jueves, 11 de diciembre de 2014

Basta de Hipocresías

El jueves 27 de noviembre Patricia del Rio tituló así su post en El Comercio “Basta de Hipocresías”. Ese mismo día en el canal 4, la Maju Mantilla abrió su programa de la una de la tarde con un pequeño discurso en pro de que se acabe la violencia contra las mujeres. La bella Maju vestía un short pequeñísimo que permitía verle hasta el alma, en un día bastante frío.  Paralelamente el ministerio de la mujer había invadido las calles de la ciudad con un volante que decía “La mujer no es un objeto”. Hasta allí todo bien. O casi.


Para quien esto escribe la violencia contra la mujer es repudiable en todas sus formas. Física o sicológica, no me importa, es repudiable, condenable, castigable; lo hemos tratado antes aquí;  pero no solo contra la mujer, también la violencia contra el hombre lo es, y contra las minorías sexuales, del mismo modo. La violencia no debe ser tolerada en ninguna de sus formas, eso está claro. Todo bien, o casi.

Porque una cosa es la lucha frontal contra la violencia, y otra cosa un rollo cansino que enmascara un feminismo trasnochado, solapa, de juguete, como el que practica Patricia del Rio y que es lamentablemente, un feminismo tan extendido en nuestro país, y tan presente en los te de tías de las tardes limeñas y peruanas en general. Porque detrás de la condena a la violencia contra la mujer, sólo está el vacío, está el victimizarse y lanzar alguna palabra soez (joder) que sirve para pegarla de mala, de valiente, de achorada. Y eso es todo, no hay más, y por tanto no se resuelve nada; es, repito, vacío. Lloriqueo innecesario y cínico.

Lo que dice Patricia del Río


En su inteligente artículo Patricia del Río dice que no se le puede seguir pidiendo a la mujer que se defienda, que es momento de que los hombres hagan su parte. Se queja Paty, de que las mujeres ganan el 40% menos del sueldo que gana un hombre por el mismo trabajo. Dice, que los hombres piensan que las mujeres deben ocuparse del trabajo de la casa,  y que si ellas sienten temor de que los hijos hombres vayan a la calle, sienten terror cuando las hijas mujeres deben hacer lo mismo.  Dice literalmente la buena de Paty lo siguiente de nada servirán mil leyes más de feminicidio si los hombres no asumen su parte. Si no se miran al espejo. Si no abandonan las justificaciones vergonzosas y deciden equilibrar la balanza”.

Lo que no Dice Patricia del Río


Por el título del post yo había pensado que Patricia diría esta vez la verdad, que abandonaría la monserga y nos abriría los ojos. Que no. Que Patricia sigue sumándose de manera ya vergonzosa, a la vergonzosa excusa de cierto sector de peruanas que no quiere hacer nada para terminar con el problema. Porque nada dice Patty por ejemplo de lo que cuento líneas arriba de la Maju Mantilla (y muchos programas similares), ¿o es que se cree que salir en pantalla buscando erotizar a los televidentes en horario de protección al menor no es también violencia en un programa aparentemente familiar? ¿O es que se cree que el espectáculo diario de peleas, infidencias y guerras entre hermanas, que la Mantilla y sus colegas presentan, no es también violencia contra la mujer? ¿Es que se cree que la Maju tiene mucho calor y por eso exhibe las piernas en invierno, o es porque lo manda la pauta de un programa que la convierte en objeto con su beneplácito?

La TV hace de la mujer objeto con silencio y complicidad de éstas

Tampoco dice Patricia del Río que los sueldos de los que se queja, muchísimas veces, son señalados y puestos por jefas de personal, oséa, mujeres. Nada, allí solo hay silencio. Es que, claro,  hay que apuntar la carabina contra el enemigo de siempre, el culpable de todo, el que se va a guerrear porque le encantan la sangre humana, los pleitos; el avaro, el codicioso que quiere para sí los oros; el lascivo que se va de putas abandonando a los hijos y tiene alguna otra mujer oculta en el ropero: el hombre, el maldito, ¡Cómo no! ¿Quién si no?

La Madre del Cordero (machista)


Patricia del Río, como feminista que no sabe que lo es, no dice que todo hombre violento ha sido educado por una mujer, llámese madre, tía, hermana o lo que se quiera, ha sido una mujer. Es esa educación machista que practican las madres lo que hay que terminar primero. Y segundo, hay que educar a la gente. No todos los educados son no violentos, pero todos los no violentos son educados. Por lo menos básicamente han sido educados por sus madres o por la escuela, para no agredir a sus parejas. Esa es la clave, la educación.

Mil veces he visto madres en los omnibuses limeños, que ante la cesión del asiento para ellas por un caballero, hacen sentar como príncipe al hijo. En ese acto de aparente amor están creando al monstruo que piensa que todos los privilegios le son debidos. O las madres que envían a la hija a lavar la ropa y cocinar para los hermanos varones. O las madres que se enorgullecen de la promiscuidad sentimental y sexual del hijo varón, mientras someten a la hija a una existencia de mojigatas. ¿Cuál es la culpa del varón en todo ese embrollo? Ellas crean al monstruo y luego se quejan de su monstruosidad.

Otra cosa. Jamás hemos visto a las mujeres de nuestro país protestar para que sus hijos tengan una mejor educación en las escuelas. Peor aún, jamás las hemos visto protestar en nuestras calles, para terminar con esa situación que Patricia del Rio convierte en bandera: detener la violencia contra la mujer. Se han acostumbrado a la comodidad de un té de tías para el raje, a las lisuras frente a un micrófono por un minuto. Llenan sus horas hablando de gastronomía, y de sus éxitos en la vida, antes que de la violencia contra la mujer. No tienen conciencia del problema, ni siquiera lo discuten seriamente. Que diferencia con, por ejemplo,  los negros norteamericanos, que obtuvieron en las calles el reconocimiento de sus derechos. ¿Quieres derechos? ¡Gánalos!

Acabar con el problema de la violencia contra la mujer no pasa por leyes de feminicidio como lo demuestra la realidad. Pasa por sensibilizar a una opinión pública, pasa por educar en la casa y en la escuela de mejor manera a los hijos, y pasa por dejar la actitud del té de tías, de dejar la comodidad del sofá, para empezar a protestar de verdad. Y solo al final del camino se necesitarán leyes ¡Dejémonos de hipocresías!

Pueblo Libre, 11 de diciembre del 2014


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