A propósito de todo el embrollo quese armó en torno al pleito entre un embajador y dos señoras en un supermercadolimeño, han salido casi sin querer, algunos aspectos que no deberíamos pasar por
alto tan alegremente. Lo más importante quizás, es comprobar que andamos ahítos
de hipocresía al grado de exigirla en los demás y cuando no, pues vaya, a
capazos contra el rebelde; pero hay que decirlo también, es un mal harto
difundido en las “grandes ciudades”.
Es impactante observar que mucha
gente reconocía que la señora en cuestión y su violenta hija, son sólo un caso
de miles que se producen diariamente de irrespeto en el turno de atención o en la
cola de un supermercado, panadería o bodega. Pero no obstante ese reconocimiento,
la gente señala que “es mejor no reclamar” “te ahorras un problema”. Sabiduría
popular, que le llaman. Eso es hipocresía con uno mismo. Sabes que tienes la
razón, que normas de conducta civilizada te la otorgan, que si hay un derecho
que te asiste debes hacerlo valer; pero prefieres el silencio para evitar los
insultos del agresor de la cola; o peor aún, evitar el dedo acusador de la demás
gente que sabe que te asiste la razón, pero que te acusará de “pleitista” por
haber reclamado tu derecho, por “no ser tolerante”. Entonces optamos
hipócritamente por el silencio. En eso estamos convertidos. En una sociedad
hipócrita que renuncia a lo elemental, que sabe que las señoras agredieron
primero; pero que no lo dice, porque más importancia se le da al hecho de que el
otro involucrado es hombre, es extranjero y es diplomático. Como si todo ello
otorgara derechos sobre ese individuo. Le hubiera valido más ser peruano, mujer
e ignorante, para evitar el cargamontón.
Enmascararnos para sobrevivir |
Sociedad hipócrita porque consintió
en dedicar dos semanas a un tema de pleito del supermercado, de los que abundan
diariamente; pero que guarda silencio frente a los temas importantes, como que
en esos quince días cientos, quizás miles de mujeres, han sido agredidas,
golpeadas y hasta muertas por sus parejas; pero allí la sociedad calla, la TV
calla y hasta las asociaciones de mujeres que protestaron contra el embajador, callan
y guardan silencio; son parte del mismo yugo que denuncian, son sus defensoras y
sostenedoras, porque les gusta la peliculina para las cámaras, el escándalo
mediático; pero bostezan ante problemas reales o los confrontan en tés de tías.
Hipocresía, cuando guardamos
silencio frente al tema del empleo que todos los meses se nos dice que crece,
pero no se dice cómo, y ya ni se menciona el tema de las services que se apropian
de buena parte del sueldo del empleado, como si esta moderna esclavitud, oleada
y bendecida desde los órganos de gobierno, para convertir en mercancía ya no la
fuerza de trabajo que denunciaba Marx; sino la posibilidad del trabajo; el
“acceso” al trabajo convertido en mercancía por la cual debes pagar, o lo que
es lo mismo, el trabajo convertido en “utopía” que se compra con un por ciento
del salario que recibes. Porque si no lo haces bajo el esquema de la
tercerización o el service, no tienes posibilidad de venderte. Y de esto no se
habla ni bien ni mal, como si no existiera.
Hipocresía porque cuando frente a
la voluntad de normar el expendio de comidas chatarra en los colegios, se
invoca la libertad y se protesta desde los medios, pero no se dice que los niños
a los que busca proteger la norma, no tienen ni los conocimientos ni capacidad
de discernir entre un alimento que lleva sustancias adictivas que le hacen daño;
y un alimento sano, como una fruta, pero que por natural no lleva las
sustancias adictivas ni los químicos que atosigan al otro. Y por eso el
estado debe defenderlos normativamente.
Hipocresía porque cuando las
exportaciones bajan se sigue hablando de nuestro “éxito” y hasta se nos dice
que ahora somos la “octava economía de América latina”, pero cuando se habla de
sueldos de maestros, médicos, policías y de la gente en general, se responde
que no hay recursos, que la caja fiscal, que la crisis que se viene, que el pan
para mayo y un etc. Una sociedad hipocrita.
Pueblo Libre, 22 de mayo del 2013
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