El alcalde Luis Castañeda ha
iniciado quizás sin saberlo, una práctica peligrosa. Al borrado de pinturas en
el centro de la ciudad ¿Qué seguirá? Yo creo que sería bueno leer los libros escritos
por Vargas Llosa en su época comunista, para ver qué se encuentra. Qué ideas
subversivas afloraban en esa mente pérfida de Varguitas. Después habría que
revisar extensamente todas las pinturas del territorio nacional. Está claro que
en las pinturas borradas habían muchos cerros y que estos evocaban a sendero
luminoso. Pues a buscar se ha dicho. Yo, patrióticamente cumplo con informar
que en Trujillo, en el famoso mural de la UNT compuesto por millones de
cerámicos, en el sector correspondiente a Rafael Hastings, (ver aquí el mural) existen unos cuantos
cerros. Hay que ir allí y tumbar esos subversivos mensajes. De paso, interrogar
a Hastings, ¿Qué es eso de andar pintando cerros? No se nos olviden las
esculturas de Víctor Delfin y algunos otros. De seguro que allí también la
caviarada internacional he plasmado sus mensajes terroristas. Hay que revisarlo
todo. ¡Que viva la cacería de brujas! Larga vida al macartismo más rancio, vergonzoso y anti histórico.
Antes y Después de Castañeda |
Que el alcalde de Lima no es un
hombre de letras no es un secreto. Que su cultura cabe en la cabeza de un
alfiler, tampoco. Al final es un hombre que se ha forjado la imagen de
constructor eficiente, aunque de eso no estamos seguros. En su periodo anterior
los obras no las hizo él, sino organismos internacionales a los que encargaba
las obras para no ser auditadas por Contraloría. De todos modos se puede decir que era un buen encargador de obras.
Hay escaleras y bypases que lo acreditan como hombre de trabajo. ¿Qué necesidad
de aparecer como moderno Torquemada? Castañeda es un alcalde que ha sido
elegido con uno de los porcentajes más elevados en la historia de Lima. Eso le
confería un consenso para llevar adelante reformas y obras con el apoyo
mayoritario de la gente.
Amarillo Absurdo
Por eso es incomprensible esta
fiebre amarilla que empieza a cubrir toda Lima y donde el alcalde luce sin
ideas, sin iniciativas que no sean borrar todo lo hecho por su antecesora. Es
una cosa pequeñita, de niño trancisionero; no de estadista que entiende su rol
de líder que rema hacia el futuro. Castañeda está anclado en el retrovisor,
pero además funge no de ingeniero constructor, sino de capataz de demolición. Lo
de los murales es cosa de niños si nos fijamos en las mega obras iniciadas por Susana Villarán, a las que Castañeda trata de detener. La reforma del transporte es
una de las reformas más esperadas por la ciudadanía, y aunque con deficiencias, había sido iniciada por Villarán. Había que mejorar, dar
continuidad, sembrar el buen ejemplo para las generaciones futuras. El corredor
azul es ejemplo de solución económica al problema del transporte. Son
empresas de verdad, no se arranchan los pasajeros, no compiten entre sí, no
existe la guerra del centavo, hay una frecuencia, un orden, son buses
higiénicos, hay un trato respetuoso. ¿Exigía alguna mejora? Claro que sí. Jamás
su destrucción y Castañeda se encamina hacia ello además de petardear la
operatividad de los otros corredores.
Hermoso mural borrado por alcalde Castañeda |
Castañeda aún está a tiempo de
reconocer sus errores y quedar como caballero. El ejemplo que reciben nuestros
jóvenes del odio entre líderes no es bueno para la ciudad. Haría bien Castañeda
si mañana reconociera un “exceso de entusiasmo” y que estuvo mal borrar la
cultura urbana. Después convocara a los artistas a pintar nuevamente sus
murales y reconociera que falló al parar los corredores viales. Si reconociera
que su antecesora, con todas sus deficiencias, hizo algunas cosas buenas y la
llamara a conversar y juntos presentarse a los medios sellando una paz, no por
ellos, sino por la ciudad y sobre todo por sus niños y jóvenes. Pero pedir a
Castañeda una cosa tan pequeña y sensata es pedir peras al olmo. Sus intereses
son otros, la ciudad poco le interesa. Como decía Valle Riestra, hay gente a la
que no le interesa la historia, sino la quincena. A Castañeda no le interesa la
historia ni la quincena. Lo que le interesa sólo él lo sabe aunque todos lo imaginan.
La fiebre amarilla pasa por tres etapas en sus víctimas. En la tercera, luego de haber pasado por la primera, que es la de la ictericia, el paciente sufre convulsiones, coma y delirio. Este último parece ser el que más afecta a Castañeda, convencido de que es, no el alcalde y primer servidor de la ciudad, sino el dueño, el mandón o mandamás de una ciudad que lo ha honrado eligiéndolo alcalde por tercera oportunidad. Es triste decirlo, pero todo parece indicar que Castañeda no saldrá bien de éste mandato.
Pueblo Libre, 22 de marzo del
2015
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