En su novela Lazos de Amor, el siquiatra norteamericano Brian Weiss
afirma que hay alguien especial para cada uno de nosotros. Pueden
ser dos, tres, o cuatro seres en una vida. O uno solo. Son almas gemelas con las que nos encontraremos
pase lo que pase. Almas gemelas son personas que están unidas eternamente por
los lazos del amor. Afirma el doctor Weiss que las almas gemelas viajan buscándose
a través de los siglos por toda la eternidad. El aspecto cambia, pero las almas
gemelas se reconocen. Sin embargo, no siempre el encuentro se produce. Incluso
a veces, producido el encuentro, los amantes no son conscientes de ello. El
encuentro es perturbado por el miedo, por la desconfianza, o por el diferente
nivel evolutivo de las personas que deberían unirse. A veces el encuentro se
produce cuando alguno de ellos ya tiene otro compromiso.
Brian Weiss también sugiere que a
menudo encontramos a nuestra alma gemela demasiado pronto. Según esto, encontramos
a nuestra alma gemela encarnada en la vecinita de junto a nuestra casa, en el
compañerito del colegio, en el amigo o amiga del barrio en que vivimos. A veces esa razón nos hace
minimizar el encuentro. Pensamos que éste debe ocurrir después de una gran
búsqueda, a veces de muchos años y consumiendo mucha geografía. A veces creemos que es necesario adquirir “experiencia” y “conocernos”. Lo real es que
ni es necesario adquirir experiencia, ni conocernos largos periodos de tiempo,
porque la experiencia la tenemos y nos conocemos de otras vidas. Eso explica
los “flechazos”, la sensación que sentimos de que conocemos a alguien de mucho tiempo
cuando en realidad lo acabamos de conocer, o lo bien que nos sentimos en la
presencia de ese alguien.
A veces es el ego, la inmadurez, el
rencor, lo que nos lleva a dar al traste con una relación. Si desechamos una
relación con un alma gemela, el sufrimiento será grande y sólo en casos
excepcionales una persona podrá alcanzar a encontrar en esa vida a otra alma
gemela.
Todos estos pensamientos venían a mi
mente a propósito de una conversación con una dama amiga mía. Me contaba ella
de una relación que había sostenido con un caballero hacía muchos años. Una
relación que ella recordaba con gratitud. Ahora ella es una persona mayor,
felizmente casada y con hijos grandes.
¿TESTIMONIOS?
En Youtube hay miles de testimonios
anónimos de gente que se confiesa de modo similar. En los comentarios que acompañan
las canciones románticas del tipo Ángeles negros, o Los Galos, Raphael y otros,
la gente revive las emociones de sus años jóvenes y revive los amores
truncados. Confiesan, virtud del anonimato con que escriben, cosas del tipo
“Con ésta canción me enamoré de fulano. Ahora estoy casada(o) con un hombre(mujer)
maravilloso(a), pero no he podido olvidar ese amor, lo sigo amando”.
Son personas que tienen una vida hecha
y quizás hasta un amor de los buenos. Sin embargo, en sus corazones hay un alma
gemela a la que vinieron a buscar, a la que quizá encontraron; pero
circunstancias que sólo ellos conocen los llevaron a una ruptura. Dice el
doctor Brian Weiss que el destino dicta los encuentros, pero que una decisión
errónea puede llevar a la soledad y a un gran dolor. Un acierto en cambio,
produce una gran felicidad y es un cataclismo de amor.
En Hable con Ella, de Pedro Almodóvar,
el escritor Marco confiesa llevar enamorado 10 años, de una mujer a la que no
puede olvidar y cuyo recuerdo lo emociona hasta hacerlo llorar. En la vida real
conozco a alguien que por 10 años ha despertado cada mañana pensando en una
mujer a la que ya no verá jamás. Son Amores extraños que se buscan a través de
los siglos. Almas gemelas que volverán a encontrarse entre las arenas del áfrica
o al pie de una pirámide.
Una de mis amigas ponía en su muro del
Facebook hace poco el siguiente mensaje “Di que sí, aunque te arrepientas,
porque si dices que no, te arrepentirás de todas maneras”. Hombres y mujeres nos pasamos la vida
buscando a la chica diferente, al chico diferente. Y cuando los hallamos, a veces por temor, a veces por soberbia, pensamos que nadie es demasiado bueno para nosotros, y seguimos de largo.
Después sólo nos queda lo que queda.
Tal vez el secreto esté en la próxima vez tener
los ojos abiertos, y escuchar al corazón un poco mejor. Sobre todo, no escuchar
a la mente, sus miedos, sus prejuicios, sus conceptos. Simplemente escuchar al
corazón.
Pueblo
Libre, 05 de octubre del 2015
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