1.- Si usted ha sido enviado en misión diplomática a Perú, y se ha convertido en embajador en Lima, o agregado comercial o una de esas cosas de embajadas, y lleno de júbilo destapó un champan; o atraído por el “boom gastronómico” vino como turista extranjero a la “tres veces coronada villa”, o
es un provinciano iluso que cree que en Lima hará “la América”, le daré alguna
recomendación que nunca están de más. No ceda a la tentación de salir a recorrer
tiendas, restaurantes, mucho menos bodegas,
panaderías, o supermercados. Le explicaré porqué paso a paso. Envíe a su
empleada peruana. Ella conoce su chamba, agachará la cabeza o peleará por usted
sin mayores consecuencias. No opte por hacerse el humilde, de aquellos que van
al mercado con fisolofía de “progre” o bolsita incaica. No, envíela a ella,
tiene cancha y manejará cualquier situación con sabiduría.
2.- Si movido por su espíritu aventurero, usted no puede evitar la tentación
y decide salir a las calles, despójese de sus años de educación civilizada, olvídese
de derechos y tonterías. Vaya como a la guerra pero sabiendo que la perderá de
todas maneras. Evítela, pero si no puede evitarla, piérdala con una sonrisa, muéstrese
agradecido de haber perdido, diga algo así como “Hoy no he perdido, aprendí una
forma de no ganar”.
Madre de la agresora declarando para la prensa |
3.- Ya suelto en las calles limeñas, evite las tiendas, el roce mínimo
con el pueblo, no hay distrito rico o pobre, todos son iguales, ya lo comprobará.
Vaya con tiento, desconfíe, sonría mucho, pero no con sonrisa como de hombre
feliz; haga de tonto, bote algo de baba visiblemente, mueva la cabeza como si un tic ingobernable
lo esclavizara. Sobre todo no sea listo.
4.- Ahora que, si pese a las advertencias decidiera ingresar a algún
establecimiento, ya sea una bodega de barrio, o un supermercado ficho, sea
precavido, sepa que ha ingresado en una selva virgen llena de fieras
desconocidas. Sobre todo tema mucho, no se crea fuerte, ni aún fuerte. Esta
usted en terreno inexplorado y todo es una jungla, téngalo siempre en cuenta.
5.- Cuando pida sus productos baje la voz, no sea que lo tilden de
arrogante, abusivo, o malcriado. Si tiene algún documento de identidad de su país,
destrúyalo ya mismo. Si conserva algún dejo nacional, olvídelo. Es recomendable
bajar la cabeza, si puede invisibilizarse, mucho mejor.
6.- Pero como sé que usted es un cabeza dura y se irá a meter a comprar
sin precauciones, es recomendable que no objete nada, que no reclame nunca,
aunque los 5000 años de civilización le digan que hay reglas de convivencia,
turnos, órdenes, normas de conducta civilizada. Y que usted tiene la razón.
Déjese de tonterías. aquí nada de eso sirve.
7.- Si creyó aquello de que los limeños leían el Manual de Carreño, o
que el Dedo Meñique de la Holler, ese manual de modales que fue número uno en
ventas, no se engañe. Una cosa es comprar un libro, otra leerlo, una diferente
practicar lo que se lee. Tenga muy, pero que muy en cuenta aquello de “a una
dama, ni con el pétalo de una rosa”. No lo olvide jamás. No importa que la
susodicha sea violenta, agresiva o boxeadora.
8.- Si alguna dama invadiera la cola, o no respetara el turno de atención
del supermercado guarde silencio. Zamparse, zambullirse, meterse, introducirse
en la cola sin derecho, es deporte limeño difundido y protegido en todas las
instancias. Ni se le ocurra protestar, quejarse, mirar mal al zampón o zampona.
Por el contrario, sonría, alabe la astucia, la gracia, la generosidad de la
intrusa. Dígale alguna palabra de gratitud, obséquiele un aplauso.
9.- Pero si por alguna razón extraña usted no hace nada de lo anterior
y decide reclamar su derecho, no espere respeto. Haga oídos sordos de los insultos
que escuchara, aduzca sordera, si domina otro idioma háblelo profusamente,
alegue confusión; es decir, no sea cojudo, ¡Hágase el sueco! Es cosa de vida o
muerte.
10.- Si decide invocar, maldita palabra, su DERECHO, usted va por el
mal camino. Si la dama en cuestión se planta desafiantemente ante usted, y lo
pecha por varios segundos a un centímetro su rostro del suyo, haga lo correcto,
no diga nada, tampoco se aparte, no sea que lo consideren un desplante; diga
algo así como “perdone la bella dama por haber reclamado mi derecho”, “pase
usted”, es más, ofrézcale pagarle la cuenta, cargarle los bultos, algo que
ponga paños fríos.
11.- Pero si usted decidió exigir respeto, creer que tenía derechos,
creer que había llegado primero, suponer que andaba en una ciudad civilizada, y
respondió diciendo aquello de “Yo estoy primero”; vamos, usted se merece un
curso acelerado de modales y lo tendrá. Después de recibir el cachetadón, que
lo recibirá, puede apostar…No ose defenderse, no pretenda que su integridad está
en peligro, ni protegerse ni nada. Sea hombrecito, reciba la cachetada de ida y
vuelta con la serenidad de un monje budista, diga “oooohmmm”. O la TV y la
prensa, se las agarrarán contra usted.
12.- Si decide protegerse poniendo distancia entre usted y las
agresoras, hágalo con alguna rosa, un objeto no contundente como una revista, digo,
use papel tisú, un pañuelo de seda para apartarlas. O mejor aún quédese quieto,
permita la masacre. Ofrézcase de punchinball.
13. Entienda que cualquier cosa será mejor que defenderse. Si se le
ocurre alejarse quince metros, sepa que lo perseguirán. Sobretodo sepa que si
es embajador en Lima, lo perseguirán hasta el estacionamiento y el periodismo iniciará
una campaña macartista y patriotera. Que no buscará la verdad sino la sangre,
el escarnio, reivindicar la “dignidad” nacional mancillada con una revista.
14. Sepa que aquello de “Marca Peru”, que tanto nos costado, nos vale
un carajo, que aquí la agresión es consentida, defendida, auspiciada cuando nos conviene. Opte por la retirada para siempre si no quiere morir en el intento y no se olvide que “Lima está de moda”.
Pueblo Libre, 03 de mayo del 2013
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