Hace ya varios años los
trujillanos mirábamos llegar a nuestra ciudad unos tipos inmensos, rubios,
barbudos. No eran los Españoles de Pizarro, que llegaron mucho antes. Estos eran
turistas mochileros: gringos y europeos que venían a conocer nuestra ciudad; cientos, miles de ellos. Habían burlado a la propaganda que les hablaba sólo de
Cuzco y la maravillosa Machupicchu; también habían escapado a la mención excluyente de Arequipa, la Ciudad Blanca. Y habían llegado hasta el norte peruano atraídos por la curiosidad, en un
tiempo en que no existía la mal llamada “Ruta Moche”, ni el Señor de Sipán, ni La
Dama de Cao, ni El Degollador. Nada de eso existía. Apenas nos sonaba un poco Chan Chan
y la fama de una playa de ensueño que era Huanchaco. Los turistas jamás traían
niños. Vestían pantalones cortos -casi siempre de color caqui- camisas muy
ligeras, botines explorador o unas gastadas hawaianas, lo mismo les daba. Cargaban sobre sus espaldas unas mochilas inmensas, tan grandes como
ellos mismos.
Estos
turistas no pagaban hotel. No había Westin, ni Meliá, ni Hotel Libertador, ni
Hotel Turismo, ni Hotel El Brujo; no, nada de esas cosas. Se hospedaban en el piso o en algún
jardín, que para eso era la enorme mochila, para el sleeping y todas las cosas
de vivir. Luego aparecían por la plaza de Armas. Esa que hace enmudecer y produce
crecimiento de los ojos. Y se ponían a sacar fotos. Fotografiaban los
monumentos, EL MONUMENTO, los árboles, las casas, pero más que nada
fotografiaban los ventanales de hierro forjado. Nosotros los mirábamos apuntar aquellas cámaras tan grandes que parecían bazookas hacia
nuestros ventanales. ¿Qué les veían?
Ventana de Hierro Forjada C.C. Haya de la Torre (Trujillo del Perú) |
Hasta
que me pasó dejar la ciudad y volver varios años después para comprender que lo
que no comprendíamos era la belleza que estaba frente a nosotros. Lo bello
pierde encanto si lo vemos todos los dias; la distancia se lo devuelve. Esos
ventanales con sus formas caprichosas eran únicos, singulares, hermosos. Y no
lo veíamos. El tiempo pasó. Ya no hay más gringos mochileros. Hoy todos traen
tarjetas de créditos y se hospedan en hoteles y hostales. Se van de frente a
Cao, el Brujo y otros lugares. Nuestras ventanas siguen allí. Esperando por
nosotros que ahora sí les sacamos fotos.
Nunca nos preguntamos de donde salieron. Están y eso basta. Búsquelas en Lima, Arequipa, Cusco, Cajamarca, en donde quiera y no las encontrará, son exclusivas de Trujillo del Perú. En la exposición de Trujillo de Extremadura que reposa en casa de Haya, observé una foto. Es una reja muy antigua en las paredes de un viejo palacio del Trujillo transoceánico, el Palacio de Piedras Albas. Allí esta, atravesando el océano, el antepasado antiguo, herrumbroso, pero idéntico, de nuestros ventanales de hierro forjado. De allí es de donde vinieron. En España están los aceros, los hierros, también están nuestros abuelos remotos.
Nunca nos preguntamos de donde salieron. Están y eso basta. Búsquelas en Lima, Arequipa, Cusco, Cajamarca, en donde quiera y no las encontrará, son exclusivas de Trujillo del Perú. En la exposición de Trujillo de Extremadura que reposa en casa de Haya, observé una foto. Es una reja muy antigua en las paredes de un viejo palacio del Trujillo transoceánico, el Palacio de Piedras Albas. Allí esta, atravesando el océano, el antepasado antiguo, herrumbroso, pero idéntico, de nuestros ventanales de hierro forjado. De allí es de donde vinieron. En España están los aceros, los hierros, también están nuestros abuelos remotos.
Reja de Hierro Forjado - Palacio de Piedras Albas - Trujillo de Extremadura |
Pueblo Libre, 13 de mayo del 2012
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