En las elecciones peruanas hay más de dos protagonistas además de la Fujimori y Humala. Por un lado están las encuestadoras y por otro lado los medios. En el caso de las primeras, los dueños de éstas juegan su propio partido. Convertidos en auténticos oráculos del porvenir son entrevistados por periodistas que fingen no saber nada de nada. ¿Lloverá? ¿Confiscarán los ahorros? ¿Le quitarán la casa a la gente? ¿Se enojarán los inversionistas? Ellos responden con la misma certeza que Nostradamus, cuestionan el plan de gobierno que no les gusta, condenan al averno al incómodo.
El periodismo se convierte en panfleto |
De las encuestas algunas cubren 24 departamentos, otras 18. Unas son realizadas mediante preguntas orales, otras mediante cartillas. Así de diferente es el universo encuestado y la metodología de medición. Pero todos los resultados son mostrados -según el gusto del cliente- en los medios como si cumplieran el mismo nivel de seriedad y fueran la palabra santa. Mi impresión es que las encuestas de hoy 22 de mayo acercarán un poco, algunas décimas a los candidatos, manteniendo a la fujimorista por delante. La semana siguiente, que será la última de publicación, las predicciones dirán que existe un virtual empate. Si Humala recuperara el primer lugar de las preferencias (o si acaso jamás lo perdió) esto no será dicho por las encuestadoras.
Y si los resultados de las elecciones dieran al traste con los vaticinios de estos modernos profetas, estos se escudarán en el periodo de veda legal para decir que “en esos días cambiaron las tendencias”. Con eso salvarán la cara si nos están ocultando la verdad. Los medios que deberían cuestionar el hecho no lo hacen porque son parte del mismo entramado.
Con estos últimos la cosa es harto más clara. Las principales cadenas mediáticas están jugadas por el fujimorismo, pero la gente parece impermeable a esa elección. Ya casi no importa qué digan los titulares de los 80,000 kioskos limeños, la gente no está dispuesta a creer nada. Otra vez la prensa capitalina ha saturado al elector y éste, más lúcido de lo que se espera, opta por no creer a los medios. En la misma línea, el arribo de un sicario mediático como Jaime Bayli, contratado exprofesamente para chavetear, parece no haber mellado las preferencias de Humala, ni parece haber ayudado en nada a la Fujimori. En todo caso, Jaime debe haber cobrado bastante bien por su trabajo y resulta el principal y único beneficiado del mismo. Que San Pedro se lo bendiga. Pero que no nos haga más el cuento del periodista independiente y libertario. Tiene un precio, carece de una moral, o de un instinto democrático.
Faltan catorce días para las elecciones. El fujimorismo seguirá el camino de lo inmundo en que se desempeña tan bien. No sorprenderá presentación de audios, videos, o nuevos “emailes” de la computadora de un guerrillero colombiano, que de tanto email parece se dedicaba más a escritor que a guerrillero. En su desesperación algunos sectores de poder recurrirán a lo de siempre. La elección se torna turbia. En ese ambiente, los indecisos elegirán en el debate y en los mensajes que las corrientes ciudadanas logren articular para convencerlos. En esa medida parece más sólida la presencia de los Vargas Llosa y otros intelectuales en las cercanías de Humala, que la de unos cuantos futbolistas y una boxeadora en el entorno de la Fujimori. La última palabra aún esta por ser pronunciada. Nunca podremos saber que hubiera pasado si la derecha peruana no creaba en su angurria un esperpento como Kuczynski, y elegíamos serenamente entre Toledo y Humala, o entre Toledo y la Fujimori.
Pueblo Libre, 22 de mayo del 2,011
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