Con respecto a Edward Snowden y toda la historia de las revelaciones que ha
hecho, delatando las escuchas ilegales y grabaciones inadmisibles de su gobierno, el guionista parece haber equivocado el guión de la peli. En la que
estamos viendo, Snowden es un traidor, un delator, un apestado al que nadie
quiere; y sus acusadores, aquellos que quieren cazarlo como un conejo, son los
que luchan por la justicia, los buenos. En las pelis normales el chico bueno y
guapo, por añadidura experto en computadoras; casi siempre uno que nada tiene
de héroe, y más bien si de vecinito de la puerta de al lado, es el héroe; que
tiene una novia linda o se hace de una durante la acción, y recibe la ayuda de
ella y de algún amigo; cómplice gordo o tonto, pero buenote que le saca las
castañas del fuego y se juega el pellejo por ayudarlo a ganar. Así es la
película que todos aplaudimos, la que la rompe en la taquilla y en la que nos
identificamos con el héroe, se llame Peter Parker, Indiana, Mad Max o como se
llame.
Edward Snowden |
En esta peli que estamos viendo,
el joven guapo abandona a la novia linda, que se declara aterrorizada de él, también
lo abandonan los amigos, le cierran las puertas de su país y le abren la de los
calabozos del mismo; la opinión pública lo condena, dicen que traicionó a la
empresa para la que trabajaba, y hasta el presidente, aquel negrito con cara de
amigo justiciero, proclama que hay que renunciar a la intimidad en pro
de la seguridad; por tanto, aunque no lo dice, nos está diciendo que Snowden
está mal y espiar al mundo entero ilegalmente, está bien. Y manda a sus
hombres, cual jinetes negros de Saurón, a perseguir a este moderno Frodo de
gafas, de 29 años, huérfano reciente de novia, en que se ha convertido Snowden.
Y aquí, que siempre nos identificamos con las causas perdidas, con los
caballeros a carta cabal de a caballo y espada, que luchan por el bien contra
los malvados, nos sentimos de pronto Snowden, y queremos ayudarlo. Porque lo
intuimos solo, acosado por sí mismo y por su decisión y porque después
del discurso de que no quiere vivir en un mundo en que se graba todo, los demás
lo han abandonado; como a Jerry Maguire cuando escribió y repartió aquel
compendio de principios entre sus compañeros y todos, menos una (Renné Zelweger, que no era poco), lo abandonaron luego de los aplausos; porque
primero, comprensiblemente, es el cheque de fin de mes, la paga, el salario, las facturas, el cable, la
internet en el móvil y después el romanticismo, los valores, la locura de
querer ser como tus palabras.
Entonces preguntamos qué ha
pasado. Rocky Balboa luchaba con sus puños por una patria de libertades frente
a un imperio opresor y totalitario, en Rocky III. Rambo se exponía a una lluvia
de balas disparada por enemigos musulmanes y rusos por esa misma patria en una
guerra que nadie entendía, pero cuyos valores expresaban todos. Bruce Willis
luchaba contra unos malos de aspecto musulmán que querían chantajear y destruir
los valores de occidente. Los chicos norteamericanos luchaban por la libertad.
Al menos ese era el rollo. Una libertad que es la que quiere Snowden, entendiéndola como la verdad, la justicia, la
libertad. Libertad de hablar y pensar sin ser espiado, la justicia de que eso y
no el ojo invasivo sobre la privacidad es lo justo, la verdad de decir su
verdad sin ser perseguido por ello. Pero le han caído encima todos, o casi. No he
visto una sola manifestación pública en su favor, ninguna movilización, y sólo
unos cuantos pronunciamientos en su nombre, una cosa tímida para quedar bien
con la conciencia. Y en nuestro país esto es para llorar. Silencio total.
Novia de Snowden, Lindsay Mills |
Hay una renuncia a ejercer la
ciudadanía. El miedo nos ha invadido paralizándonos y consumiéndonos.
Justificamos la violación de nuestra intimidad a cambio de seguridad. También justificamos
esa violación porque no queremos detener la juerga, la diversión, la alegría.
Porque todo va demasiado bien aquí dentro, como para arriesgarlo por un chaval
tonto. Hasta se dice al respecto “si te portas bien no tienes porque
preocuparte”. Y claro que me porto bien, pero pienso libremente y pienso que
nadie tiene derecho de espiar a nadie, en nombre de la seguridad. No
necesitamos espiar más, sino acordar más, consensuar más, odiar menos, luchar
mejor contra los flagelos universales, antes que flagelar más con redes de espías
mundiales.
La batalla parece temporalmente
perdida, como Frodo desfalleciendo en las montañas de la tierra media, lejos de
destruir el anillo. La gente a veces dice, “tienen razón”, refiriéndose a
Snowden, mientras empinan el codo o miran la telenovela de turno. O se pegan
desde el dedo al Smartphone con un Triz irrompible. Es el control total, la
estupidez infinita, la renuncia al propio pensamiento. ¿Snowden héroe? Al
carajo, que se defienda solo, quien lo manda. Ya no hay príncipes valientes, ni
caballeros del rey Arturo, ahora hay legiones de pendencieros que pasan por
hombres pragmáticos. Son tipos sin ideales, sin valores, sin derroteros. Buenos
para nada, o buenos para la pendencia, la diversión, el vicio, la indiferencia.
Y entre ellos están quienes nos gobernarán mañana. El egoísmo se ha convertido
en un ideal. Edward Snowden, el muchacho de 29 años, arrancado de su familia
para preservar la vida, el que se ha jugado por todos nosotros para revelar una
verdad muy incómoda, está solo y no podrá ser mostrado en el Hollywood de hoy, plagado de patriotismos y censura.
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