miércoles, 26 de febrero de 2014

Los Otros en Lima

Rosa María Palacios dice que en Lima, el otro no existe. Lo dice siempre en su programa radial de las mañanas. No le falta razón, en Lima la existencia del otro es una quimera, una irrealidad; es como en la notable película de Almodóvar, un juego de posiciones para ver cómo le arrebatamos al otro la casa, la habitación, la sala; o en Lima, la cola, el estacionamiento, el jardín, algo; porque algo, ese algo pequeñito o grande, da sentido de realización.


Relaciones Sociales Quebradas: El Otro es el Enemigo


RMP lo explica con el ejemplo del ascensor limeño, en donde los que lo van a abordar se aglomeran en la puerta impidiendo salir al que baja: las leyes de la física abolidas en las mentes. El problema es mucho más profundo en realidad, crea fracturas invisibles en el tejido social; lo dicho, el otro no existe, no es el semejante, no es el prójimo, es el enemigo. Nadie se ha muerto ignorando al otro, por cierto; pero ha llevado una vida gris, comprimida como un puño, incompleta. Un ejemplo: Si en alguna provincia peruana, un conductor necesita un empujón al auto, los vecinos lo ayudan aunque no lo conozcan y podrán contar con  esa ayuda en el futuro para sí mismos. Si en Lima un conductor necesita un empujón, debe cerrar su vehículo, llamar a algún familiar o a la grúa y rezar para que no lo asalten. En provincias llamar a la grúa sería el último recurso; en  Lima, es el único.

Los vecinos que llevan al perro a defecar en el parque, se zurran en el derecho del otro a disfrutar de áreas verdes, sobre todo el derecho de los niños que se ven expulsados de su medio natural para refugiarse entre cuatro paredes. El que arroja la basura al frontis del vecino, quiere su frontis limpio; para ello no le importa ensuciar la casa del otro y envenenar sus relaciones con éste.

En uno de los restaurantes en que almuerzo suele aparecer un señor entrado en años acompañado de una guitarra y cantos. No pide permiso a nadie y se pone a cantar interrumpiendo conversaciones o pensamientos de los comensales como si tal cosa  fuera normal. Es como aquellos que por montones suben a los ómnibuses y lanzan un discurso inacabable como Pedro en su casa, sin permiso de nadie, pero diciendo “disculpen si interrumpo su conversación”. ¿No sería mejor no interrumpir?

En la negación de los otros esta nuestra propia negación. En la inexistencia del vecino, esta nuestra propia inexistencia. Meter el carro en esta esquina para adelantar, es hallar quien nos haga lo mismo en la esquina siguiente. Si obstaculizamos al que sale del ascensor, tampoco podremos entrar. Cuando se ignora al otro las relaciones sociales se convierten en un solo de hipocresías. Es imposible saludar y hablar al vecino que te arroja su basura. En algún momento el atacado, atacará. Ignorar al otro, esa conducta tan limeña señalada por la Palacios, tiene consecuencias nefastas e inconmensurables. No se puede hablar de calidad de vida en una sociedad así. Ni el éxito económico soluciona este problema del cual a veces ni se tiene conciencia. Los limeños han ignorado al otro o lo han visto hacer ello desde que nacieron. Desconocen una conducta diferente, piensan que el mundo es así.


Pensar y actuar Diferente


Incluir al otro, pensar y ponerse en los zapatos del otro, es reconocer la propia existencia. Mirar a los ojos de la gente para reconocerse como miembros de una comunidad es empezar la solución. Es en el reconocimiento de la existencia del otro que uno reconoce su propia existencia. Incluir es pasar del egoísmo infantil para reconocerse como miembro de una comunidad: es ceder el paso, el turno cuando es posible, el asiento, es mirar al otro, esperarse un momento, respetar, reconocer que las normas de conducta civilizada, escritas o no, son sabiduría de siglos que nadie debería ignorar. 

Tiempo al tiempo. Esto, también pasará. ¿Cuánto tiempo? Imposible saberlo. En la película de Almodovar no hay ganadores, todos están muertos; en Lima tampoco hay ganadores, las relaciones sociales están llenas de sospechosos y muertos vivientes. 



Pueblo Libre, 22 de febrero del 2014.