miércoles, 16 de marzo de 2011

De la Sociedad de Consumo a la Sociedad del Terror: Fukushima


                De necesitar un auto pasamos a necesitar la 4 x 4, y de esta a necesitar una Hammer. De necesitar la casa, pasamos a necesitar la otra, luego la casa de playa, el departamento caro. De necesitar alimentarnos pasamos a necesitar comer en la calle, y después a comer con Gastón, de lujo.
                Responder a nuestras banalidades ha llevado a la sociedad de consumo a  construir centrales nucleares para generar electricidad entre otras cosas. En el accidente de Chernóbil murieron miles de personas pero fueron muchos más los que pudieron morir. El gobierno ruso minimizó el incidente en las primeras horas optando por el silencio para no producir pánico en su población. Mientras eso ocurría la nube radiactiva daba la vuelta al planeta. Se calcula que alcanzó a dar tres vueltas completas al mismo.
                Sellar la central nuclear de Chernóbil no fue fácil. Este propósito exige llegar a la misma, “meterse en ella”, y cubrirla con un sarcófago de concreto o piedra que lo selle e impida la fuga. El problema es que quien se mete en la radiación para sellarla morirá inevitablemente y nadie quiere morir. En Chernóbil se usaron 700,000 liquidadores, personas que sin mayores armas que una plancha de plomo en el pecho trataban de cubrir la fuga. La mortandad fue mayúscula pese a que sólo se enfrentaban a la radiación por 3 minutos, tiempo permitido para “evitar” que mueran. Se calcula que más de 8,000 murieron inmediatamente. Entre los primeros que enfrentaron esta misión estuvieron los soldados y campesinos soviéticos, verdaderos héroes que entregaron sus vidas por la humanidad.

 El enlace muestra un video que puede herir susceptibilidades
                
              Es imposible cuantificar los efectos del accidente de Chernóbil. Desde el envenenamiento del agua y la leche que mataron por ingestión a muchos miles, pasando por sucesos extraños como las “vacas locas” y el nacimiento muchos años después del accidente de niños con deformaciones físicas monstruosas.
                No es pues fácil sellar una central nuclear, ni es cierto que se pueda “tener el control” cuando ocurren explosiones, como los japoneses han querido hacer creer. Producida la fuga radiactiva la nube atacaría no sólo a Japón, rodearía el planeta. La radiación no se ve ni se huele, ni se siente. En estos momentos los cuatro reactores nucleares de Fukushima o tienen problemas o han explotado. Ya la tragedia es innegable. En Chernóbil el problema fue un reactor nuclear, en Fukushima son cuatro.  Y lo peor, Japón sigue temblando. Un movimiento fuerte  ú otro terremoto desencadenaría una desgracia atómica.  Cabe preguntarse si los 50 ingenieros japoneses podrán hacer lo que en la URSS se llevó la vida de miles. Ojala.

Explosión en la central nuclear de Fukushima
                 Cambiar la sociedad de consumo que ahora parece el único modelo imaginable de vida, parece ser una neurosis, pero a través de terremotos como los de Japón, Chile, Haití, China; y tsunamis como los de Japón e Indonesia, la tierra parece estar hablando cada vez más alto acerca de nuestra forma de vida. Según el Foro Mundial de la Naturaleza la humanidad ya consume el 50% más de lo que la tierra genera, añadiendo que un estadounidense consume 6 veces lo que un africano; de seguir el ritmo de consumo actual, para el 2,030 necesitaremos 2 planetas. Viviremos según el mismo modelo, pensando que la desgracia es de los otros, hasta que la tierra nos de muestras inequívocas de que andamos errados en el camino del consumo desproporcionado y loco, que los medios ligan con el mundo libre y la democracia en tremenda hipocresía. 


Pueblo Libre,  marzo del 2011





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