En estos días ha fallecido el
actor Robin Williams. Dicen que se ha suicidado. Su esposa explicó que le había
sido detectado un caso de Parkinson. Es lo que hay oficialmente. Han salido a luz
algunas imágenes que serían las últimas en vida del actor. Se le ve sonriente y
sin planes de suicidio participando de una muestra de pintura.
Para nuestra generación Williams fue un icono. Lo vimos en
La Sociedad de Los Poetas Muertos, sin
comprender muy bien de qué iba la película. Era algo idealista, un poco
soñadora, llena de mensajes bonitos que por entonces no entendíamos del todo.
Con los años Williams continuó haciendo papeles extraños, que parecían escritos exclusivamente para él.
¿Cómo pudo vivir tanto?
Ahora me pregunto ¿cómo pudo vivir
tanto? A nosotros hoy en día nos cuesta
mucho asumirnos como somos. Vivimos cubiertos de máscaras. Me refiero, nadie se
atreve a ir por allí dejando “pastillas para el alma.” El último fue Ricardo
Belmont y ya sabemos cómo acabó. Combatido, perseguido, aislado, ridiculizado
por adversarios y traicionado por amigos y gente a la que sacó del anonimato.
Decir la verdad de uno es difícil; más difícil es decir lo que se piensa.
Cuando se dice lo que se piensa, los que no se atreven al mismo acto de valor,
se aglutinan para reprobarte. Es como si ese acto de valor los denunciara, los
dejara en evidencia, los desnudara en su pequeñez humana, en la cobardía de no
llamar a las cosas por su nombre y exponer los sentimientos a corazón abierto.
Robin Williams hacía todo eso. En
la Sociedad de Los Poetas Muertos saca a
sus alumnos del aula, los lleva al patio
y los hace andar mientras les dice “Sus
convicciones son únicas aunque a otros
les parezcan raras o inaceptables”. Ya no se enseña esto en los colegios. El
idealismo, el perseguir un imposible, la ética, le rebeldía, todo ello ha sido
desterrado de aulas en las que se enseña seguridades, técnicas, estrategias
para que nada cambie, para que todo vaya al ganar o ganar siguiendo un guión correcto
o aparentemente correcto. En la misma película, un poco más adelante, Williams les
dice a sus alumnos “Hagan de su vida
algo extraordinario”. ¿Tenemos vidas extraordinarias? ¿Hacemos cosas
extraordinarias? ¿Buscamos una vida de leyenda o perseguimos una vida de placer
hedonista y glamour? Desde hace años los valores que nos rigen y las metas que
nos planteamos como humanidad entera, es aparecer de manera regia en el
Facebook. Cero problemas, cero conflicto, comiendo en el restaurante de moda,
el más caro; o de viaje por Luxor o Myanmar, el sitio más exótico. Ese es
nuestro sueño hoy en día. Sueño, porque la verdad es que todo es cada vez más una porquería.
Última aparición de Robin Williams |
¿Quién Mató a Robin Williams?
Robin Willimas no se suicidó. A Robin
Williams lo matamos entre muchos. El quería cambiar el mundo con ideas y
palabras y nosotros éramos sus ayudantes, los que debimos trepar la carpeta. Lo traicionamos, lo dejamos solo, lo
abandonamos con sus palabras y hoy estamos solos nosotros. El dedicó su vida a cambiarnos
y motivarnos y en estos tiempos eso es imposible. Nosotros le fallamos, es
cierto, hay que asumirlo, le fallamos en la práctica y en sentido figurado.
Pero a él lo mató la verdad del día a día de hoy, contra el que no podía luchar. Lo mataron los Obama que envían drones asesinos a matar gente sin juicio, como si EEUU fuera una nación de sicarios sin ley. Lo han asesinado los bombardeos recientes de EEUU en Irak, de nuevo metiéndose en una pelea que no es suya. Lo ha asesinado la Masacre de Gaza, con sus cientos de niños muertos absurdamente y los miles de heridos y barrios destruidos. Lo ha asesinado la guerra de Siria, la guerra de Crimea, los negros muertos en las aguas del mediterráneo cuando luchaban por alcanzar el suelo de Europa.
Pero a él lo mató la verdad del día a día de hoy, contra el que no podía luchar. Lo mataron los Obama que envían drones asesinos a matar gente sin juicio, como si EEUU fuera una nación de sicarios sin ley. Lo han asesinado los bombardeos recientes de EEUU en Irak, de nuevo metiéndose en una pelea que no es suya. Lo ha asesinado la Masacre de Gaza, con sus cientos de niños muertos absurdamente y los miles de heridos y barrios destruidos. Lo ha asesinado la guerra de Siria, la guerra de Crimea, los negros muertos en las aguas del mediterráneo cuando luchaban por alcanzar el suelo de Europa.
Toda esa realidad que no podía
cambiar ni negar y la soledad en que había caído su mensaje, han terminado, creo
yo, por matar a Robin Williams.
Esa realidad seguirá matando
gente de carne y hueso si no hacemos algo. Ha ocurrido antes, es cierto. Lo
nuevo es que hoy están matando el espíritu humano. Ninguna oposición parece posible.
Ningún discurso altera esa realidad. Los ejércitos y los intereses de los
poderosos de la tierra han llegado para enseñorearse. Desde esa óptica Robin
Williams no tenía un lugar. Por eso se ha ido. Pero las preguntas siguen
vigentes ¿Buscamos hacer de nuestras vidas algo extraordinario? ¿O buscamos
pasar piola, cumplir? ¿Es que la vida es eso? ¿El auto, la casa? ¿Tú que
opinas? ¿Contribuimos a hacer del mundo un lugar mejor? ¿Le fallamos a Robin Williams sin darnos cuenta?
Pueblo Libre, 17 de agosto del
2014
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