sábado, 29 de junio de 2013

Consenso Sin Lima: la explicación



Del consenso antilima de levitsky, al consenso sin Lima, hay un mundo de distancia y trataré de explicarlo en el pequeño espacio de esta discusión.


Conversando meses atrás con un amigo ingeniero, él confesaba haber tenido una discusión (en el buen término) con una señora arequipeña, que le reprochaba que los limeños se llevaban sus riquezas. El amigo no sólo desechó aquella tesis, sino que sostuvo que Lima daba dinero a las provincias. Yo le dije que la señora tenía toda la razón y él me miró con sorpresa.


Cuando uno revisa las cuentas del estado encuentra que las provincias reciben menos de lo que aportan. Sólo las provincias muy pobres reciben algo más de lo que entregan. La ciudad que desde hace siglos recibe más de lo que aporta es Lima, invariablemente, cuando los conquistadores españoles empezaron a recoger el oro de las provincias, para construir sus palacetes en la capital o enviarla a la metrópoli española. 

En Lima no hay petróleo: Hay petroperu  ¿De dónde?

En provincias la pobreza es consuetudinaria

Y hay falacias que por supuesto inflan las cifras limeñas. Por ejemplo, la producción de una minera limeña (todas las grandes mineras son limeñas) aparece aportando al PBI de la región Lima; lo que no se dice es que la explotación de esas mineras se lleva a cabo en provincias. Los puristas alegarán “pero se les entrega el canon”. Sí, es cierto, el 30% en impuestos para la región. Yo pregunto “¿Por qué no el 100% para la región?”. Lo mismo ocurre con el petróleo, el gas, y hasta con los dineros por ingresos a los restos arqueológicos de provincias; que van a engrosar las arcas del ministerio respectivo, el cual raciona luego con gotero, lo que esa región recibe por ese mismo concepto, siempre poco, tarde o nunca.


Esto que el amigo ingeniero desconocía, está, como decían en X-files, allá afuera, para quien lo quiera ver; pero jamás se dice, nunca se menciona ni se discute. La intelectualidad limeña calla y la provinciana resigna. Pero cuando los limeños liberados por algún feriado largo, se desplazan por el país y miran la pobreza, la achacan a una supuesta “ignorancia” o “haraganería” o “socialismo” o “ideas de izquierda” de los provincianos. Es admirable la forma en que los comunicadores limeños desde los medios han pronunciado la frase “es que no saben gastar” o “no tienen capacidad de gasto”, para referirse a las autoridades regionales que aparentemente no poseen los conocimientos para formular proyectos que aprobados por Lima, les permitan gastar los dineros que poseen. Señalan el mal pero jamás mencionan una solución, a menos que ésta sea como parecen desear, volver al centralismo de antaño, del que no se dan cuenta (o no quieren darse cuenta) estamos no tan lejanos.


Pero entonces estamos claros que Lima expolia a las provincias su oro, gas, petróleo, agro y cada vez más productos que va encontrando a su paso. La pobreza provinciana es la gordura limeña. Las inversiones de los últimos tiempos, sólo generan empleo de mala calidad para los provincianos; y gerencias y supervisiones para los limeños, que llegan a las provincias como comisarios que reparten la sal de la salud a sus felpudos y el desprecio al resto. Llegan como golondrinas que no acamparan y por tanto no estarán el siguiente verano. Como aves carroñeras arrancan lo que pueden al moribundo -al que ayudan a matar- y luego emprenden la retirada para ser reemplazados por otro igual o peor. Ha sido la historia de la relación de Lima y provincias por cinco siglos y es eso lo que debemos cambiar. O somos un país o Lima es un país con sus colonias a las que explota y difama cuando es conveniente. O aprendemos a mirarnos a la cara y a tratarnos con respeto, o las provincias seguirán languideciendo y recibiendo el chorreo, que se nos vende como la panacea. Mientras seguimos viviendo de propinas y a media vida, la capital, engulle, engorda, dilapida, y se enriquece con nuestros recursos. Eso es lo que debemos terminar.


Pueblo Libre, 29 de junio del 2013

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