destruidos fulminantemente si alguien llevado por propósitos turbios, venganza, odio, envidia, lo que fuere, propagara ese video.
Cabe preguntarse qué está pasando
que jóvenes lindas y con facultades envidiables están entregando sus cuerpos a
cualquier sinvergüenza que cruza sus caminos, para terminar convertidas en
víctimas de un chantaje, o de una burla cuando tienen mejor suerte. Las redes
sociales en nuestro país están llenas de fotos de jovencitas, menores de edad a
veces, que cuelgan imágenes en poses sugerentes, con poca ropa, buscando “likes”
y amigos que aprecien sus físicos como objetos. Todo esto lo digo a propósito de los recientemente conocidos casos de estrellitas de la farándula que han sido grabadas en situaciones íntimas.
Hubo un tiempo en que las
señoritas exigían que quién las pretendiera se comporte como un caballero,
antes de siquiera haberles tomado la mano. Hoy hemos ido al extremo contrario, un liberalismo sexual donde ellas lo entregan todo sin conocer muchas veces el nombre del que se llevó sus
inocencias. En ese pretérito los padres se ocupaban de la educación de los
hijos y en las escuelas la educación era más rigurosa. Los tiempos han
cambiado, pero en este aspecto han cambiado para mal. Todo se ha relativizado y
lo que antes de cuidaba en exceso ahora se descuida excesivamente.
No sé qué pasará con mi amiga.
Esos segundos de placer que fueron grabados por algún bribón, son una espada de
Damocles sobre su cabeza. Su profesión y su vida pueden ser dinamitados en un
segundo por aquél descuido. Un segundo en el que ella no eligió bien sus juntas
y experimentó entregándose a alguien que no merecía su confianza. Hay errores
que se pagan demasiado caros. Le puede ocurrir a cualquiera y no se lo deseo a nadie. Es tiempo de que los padres empiecen a hablar
seriamente con sus hijas, no ya de sexo, que lo saben; sino de las implicancias
de sus decisiones y de la existencia de bribones que sólo buscan burlarse de
ellas. Y por qué no, hablar también con los hijos varones, explicarles que no
está bien ir por allí convirtiéndose en auténticos H. de P.
Pueblo Libre, 29 de abril del
2015
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