Digo, no es que no importe el
balón de oro. Es que al ver a su novia Irina Shayk premiarlo con un beso de
esos labios, a uno le vienen ganas de entrarle al fútbol y dejarlo todo atrás.
De que todas tengan un Ronaldo, de que todos tengamos una Irina; anda a ver si
no habría más amor en el mundo si así fuera. Pero esto tampoco es lo
importante. Ver bañado en lágrimas al Cristiano Ronaldo que merodea las áreas rivales como un tiburón asesino,
es por decir lo menos, algo que nos hace reencontrarnos con algo muy profundo y olvidado: la
sensibilidad, la debilidad. Es la emoción de vernos retratados en aquel hombre emocionado
al ver a su hijo, a la novia, o a la madre; que se baña en lágrimas
inconteniblemente. Digo, es la rabia de un grito, es la victoria huidiza que
llega por fin, es el reconocimiento al esfuerzo de meses para ser el mejor, es
todo eso que explota y acalla la voz de Cristiano y la nuestra. El es nosotros,
nosotros somos él. Y eso es más que cualquier balón de oro.
Un Cristiano Ronaldo emocionado es aplaudido por Pelé |
Acaso en todo el show lo único
fuera de libreto hayan sido las lágrimas. Y son ellas las que humanizan al
personaje odiado y satanizado por los medios que jamás le perdonaron una. Que
dijera que lo envidiaban porque era guapo, rico y bueno, para la prensa se convirtió
en una cruzada contra la falta de “humildad” y le hicieron pagar muy caro el
atrevimiento por tres años. Hasta hoy en que a los ojos del mundo tenemos un “Comandante Cristiano” humanizado. Es que los comandantes también lloran.
Pero finalmente no son esas
lágrimas, ni el beso de Irina, ni el hijo, o la madre, o las paces con la FIFA,
lo que yo rescataría. Ocurrió hace algún tiempo y se destacó poco en la prensa.
Un hincha se mete a la cancha en medio de un partido, y se acerca a Cristiano para
robarle un abrazo. El ídolo toma entre sus brazos al hincha, lo arropa unos largos
segundos, lo calma, lo llena de su propio calor humano y ante el estadio
enmudecido y con el juego esperándolo, escolta al hincha fuera del campo para
entregarlo a la policía que espera; lo entrega con recomendación de que no le
hagan nada, “sólo es un chico que quiere un abrazo”. Cuando Cristiano Ronaldo
regresa a la cancha está visiblemente emocionado; un jugador del equipo
contrario, conquistado por el gesto humano del luso, le da una palmada de
gratitud al pasar.
En esos segundos estos tres
hombres han escrito una esperanza para la humanidad. En medio de un mundo
envilecido, de corrupción, egoísmo, lleno de espías y propósitos subalternos,
para ellos, el otro ha sido importante. Si alguien me lo preguntara el narrado
arriba, el de la cancha y el abrazo, es el gesto que yo rescataría de entre
todos alguna vez. Ganador justo del balón de oro, Cristiano Ronaldo nos deja
muchas lecciones de humildad.
Cristiano posa con su novia antes de su triunfo |
Pueblo Libre, 15 de enero del
2014
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