martes, 30 de junio de 2015

Huanchaco Quo Vadis

¿Se hundirá Huanchaco? ¿Desaparecerá el balneario? ¿Se convertirá en una pampa muerta de la que huya la gente? En anteriores ocasiones he escrito acerca de Buenos Aires, el desaparecido balneario trujillano (ver video) . Llegué allá en el 2009 y en donde antes había habido una playa sólo vi un muro de piedra muy gris. Hasta el sol se había marchado. Era una cosa muy depre. Si las cosas siguen como hasta ahora, en dos o tres años el balneario de Huanchaco habrá desaparecido. Un muro de piedras habrá terminado por convertir aquello en una cárcel para gente libre. Incluso ahora, para protegerlo de la furia de las olas, ya existe un muro de piedras en un sector del balneario.

Huanchaco en enero del 2015 al fondo el muelle
Cuenta la leyenda que Haya de la Torre venía a Huanchaco a veranear. Que se alojaba en casa de algún amigo y se dedicaba a pensar las cosas del país. En esa época éramos (eran) pocos, pero muy activos. Ahora las cosas son muy diferentes. A mí me sorprende la apatía de la gente. Como diría el Chavo “Es como si sintieran que no sienten nada”. Empezando por los habitantes del balneario y continuando por los habitantes de la ciudad. El quietismo es la muerte y aquí todos están quietos. Eso para Huanchaco es la crónica de una muerte anunciada, irremisible.  Huanchaco es Santiago Nasar.  

En Huanchaco aún hoy se puede apreciar a muchos jóvenes turistas de cabelleras rubias vestidos con sus trajes de neopreno, internándose en el mar para practicar su deporte favorito. También es posible sentarse en la arena y ver pasar caminando gringuitas muy lindas como si tal cosa; gringuitas de las Europas, pero también gringuitas de las nuestras: peruanas. O chicas lindas a lo Mochica, con esas mejillas color capulí y sus cabellos del color de la miel y sus sonrisas a lo Signal; es el lado Baywatch de Huanchaco. Pero también es posible sentarse en esas arenas y mirar el mar, para sentir que el universo está allí, frente a uno, y que uno es una insignificancia, una nada en la inmensidad. O creer en Dios. Para todo eso da Huanchaco. Hasta para pescar.

Se vende de todo y se come bien. La actividad nunca cesa porque la gente que llega, a veces no se va nunca y otras veces se queda  todo lo posible. Es que Huanchaco tiene ese algo que tienen ciertos lugares: atraen a gente interesante y diferente: románticos enamorados de la vida, antisistema silenciosos que se adaptan a la geografía que los cobija y tratan de vivir con lo mínimo. No quieren luchar contra el sistema, sólo quieren sustraerse a él, cohabitar pacíficamente. Pero también atrae a los que sólo buscan un poco de diversión, y gastar su dinero, decir que estuvieron en Huanchaco y que es pajita, chévere, mostro. O los que vienen en busca del amor, en busca del gringo o la gringuita. Y lo encuentran aunque sea de otro color.

Hay una iglesia (ver video) construida en la parte alta de la rivera. Es una iglesia solitaria, vieja de varios siglos, que parece un guardián protegiendo a su pueblo. Y hay un muelle que se adentra en el mar como cosa ajena y lo parte en dos imaginariamente. Hasta ahora el muelle ha sido la mejor defensa de Huanchaco, pero no hace milagros y con la erosión costera no los hará.  

Iglesia de Huanchaco en enero del 2015

Quo Vadis Huanchaco

El mar jamás ha sido amigo de nadie. Puede ser cobijo y sustento por un tiempo, y un buen día aplica sus leyes naturales barriendo con todo. No sabe de lealtades. El mar de Huanchaco ha empezado a comerse la arena de la playa. Se la está comiendo poco a poco como imbuido de la malhadada burbuja gastronómica peruana. Mientras en el muelle alguna gente pesca, en las orillas la arena se va. Lo que sigue será peor. El mar llegará a las casas más próximas y la gente clamará por protección a sus viviendas. Entonces vendrán las autoridades y levantarán el gran muro protector. 

Después del muro protector, la gente vendrá a Huanchaco y sólo verá la gran pared de piedra gris que atravesará la orilla de norte a sur. No querrán saber dónde comienza ni en donde termina la piedra. Sólo sabrán que allí estuvo el mar, la arena, el Sol, y ya no están más. Es lo que pasó en Buenos Aires; la historia se repetirá. Sé que suena fatal, y no quiero ser premonitorio del desastre, pero es lo que hay. 


San Isidro, 26 de Junio del 2015.


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