miércoles, 15 de enero de 2014

Cristiano Ronaldo: El Balón de Oro 2013 no importa

Digo, no es que no importe el balón de oro. Es que al ver a su novia Irina Shayk premiarlo con un beso de esos labios, a uno le vienen ganas de entrarle al fútbol y dejarlo todo atrás. De que todas tengan un Ronaldo, de que todos tengamos una Irina; anda a ver si no habría más amor en el mundo si así fuera. Pero esto tampoco es lo importante. Ver bañado en lágrimas al Cristiano Ronaldo que  merodea las áreas rivales como un tiburón asesino, es por decir lo menos, algo que nos hace reencontrarnos  con algo muy profundo y olvidado: la sensibilidad, la debilidad. Es la emoción de vernos retratados en aquel hombre emocionado al ver a su hijo, a la novia, o a la madre; que se baña en lágrimas inconteniblemente. Digo, es la rabia de un grito, es la victoria huidiza que llega por fin, es el reconocimiento al esfuerzo de meses para ser el mejor, es todo eso que explota y acalla la voz de Cristiano y la nuestra. El es nosotros, nosotros somos él. Y eso es más que cualquier balón de oro.

Un Cristiano Ronaldo emocionado es aplaudido por Pelé
Acaso en todo el show lo único fuera de libreto hayan sido las lágrimas. Y son ellas las que humanizan al personaje odiado y satanizado por los medios que jamás le perdonaron una. Que dijera que lo envidiaban porque era guapo, rico y bueno, para la prensa se convirtió en una cruzada contra la falta de “humildad” y le hicieron pagar muy caro el atrevimiento por tres años. Hasta hoy en que a los ojos del mundo tenemos un “Comandante Cristiano” humanizado. Es que los comandantes también lloran.


Pero finalmente no son esas lágrimas, ni el beso de Irina, ni el hijo, o la madre, o las paces con la FIFA, lo que yo rescataría. Ocurrió hace algún tiempo y se destacó poco en la prensa. Un hincha se mete a la cancha en medio de un partido, y se acerca a Cristiano para robarle un abrazo. El ídolo toma entre sus brazos al hincha, lo arropa unos largos segundos, lo calma, lo llena de su propio calor humano y ante el estadio enmudecido y con el juego esperándolo, escolta al hincha fuera del campo para entregarlo a la policía que espera; lo entrega con recomendación de que no le hagan nada, “sólo es un chico que quiere un abrazo”. Cuando Cristiano Ronaldo regresa a la cancha está visiblemente emocionado; un jugador del equipo contrario, conquistado por el gesto humano del luso, le da una palmada de gratitud al pasar.

En esos segundos estos tres hombres han escrito una esperanza para la humanidad. En medio de un mundo envilecido, de corrupción, egoísmo, lleno de espías y propósitos subalternos, para ellos, el otro ha sido importante. Si alguien me lo preguntara el narrado arriba, el de la cancha y el abrazo, es el gesto que yo rescataría de entre todos alguna vez. Ganador justo del balón de oro, Cristiano Ronaldo nos deja muchas lecciones de humildad. 

Cristiano posa con su novia antes de su triunfo
Pueblo Libre, 15 de enero del 2014

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