Escuchando algunos debates en
torno a la ley Pulpin, sorprende que contertulios como el ministro de Trabajo o
Rosa María Palacios, se refieran a los jóvenes que protestan contra la ley como
“chicos”, en forma absolutamente peyorativa. No sólo es un truco sucio para
etiquetar y disminuir a los jóvenes, sino que desnuda las concepciones
terribles de cierto sector que no quiere construir un país de hombres libres,
sino un país de menores a los que ellos puedan reprender y decir lo que hacer,
condenándolos a ganar miserias. Todo ello en nombre de las empresas y de la
libertad.
Jóvenes peruanos protestan contra ley Pulpín |
“Es
que”, dicen ellos, “las empresas crean el trabajo; no la ley, ni el gobierno”.
Mentiras redondas. Lo que crea el trabajo es la necesidad; si se quiere, la
demanda. Pero no la empresa. Cuando
aparece la demanda, viene la empresa y oferta soluciones. Esa es la verdad.
Luego dice ésta gente (Rosa maría, el ministro, y varios más) que como la
empresa crea el trabajo, hay que darle competitividad, y para darle esto, hay
que bajar sueldos, quitar derechos y todo lo que atente contra la
competitividad.
Pero
claro, decir que las empresas no son competitivas porque los jóvenes ganan
mucho y tienen muchos derechos, es como
decir que los negros lo son porque no usan Camay: una mentira. Para
empezar, los jóvenes no ganan mucho. Son mal pagados por grandes empresas que
los exprimen todo lo posible a cambio de “la experiencia” en supermercados,
telefónicas, call centers, centros comerciales y similares. En cuanto a
derechos, estos les son escamoteados sin piedad.
Competitividad
Incrementar la
competitividad bajando sueldos, no es incrementar competitividad, falso; la
competitividad se incrementa con empleados (instruidos) que ganan bien, que
tienen sus necesidades cubiertas, que comen ellos y sus familias 3 veces al
día. Para incrementar la productividad la empresa invierte en Investigación y Desarrollo de sus
servicios y productos para hacerlos mejores. La China, convertida hoy día en la
gran locomotora mundial, no podría competir en el mundo entero como hace hoy en
día bajando los sueldos más, sino hubiera invertido en Investigación y Desarrollo que les permiten crear los productos que
el mundo compra. Llama la atención que los liberales peruanos no sepan esto. O
no lo saben o son muy cínicos.
Lo otro que no se dice es que si
para que las empresas no cierren hay que tirar al piso los sueldos, es que no
son competitivas. Y si no lo son, según las leyes del mercado deben cerrar. Y
si cierran muchas al punto que el desempleo sube a niveles peligrosos, entonces
es que el sistema no puede absorber y dar empleo a los ciudadanos de un país.
Luego el sistema no sirve, lo que hay que hacer es cambiar el sistema por uno
que de trabajo y un sueldo que garantice la satisfacción de las necesidades de
la gente.
¿Existe un límite?
Ante la ley Pulpin una pregunta válida a hacer es ¿Cuál es el límite? Llevamos décadas
desde que se nos dijo que había que ajustarse los cinturones. Ayer apenas se
nos decía que en los 90s se había tomado el camino correcto y estábamos
viviendo una bonanza de padre y señor mío y que por tanto no debíamos alejarnos
del “camino correcto”. Pues ahora, cuando hay que redistribuir esa bonanza, se
nos dice que ya no, que para que los jóvenes tengan empleo hay que pagarles
poco. PPK, el inefable PPK, aconseja hacer eso hasta los 30 años. Jóvenes viviendo
de favor junto a sus padres hasta los 30 años es indigno, y hasta los 24 que
señala la ley, también es indigno. Acostumbrándose al tutelaje, no serán jamás
hombres libres, serán sometidos después como el elefante aquél al que le
quitaron la cuerda que lo ataba al árbol y él siguió atado para siempre en su
mente.
La derecha peruana no quiere un
país competitivo, quiere un país de esclavos en el que mantener sus privilegios
y en el cual el reparto de la riqueza de forma más justa se postergue para
siempre. Cuando dicen que no están quitando derechos a los jóvenes porque no
los tienen, están diciendo falacias. Que los jóvenes (y mayores también) no los
ejerzan porque las empresas se los escamotean, no significa que no los tengan,
significa que no los ejercen, entre otras cosas porque el estado no hace
cumplir la ley. Y como los jóvenes no los ejercen, oh solución inteligente, hay
que quitárselos. Pero vamos, es claro, si nuestro país no puede dar derechos a
la gente y se paga lo que se paga, una miseria, es que éste país que han
gobernado las derechas peruanas, ha fracasado de cabo a rabo y hay que buscar
otro modelo; porque ¿Cuando los índices de competitividad digan que seguimos a
la cola que harán? Vendrán a cercenar nuevos derechos o nos dirán como dicen
las derechas españolas, que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
Y nos quitarán todo.
Es claro que esta gente es
insaciable. Y también es claro que están tensando la cuerda al punto que ésta
va a terminar pillándoles los dedos. Esperemos que nuestro país genere
soluciones políticas de altura a éste unipolarismo ideológico nocivo y
peligroso que estamos viviendo. Lo único positivo de la ley Pulpin es que nos permite repensar cuestionadoramente el modelo que se ha implementado en nuestro país escamoteando la voluntad popular expresada en las urnas en el 2011.
Pueblo Libre, 12 de enero del
2015
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