jueves, 31 de julio de 2014

Dos amigas, dos historias, dos egos colosales

Historia N° 1 : Maité


Maité tiene poco más de 25 años. La conozco hace como 4 o 5 meses. Vive desde hace 8 años en Europa, en España. Ha venido a Perú por unos estudios. No le he preguntado por qué hacer estudios en Perú, si está en Europa; no necesito preguntar, sé lo que pasa, también soy migrante. Maité tiene una risa de niña que desarma y conmueve. Es una risa franca, casi ingenua, da miedo ver una risa así de desnuda, de vulnerable. Maité es bonita. Hemos coincidido algunas veces en reuniones con otros amigos. Una tarde de sábado, cuando terminó la reunión, se me acercó y dijo ¿Cómo te llamas? Después de que se lo dije añadió “Hemos coincidido como cuatro veces, creo que es tiempo de conocernos”. No había que emocionarse. Conocernos era saber nuestros nombres. Sólo ello. Y bajar barreras, saludarnos a veces.

Y otras veces también. Lo malo es que lo bonito se termina. Y en mi caso ocurre casi siempre. Hace como 21 días ella y yo nos encontramos y me confió datos que recién supe en ese momento. Por ejemplo, que vive en Barcelona y que en una semana se volvía para allá. Que antes viajaría a Trujillo, luego retorno a Lima y finalmente avión a Barcelona. Claro que sí, le hice la pregunta obvia ¿Eres de Trujillo? Sí, a secas, Sí. Hombre, me digo, haberlo dicho antes Maité, hubiéramos sido más amigos hace rato. Uno baja ciertas defensas cuando encuentra una persona de su ciudad. Desde ese día, cuando le dije que también yo era trujillano, nos hemos visto varias veces, nuestros orígenes comunes hicieron su trabajo, el diálogo fluyó, y la confianza tomó un lugar entre ambos. No confundir, es sólo que el diálogo se volvió más fluido. Pero ocurrió tarde. Maité se volvía a España. O quizás por eso todo fluyó más fácil.

La penúltima noche antes de su viaje a Trujillo me dio unas quejas, con esa sonrisa tan bonita con que celebró una de mis ocurrencias y su cabello negro agitándose. Había ido esa misma noche a una cena para despedirse de una amiga. En medio de la reunión llegó el novio de ésta. Después de los saludos de rigor, y de enterarse que Maité vive en Barcelona, al novio los colores le cambiaron. Para peor el otro dato, Maité es trujilana. La Maju Mantilla es trujillana, y con ella otra legión de reinas nacionales trujillanas han llevado a que estas, las trujillanas,  sean mal miradas en Lima. Es la envidia, los celos, la impotencia. Eso.

Ego colosal y machismo: combinación terrible
        Pues el novio de la amiga se mandó con cositas como ¿España? ¿Allí es donde están en crisis, verdad? ¿Y para qué te vuelves?...Maité cuenta que el tipo se pasó la noche haciendo comentarios de ese tipo, tratando de hacerla sentir mal. Dice Maité que no entiende la animadversión del tipo, si acababa de conocerla, ¿Qué le hice? Se pregunta. Yo, que algo sé de esas cosas, le di unas respuestas para que se sintiera mejor.

Es hasta fácil. El novio es un ego colosal. El punto es creerse lo máximo, irresistible, por encima de todos. Cuando eso ocurre el otro no existe. El novio de la amiga de Maité se cree lo máximo, está acostumbrado a fanfarronear y no soporta que alguien le haga sombra, peor si es mujer. Maité, peruana viviendo en Europa (aunque fuere en España), es una sombra enorme, una espina. El "novio" probablemente no ha salido de Lima, y si salió es como si no, porque no aprendió nada. En provincias pisoteó costumbres y personas como la cosa más normal del mundo. Por eso debe combatir a Maité, atacarla, bajarle la moral, para sentirse por encima aunque sea falsamente. Eso es todo. Ni siquiera es un mal tipo que lo hace por malo, es lo que ha hecho y visto hacer toda su vida. Desde sus padres y abuelos. Cree que es normal, que toda la gente es así en todas las ciudades. En su entorno es lo mismo. Las relaciones con mujeres y hombres son lo mismo, el exitismo de nada, la fanfarronería enmascarada de grandilocuencia y triunfo.

Maité, estudia y trabaja en Barcelona sin hacer daño a nadie, sólo para hacerse un lugar en la vida, ha sido la víctima esta vez. Su ciudad entorno y costumbres han sido diferentes. No comprende nada de lo que le pasa en Lima, de la envidia que genera, de las puyas. De la miseria moral de algunos que le quieren hacer daño porque ella es una denuncia sin habérselo propuesto. Es el otro resultado de nuestra “bonanza económica”. Los beneficiados se creen que ya la hicieron, que todos los demás son “losers”. Y atacan desde su ignorancia y sus triunfos de mentiritas. Una variante compleja son un tipo de individuos que se solazan en hacer la vida a cuadritos a las mujeres. Machistas de última hora con dinero suyo o de papá. Príncipes de papel educados en los colegios caros y hogares de mentalidad barata, que miran a las mujeres como extensión de sus logros.

Maité volvió a Europa una semana después de estos hechos. Se fue tranquila. Dejó en Lima unas pocas amistades a las que agradeció con una gratitud más que gigante sus atenciones, pero dejo también con sus pequeñeces a muchos egos colosales que son plaga en Lima y que andan por el mundo sin percatarse de todo el veneno que desparraman y sin pensar para nada, que las personas no son todas iguales.

Pueblo Libre, 28 de julio del 2014 


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