Estoy detenido en una esquina de Aramburú. En algunos tramos el tráfico es lento y pesado; en otros, rápido y peligroso. En la esquina contraria a la mía un anciano como de 80 se apresta cruzar la calzada de una transversal a Aramburú. En las manos lleva un andador de hospital en el cual se apoya para caminar. Ha puesto el artilugio en la calzada y ya da los primeros pasos. De pronto, cuando está cuatro pasos adentro, una camioneta 4 x 4 ingresa a la calzada. El conductor (o conductora, lo mismo da) observa al anciano, detiene el vehículo, espera. El anciano no levanta la mirada. Cruje su peso sobre el metal, cruje el metal bajo el peso del venerable señor. Cada paso de éste es una lucha; bufa, suda, se esfuerza y avanza. Va dejando la calzada. Un segundo vehículo ha llegado tras el primero, el conductor también decide esperar.
Un pequeño milagro es posible. En cada esquina, en cada calle, en cada casa. En cada instante que atraviesa nuestra vida es posible hallar un milagro si nos atrevemos a buscarlo.
San Isidro, 28 de septiembre del 2011
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