Luego de haberse retirado de la municipalidad de Lima con 86% de aprobación, como le gusta precisar, y de haber encabezado la elección presidencial peruana por muchos meses, Castañeda Lossio parece haber perdido todo contacto con la realidad y en ese extravío ha perdido también la punta electoral pasando a ocupar la quinta posición.
Es cierto que nuestras elecciones son impredecibles y que la gente suele cobrarse revanchas contra los poderosos, pero el caso del ex alcalde limeño da para el análisis. El exabrupto gratuito de clara intolerancia sexual contra Carlos Bruce, marcó el inicio de su caída. Frente a los primeros indicios de que la realidad había cambiado Castañeda reaccionó negándola: “No creo en las encuestas”. En el segundo paso, cuando las encuestas de A fueron refrendadas por B y por C, Castañeda emprendió una guerra no santa contra las encuestadoras. Nada de cambiar de estrategia, dar cara en los medios, hacer mítines, bailar, cantar…nada, ni hablar. En su estrepitoso descenso el hombre de amarillo tuvo mucha ayuda. Un congresista de su partido que en el 2,007 había puesto a trabajar dentro del congreso a su amante, resultó ser uno de sus más acérrimos defensores; un antiguo chauchiller de Toledo, huachafo como él solo, salió también a la defensa echando barro con ventilador a su ex jefe; si un enemigo hubiera querido tumbar a Castañeda no lo hubiera hecho mejor.
De pronto el candidato favorito ya no era tal, sino el tercero. En una campaña el candidato presidencial es responsable principal de lo que pase, él elige que hacer, que decir, que rumbo tomar. Frente al informe de gestión de la municipalidad de lima, Castañeda decidió enviar a su barra brava para matar al mensajero. Yarrow, Waisman, Parra, Morales, Pacheco, Mekler, amenazaron a Villarán con los fuegos de los infiernos y de vacarla del cargo como si ella fuera el enemigo a derrotar en las elecciones. Por la cabeza de Castañeda no pasó el afrontar los problemas, tomar el toro por las astas, o siquiera hacer una campaña más emotiva, con mayor inspiración y mucha mas transpiración.
La estrategia ha sido quejarse, llorar. Habla de escaleritas como by-pases, de piscinas de pobres como clubes de regatas, de hospitales al paso como clínicas cubanas de primera. Es un discurso que nadie cree pero que él repite con fe de carbonero, sin comprender que el país exige mucho más que un alcalde para gobernante. Para remate insiste en una posición soberbia frente a la prensa, como su negativa de presentarse con Rosa María Palacios, que no será un ángel del señor, pero que tampoco es el cuco.
Comunicore, obras que sufren inflaciones sospechosas en sus costos, mala gestión, una lista congresal impresentable, una candidata a la vicepresidencia que compra el cargo, son todos síntomas de una descomposición muy fuerte y acelerada que Castañeda no parece advertir y que deben parecerle normales. A sólo 2 semanas de la elección presidencial, la locura parece estar instalada en los predios de Castañeda, donde en enero algunos se ya se probaban fajines ministeriales y otros ensayaban juramentos frente al crucifijo del congreso. Sólo un milagro convertirá en presidente al hombre de la eterna camisa amarilla. Del quinto lugar es imposible bajar. Esa es la buena noticia.
Pueblo Libre, 27 de marzo del 2011
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