miércoles, 24 de septiembre de 2014

Trujillo: ¿Cero Problemas? ¿Verdad o Mentira?

Los trujillanos adoramos nuestra ciudad al punto de hacerle daño. Estamos tan convencidos de su belleza que deseamos que nada en ella cambie. Es más, no queremos ni enterarnos de sus males y aquel individuo que los señalare es considerado un mal trujillano, un apóstata, hereje, traidor.

En medio de tanto amor los problemas se acumulan. Por ejemplo, la dotación de agua en el centro de la ciudad, tan insuficiente como carente de presión; o el servicio eléctrico, deficiente por décadas y sin intensidad, para una ciudad que ahora crece a ritmo acelerado; y aún, la llegada a nuestra ciudad de ejércitos de foráneos, que carentes de educación la ensucian abundantemente. Ninguno de estos problemas se discute porque cegados por un orgullo tonto, los trujillanos se han convertido en enemigos de su ciudad. ¿Dónde está la verdad y dónde la mentira? ¿Cero problemas?

El Verdadero Problema

Para nada. Sin embargo, el gran problema de Trujillo no es alguno de los mencionados antes, sino uno que afecta su viabilidad como ciudad moderna, incluso su derecho a un lugar, el peligro de atraer sólo a gente sin capacidades y a sectores terciarios de la economía. Algo de eso se nota ya en la elección de autoridades. En unas décadas hemos pasado de la dirección municipal de los ingenieros Guillermo Larco y Jorge Torres, que llevaron adelante municipalidades de vanguardia, a la dirección municipal del Ing. César Acuña, auténtico analfabeto funcional, que se jacta de "no leer ni escribir" y cuya comunicación verbal es abochornante para cualquiera que lo escuche. Ese es el riesgo de atraer a gente que no entiende el mundo actual, circunscrito a su cacicazgo local, peleado con la modernidad y las nuevas tecnologías y el aprovechamiento que éstas pueden darnos de las ingentes riquezas que la región produce. Eso llevará a Trujillo en cambio a hacer suyo un destino de ciudad banal, estacionada, de evocación frívola, sin mañana y moribunda.

Catedral de Trujillo
En los últimos años 300,000 trujillanos han debido abandonar la ciudad porque las condiciones de vida que ella nos puede proveer son condiciones de miseria o de gran escases material. Es la fuga de talentos. Los sueldos de un trabajador promedio y aún de un ejecutivo promedio, son tan bajos que impiden aspirar a la vivienda propia, o aún, a dar a los hijos una buena educación. Frente a este panorama 170,000 trujillanos de los más capaces, optaron por emigrar al extranjero, y otros 130,000, también de los más capacitados, han emigrado a Lima, repitiendo el triste destino de dotar de recursos humanos capacitados a países o regiones que no pagan por ellos lo que en fútbol se llama ahora “derecho de formación”. Luego la ciudad pobre, se empobrece más, y la ciudad rica, se enriquece con las capacidades de gente por cuya formación no pagó un quinto partido a la mitad.

¿Frente a esto, qué hacer? ¿Cómo hacer viable nuestra ciudad? ¿Cómo hacer que los sueldos crezcan de modo que la ciudad sea atractiva para sus hijos desde unos sueldos dignos y una generación de empleo que garantice la empleabilidad de la gente.

¿Qué Hacer? 

Para empezar hay que mirar nuestros recursos y qué tan bien son utilizados: la pesca, minería, agricultura, ganadería, agroindustriales, servicios, comercio, industria. Hay sectores como la industria, verdaderamente incipientes y donde más bien se han producido retrocesos, caso Pilsen Trujillo, o bebidas gaseosas hoy desaparecidas. En cambio, la fruticultura y aún la agricultura, son nuestra joya de la corona ¿Pero, estos sectores benefician a los trujillanos? ¿Con qué sueldos? ¿Y en exportaciones cómo vamos? ¿El dinero se queda en la ciudad o va a enriquecer fortunas limeñas? ¿Hay reinversión? Es un misterio que deberíamos resolver. La tercera etapa de Chavimochic, debería posibilitar que decenas de miles de trujillanos se conviertan en propietarios de la tierra y no como parece, que unas pocas empresas se harán con ellas, convirtiendo a los trujillanos en sus empleados.

Por otro lado, el tonto orgullo nos tiene tan atontados que nos impide ver lo obvio. Por ejemplo la desaparición virtual de las pocas industrias y algunos comercios importantes de la ciudad y región. El banco Nor Perú, la Pilsen Trujillo, Merpisa, son empresas que han cerrado sus puertas entregando sus respectivos mercados a firmas limeñas o entranjeras, que pagan a sus empleados trujillanos sueldos miserables; que como la Pilsen Trujillo ya nada tiene de trujillana, ni el agua, pero explota comercialmente el nombre, para seguir desvalijando a los trujillanos con el beneplácito de estos..

Ante lo anterior cabe la pregunta ¿Qué han hecho las nuevas universidades trujillanas y sus graduados para generar las nuevas industrias y actividades económicas? O es que como parece ocurrir, ¿las nuevas universidades están generando profesionales clientelistas en busca del nombramiento en alguna dependencia del estado central o local?



Toda la estructura, como se ve, apunta a eso, la pauperización de las familias, el PBI regional estancado o disminuyendo. Frente a ello un orgullo de dientes para afuera, pero que no materializa en planes y acciones que solucionen el problema. Cabe preguntares nuevamente ¿Trujillo, cero problemas?¿Somos una ciudad viable?¿O futuro incierto? ¿Nos interesa nuestra ciudad o sólo jugar a la comidita? El debate está abierto.

Pueblo Libre, 21 de setiembre del 2014.


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