Un niño es todos los hombres
Ha tenido que morir un niño para que Europa y el mundo despierten. Hemos despertado pero ha sido como si la vida fuera al revés. Porque la pesadilla no ha estado dentro del sueño, ha estado en el despertar. Peor que las pesadillas con monstruos, ha sido la pesadilla de ver las imágenes de Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en la playa. Porque si los monstruos matan, los niños fallecidos matan más. Con su frente inocente encallada en la arena como si el cansancio lo hubiera vencido, como si estuviera fatigado de tantos castillos de arena construidos con sus manos que no construyeron ninguno, porque escaparon a las manos del padre que no las pudo sostener más en el mar.
Hallazgo de Aylan Kurdi |
Murió
sin comer helados, sin chupar paletas de caramelo y sin jugar con carros de
madera. Con ese niño hemos muerto todos un poco. Aylan Kurdi es todos los hombres
del mundo que lo ignoraron. Las suyas son las imágenes que ningún padre
quisiera ver de un hijo suyo jamás. Es esa imagen del niño varado en la arena
como juguete de goma, la que nos mata. Porque ningún niño es juguete de goma. O
no lo debería ser. Con el pasar de los días deberemos renacer y zurcirnos las
heridas, poner tapones a la pena y olvidar, porque nacerán nuevos niños cuya
atención nos obligara a volver los ojos lejos de esta tragedia. Para proteger a
los vivos, para que los nuevos niños sigan viviendo y jueguen con carros de
madera, deberemos olvidar a Aylan Kurdi, el pobre niño sirio cuyas manos no
pudimos agarrar; que no sabía que navegaba en busca de la vida y la buscaba;
que halló la muerte y no la buscaba.
De
la oruga nace una mariposa multicolor. De la tragedia de los Kurdi: los dos
niños, la madre y el padre, ha nacido la solidaridad en Europa, más allá de las
reacciones oficiales de los gobiernos y organismos mundiales. Solidaridad del
policía que recoge en sus brazos a Aylan Kurdi cuidando de no lastimar su
cuerpecito inerte. Solidaridad de la gente que ofrece ahora sus viviendas para
recibir refugiados y que no mueran de indiferencia. Solidaridad de municipios,
de la iglesia, hasta de equipos de fútbol que parecen decir: no podemos
permitir que ocurra esto. No son todos solidarios, pero son.
La Solidaridad vs la Competitividad
En los últimos años solidaridad ha sido una mala palabra. La palabra triunfante ha sido competitividad. Pero, ¿cómo pedir competitividad a un niño que huye de la guerra con tres años? ¿Cómo pedir competitividad al padre que era un hombre sólo contra el mundo, mientras escapaba del suyo? A pesar de toda la propaganda del mundo moderno que nos individualiza y vuelve egoístas, de toda la miseria y de lo despiadado del mundo, desde el fondo del corazón humano en momentos supremos surge la solidaridad con el prójimo, con el desconocido, con el otro. Al final, no somos tan malos; hay algo bueno que es imperecedero, algo divino que no hemos podido matar.
Eso
es bueno, pero hay cosas que no debemos olvidar: el niño sirio muerto en esa
playa, su cuerpo pequeño solitario, indefenso, como si durmiera, muerto por la
indiferencia de los hombres. La reacción posterior que debería salvar a otros
niños. El silencio respecto de los refugiados africanos y la indiferencia norteamericana.
Todos ellos son síntomas de lo mucho que nos falta hacer para que éste mundo
sea un lugar mejor.
La crisis humanitaria continúa |
07 de setiembre del 2015
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