Esta campaña de revocatoria de la
autoridad municipal limeña se va pareciendo de un modo curioso a las
presidenciales del 2011 en muchos aspectos. Hay uno que llama la atención más
que otros, pero no podemos dejar de mencionar cómo se han rebasado los límites
de lo tolerable y de los buenos modales; cómo se han repetido los misterios sin
resolver de los financiamientos de campaña; cómo las autoridades electorales
han vuelto a no fiscalizar esos financiamientos; cómo determinados personajes,
personas y colectivos han dejado su parálisis a última hora -ocurrió también el 2011 con apoyos a Humala- para tomar tal o
cual bandera, la del NO mayoritariamente; cómo la elección ha servido para el
retorno de algunos cadáveres políticos; y cómo algunos han querido hacer del
proceso una ganancia de pescadores lanzando sus lanchas al mar revuelto de esta
Lima juerguera, achorada y frívola.
Pero sin duda, lo que más me
llama la atención es lo siguiente. En la campaña presidencial del 2,011, hubo
un momento, cuando faltaban no sé ya si dos semanas o una, en que el fujimorismo
leyendo las encuestas se sintió ganador, invencible, en olor de multitud, en
las puertas de palacio; sintieron que tenían el triunfo en una mano y que era
la hora del ajuste de cuentas. Entonces, hinchado de entusiasmo, salió Jorge
Trelles con aquello de “nosotros matamos menos”; y Marta Chávez dijo “en su momento el doctor San Martin tendrá que rendir cuentas”,
refiriéndose al magistrado que había condenado al dictador Fujimori por delitos
contra la humanidad; y el fujimorista Luis Delgado Aparicio tuvo la entrevista
más patética de su vida con Rosa María Palacios.
Castañeda: el rostro oculto de la revocatoria |
Pero como en el fútbol, ese
bello, sorprendente y a veces doloroso deporte, el partido en política peruana no
termina hasta que se juega el último minuto y suena el pito final. En los
siguientes dias de campaña Humala pudo reclutar nuevos votos de gente que se
espantó con las declaraciones de los fujimoristas, y otros votos fueron
reclutados por el recuerdo exacto de las mujeres esterilizadas por el régimen
del padre de Keiko, “no contra su voluntad, sino sin su voluntad” según Rafael
Rey, y más votos aún fueron ganados por el ímpetu de la pareja Humala-Heredia
que siguió jugando el partido hasta el último segundo en calles y plazas. El resultado lo conocemos todos, en esos dias
la Fujimori perdió la elección y Humala se hizo presidente.
Por eso, cuando faltando 2
semanas para el dia de la elección revocadora los promotores del Sí han dado
saltitos de alegría leyendo las encuestas que antes negaban, me pregunto si no
terminarán como la Fujimori. Susana Villarán ha tenido el marcador en contra
durante todo el partido, es verdad, y lo es que ha cometido errores; pero ha
venido descontando diferencias paso a paso. Tiene a su favor que su público la
alienta incluso más allá de lo que ella misma desea. Y tiene de su parte
rostros frescos que se muestran tal como son,
levantando manos limpias que valoran su gestión.
Por eso, cuando Marco Tulio
Gutierrez, ese personaje autoproclamado impresentable en nuestra política, ha
decidido mostrar su rostro más crudo y responde cínicamente a las preguntas
incómodas, me pregunto si no habrá errado el cálculo. Ciertamente las
encuestas lo favorecen y los limeños parecen tomarse la elección
frívolamente, sin pensar en los 200 millones que nos costará el capricho, ni
los dos años de retraso de la ciudad. Pero de allí a decir que “cuando las
mujeres dicen que no, terminan diciendo que sí” hay bastante trecho. Y lo ha
repetido, como si la repetición validara la frase, dos y tres veces diciéndolo como
piropo baboso a una periodista.
Marco Tulio ha insistido en su estilo
achorado, como si creyera que ya ninguna metida de pata le arrebatará el
triunfo. Es la borrachera del poder que se siente tan cerca. Olvida Marco Tulio
la fuerza de los ciclones electorales y cómo en Perú las preferencias pueden
cambiar en horas. Sobretodo, olvida que las mujeres no olvidan.
Pueblo Libre, 11 de marzo del
2013
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