El puesto de arquero en el fútbol
es un puesto solitario. Mientras los 10 jugadores de un equipo deben
coordinarse y hablar entre ellos, el arquero vive desconectado y decide sus
acciones en fracción de segundos. Pero peor que esa soledad de espectador
privilegiado, es un portero goleado, digamos por más de tres goles. Y peor que
ello es que ni los compañeros te arropen. Que luego del gol todos se volteen y
te dejen recoger la pelota en solitario desde el fondo de las redes. Peor aún
se vuelve la experiencia si ese trajín es acompañado por unas inclementes
cámaras de TV mostrando la soledad del hombre que recoge ese balón una y otra
vez, cubriéndose con el reproche del silencio, del que nada tiene que decir
porque todos lo han abandonado a su suerte, o a su no saber hacer las cosas.
Así se ha visto Iker Casillas. El muchacho simpático del beso a la novia
reportera que levantara la copa del mundo hace 4 años, se ha visto como un autentico
bufón, un tipo acabado (al menos por ahora), un hombre de paja que se llevaba
el viento de un Robben que lo hacía añicos y se iba corriendo detrás del arco
como a paseo en el parque. Tremenda lección para todos.
Porque en la derrota colectiva de
España por 5 -1 frente a Holanda, hay también una derrota individual, una justicia universal o la expresión de una "Ira de Dios", que se operaba en cada gol holandés. Casillas demostró este
jueves de manera casi científica que no está para el puesto, que lo suyo es ya
una estafa, que es un peligro para cualquier equipo que lo considere arquero. Hay una ira de Dios en cada gol a Casillas, porque durante más de un año, otro hombre debió
soportar un ataque insano, obstinado, machacón, insultante, de la prensa
española que no le perdonaba y le cuestionaba haber enviado a la banca a Iker
Casillas. Tratado como asunto de honor nacional, la prensa española cuestionaba
que “A Casillas se le hiciera aquello”. No importaba que por los partidos de
liga se supiera que Iker estaba bajo de forma y que su lugar natural fuera la
banca; lo importante era que el “seleccionador Portugues”, así lo aclaraban
xenófobamente, Portugués, “estaba
faltando el respeto al campeón mundial Iker Casillas”. Fue una campaña
nauseabunda en que una maquinaria de demolición trituraba todos los días a José Mourhino hiciera lo que hiciera, callara o hablara, lo mismo daba, Mourhino el
demonio, el impresentable, el atacante de casillas. Y Casillas callaba,
consentía, confabulaba aún en contra de su propio equipo con un silencio que
alimentaba la polémica. Siendo capitán, y siendo que el entrenador de su equipo
era zarandeado por la prensa por la decisión de darle banca, Casillas optó por
hacer mutis, un silencio aprovechado por el periodismo para atizar la hoguera
de la crítica.
Ni siquiera por Diego López, colega
de Iker, el otro hombre zarandeado por la prensa española, y que estaba
haciendo un trabajo de quitarse el sombrero para el club, ni siquiera por él,
Iker dijo esta boca es mía. Por el contrario se producían filtraciones misteriosas
a la prensa desde el vestuario del Madrid, o peor aún, declaraciones de Sara
Carbonero revelando detalles del vestuario blanco como aquel de “Mourinho tiene
muchos frentes abiertos en el Madrid”. O la reunión con Florentino, nunca
desmentida por Casillas ni Ramos, para exigirle que echara a Mou.
Es que es la soberbia. Todo
indica que Iker llegó a pensar que realmente el entrenador no tenía autoridad
para hacerlo calentar banca. Hasta allí todo bien, uno puede pensar lo que
desee. Pero el papel de topo, de infiltrado en su propio club, de desleal que
filtra información para socavar la autoridad del entrenador y permite una
campaña innoble de meses de duración contra otro hombre, es lo imperdonable. Mourhino
renunció a entrenar al Madrid asqueado por una atmósfera de guerra en la que se
le insultaba en las calles y su familia corría peligros. Se fue sin poder
demostrar que Casillas merecía la banca, no tenia cómo demostrarlo. Se fue como
sospechoso, como Satanás. Casillas era “el que nos dio un mundial”, el “santo”.
Hasta este jueves 12 de junio en
que todo eso se ha venido abajo con claridad pasmosa cuando Iker Casillas a
dado una clase magistral de lo que ningún arquero debe hacer jamás. Ante un
planeta entero que lo observaba, casi como siguiendo un descarnado guión de
Steven Spielberg para evidenciar la verdad, el esposo de la Carbonero ha salido
a comprar pan y se ha quedado petrificado a mitad de camino en el primer gol;
se ha lanzado al lado derecho de su arco cuando pudo quedarse quieto y no
entraba ese segundo gol; en el tercero ha perdido una pelota que cualquiera
sabe es “de arquero”, puesto que éste al saltar y jugar con las manos es el
dueño natural de esos balones aéreos. El cuarto gol ha sido un regalo pleno de
generosidad, y en el quinto se ha dejado llevar por Robben a paseo, pero de
rodillas, en uno de los goles más hermosos, conceptualmente hablando, que se
haya visto en los mundiales.
Y eso es todo, se ha hecho
justicia ante un planeta. Con ese España 1 - Holanda 5, nadie debería dudar en adelante que Jose Mourhino
tenía absoluta razón al mandar a la banca a Casillas. Nadie en todo el planeta, sin
atenuantes. La pregunta que flota es ¿Pondrá Del Bosque a Casillas frente a Chile?
Pueblo Libre, 15 de junio del
2014
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