El problema con el fin del mundo
es que nadie cree en él. Está tan devaluado que hay gente que se chancea
burlándose del fin y de los pocos que sí creen. Es como el diablo, que hace ya
años cayó en tanto descrédito que le empezaron a llamar “pobre diablo”. Y es
que hasta las profecías, por muy Mayas y terribles que parezcan, se gastan de
tanto usarlas y terminan por no asustar a nadie. Ahora, no sería raro que cuando Noé construía
su barco anunciando el fin de los tiempos, nadie le creyera y lo tacharan de
loco. El buen Noé, supongo, en tanto martillaba las maderas habrá soportado
tremendas chanzas y hasta su familia debe haberle obedecido en silencio girando
un dedo a la altura de la cien, cuando el caballero no los veía: al final el
anciano rió último y los incrédulos perecieron como moscas ahogados más que en
agua, en soberbia. Digo, a menos que chanzudos como estamos tampoco creamos en
el diluvio universal; pero vamos, son tiempos de no creer más que en
smartphones, tarjetas de crédito, regalos y cosas tangibles. ¿O no? Por cierto, los
Mayas no profetizaron el fin del mundo; sólo le limitaron a acotar su
calendario, le pusieron un principio y un fin. No hay que calumniarlos. El 21
de diciembre se resetea el calendario y punto.
¿Le chuntarán al planeta? |
Volviendo a esto de cosas,
profecías y de historias que se gastan con el uso, todos recordaremos la fábula
del Pastor y el lobo. Aquel joven cuidador de ovejas que aburrido como estaba
de no tener novia, internet ni smartphones, y de pasarse la vida contando
ovejas; no para dormir como hacemos nosotros, sino porque para eso le pagaban
unas monedas; decidió jugarles una buena broma a los amigos fingiendo que lo
atacaba el lobo. Cuando los amigos llegaban corriendo para socorrerlo
encontraban al bromista revolcándose de risa porque todo era mentira. Usó tanto
la broma que entró en descrédito y nunca más los amigos fueron en su ayuda.
Algo así pasa con el ex dictador
Fujimori. Ha usado tanto el cuento de la depresión que ha gastado su mejor
recurso. Inicialmente surtió efecto hacerse el triste, pero entusiasmado con
las encuestas que hacían sus amigos se puso eufórico, pintó cuadros, escribió
cartas, exigió dar conferencias y hasta se consiguió una amiguita para que le
dé asistencia espiritual a toda hora. Tan emocionado andaba que no se percató
que la gente es suspicaz y no tan caída del palto como él la juzga. Y las
encuestas lo abandonaron. El presidente Humala, que se había metido solito en
camisa de once varas y ya no sabía qué hacer, ahora respira más tranquilo; ya
el reo de cárcel dorada ha dejado de ser noticia en los medios y es que ha
usado tanto el cuento de la depresión que lo ha gastado hasta acabarlo. Y
vamos, ningún deprimido exige dar conferencias en RPP. ¿Es otro pastor al que
se come el lobo?
Sin embargo en cuanto al fin del
mundo, Fujimori y el Pastor, nos conviene estar alertas. Cualquiera que fuera
Dios no programaría el fin de los tiempos en fecha que todos conocieran. Habría
que tomar por sorpresa al planeta. Además, los escépticos que se chancean
burlándose del fin del mundo, no han respondido porqué la tierra tiembla tanto,
ni han podido explicar cosas como la construcción de las pirámides, la cual
sería prueba de la existencia de un civilización superior que se destruyó, como
nos pasará a nosotros según las profecías.
Yo creo por ahora en las
tormentas solares, tema sobre el que ya escribí algunas líneas antes, y en que
un proceso de destrucción y fin de la era está ocurriendo ya mismo ante
nosotros. No lo veremos mañana ni pasado como un cataclismo, pero en poco
tiempo sentiremos sus efectos en nosotros.
No olvidemos por otra parte que
en la fábula del pastor y el lobo, si bien los anuncios del pastor nunca se
cumplieron, un buen día llegó el lobo y se lo almorzó, cuando ya nadie creía en
anuncios ni profecías. Como dijo don Lázaro Florida “No temer, pero respetar”.
Pueblo Libre, 20 de diciembre del
2012
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