miércoles, 9 de noviembre de 2011

Maria Egg – La persona

Maria Egg Nació cuando Pozuzo era aún un pueblo aislado en la selva central peruana y transcurría lo que se ha llamado los Ciento veinte años de Soledad. En esos tiempos no existía la carretera que hoy une al pueblo con Oxapampa y constituían una isla de difícil acceso. Vivían de la agricultura y la ganadería para el autoconsumo. La gente debía fabricar y crear todo lo que necesitaba, desde una silla hasta una casa. Fue una vida muy dura. Maria Egg opina que  ello “Nos preparó para la vida”.

María Egg en un momento de la conversación
 A las cinco de la tarde he ingresado al albergue de Frau Maria Egg y la he encontrado trabajando en sus jardines. A pesar de que no me conoce me recibe con la cordialidad de quien me conociera. Es una mujer amable y delgada que habla en un castellano muy puro. Hemos tomado asiento en la zona común del albergue, presidida por la escultura de un toro, recuerdo de la época en que la familia estaba dedicada a la ganadería.  

                “Las mujeres aprendíamos de todo”. Me cuenta cuando le pregunto por los años difíciles. “Cocinar, planchar, coser, atender la huerta, picar leña. Todas las cosas de la casa pero también las cosas del campo. Si faltaban manos y debíamos cortar leña o ayudar en la chacra lo hacíamos.  Llevábamos los alimentos a nuestros hermanos a la chacra. Hasta el refresco llevábamos, pues ellos no lo cargaban cuando salían por la mañana”. "A los catorce o quince años yo sabía todo y debíamos atender una casa de 20 personas". Quizás por eso ahora que dejó de ser una chiquilla, atiende a muchas personas con la misma vitalidad de esos años. “Me gusta lo que hago” responde cuando le menciono su habilidad para ese trabajo. Después le pregunto por el castellano tan bien hablado que le escucho a ella y a otras personas del pueblo. Se excusa elegantemente dando el mérito a otros. “En el colegio nos exigían mucho la buena pronunciación. Querían que uno aprenda a hablar bien”. La lengua materna de María es un dialecto alemán que hablan pocas personas en el mundo. 

                La tarde va cayendo y en el ambiente se percibe una armonía que emana de la vegetación y el sonido del campo. Le pregunto a  doña María cómo hacían con las enfermedades en los años del enclaustramiento, cuando no había ni una posta médica. “Yo creo que sobrevivían los más fuertes” responde. Recuerda haber sido muy niña aún, estar tal vez en los dos años, cuando en la casa familiar velaban a una hermanita menor a la cual hallaron inerte en su cuna. “Es mi recuerdo más antiguo” explica. Otro hecho doloroso fue el fallecimiento de su hermano Gaspar. “Nos atacó el sarampión cuando yo tenía 10 años. Hemos estado una semana en cama. Yo mejoré y cuando estábamos saliendo de la enfermedad, a él se le complicó en una poliomielitis. A los 20 dias murió”. Otro niño, un primo, sufrió quemaduras en su cuerpo y sólo quedó esperar su muerte, porque “sacarlo a través de Cerro de Pasco era imposible, hubiera muerto igual”. Fueron años heroicos que debieron vivir todos los Pozucinos de la generación de María Egg y los anteriores.

                "La navidad sólo era el servicio religioso, la misa" responde cuando le pregunto si tienen alguna forma diferente de celebración. Después llegó el panetón y el chocolate, ambos elementos de los que ella gusta. Puede prescindir de todo pero no de estos. Reflexiona que la celebración se ha vuelto muy comercial y se ha perdido la esencia de la misma. 

Con la carretera Oxapampa-Pozuzo construida a mediados de los setenta, llegaron algunas cosas, el turismo incipiente y más comercio, pero otras se fueron. Como los hijos. María calcula que el 90 por ciento de los chicos al culminar la adolescencia abandona Pozuzo. "No les podemos cortar las alas" señala. "Ahora están en todo el mundo. En Lima se abren paso de mil maneras. Trabajan de lo que sea y salen adelante".

En los años 80 María Egg emigró a Lima. La situación política que vivía el país la llevó junto a sus hijos a la capital en busca de la seguridad que por entonces no hallaba en su tierra. En la ciudad, el primer dinero que ganó y recuerda con simpatía, fueron 20 soles. Los ganó ayudando a una amiga a elaborar tortas. Después incursionó en otros negocios y no le fue mal. Pero a pesar de completar 17 años viviendo primero en los Cipreses y después en la zona de Higuereta, jamás se acostumbró. 

Hace casi doce años regresó a Pozuzo, sin nada, debió empezar desde cero. Qué hacer, se preguntó entonces y la respuesta la llevó al turismo. Ni ella misma estuvo preparada para la buena acogida que obtuvo. Hubo noches en que debió ceder su cama a los huéspedes para atender la demanda. Después pudo construir los bungalows actuales.  Hoy es una emprendedora que ha difundido y sigue difundiendo la historia y costumbres de su pueblo mediante la industria sin chimeneas. 
Escultura a la ganadería. Recuerdo de otros tiempos
 Después de casi dos horas de conversación dejo a Frau María Egg. Es una señora de conversación sincera, de voz cálida y sin aspavientos. Mi impresión es que se podría conversar con ella durante muchas horas sin disminuir el interés y la novedad. Pero lo dejo allí por ahora. Me voy convencido de que a despecho de todo lo malo que nos cuentan los medios, hay peruanos y peruanas que en los lugares recónditos están construyendo el país del mañana. No hay quejas ni reclamos, sólo esfuerzo y optimismo. 

Pozuzo, dia 1, 24 de octubre del 2011

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