miércoles, 29 de enero de 2014

Edward Snowden: Premio Nobel de la Paz 2014


Edward Snowden acaba de ser nominado al Nobel de la Paz del año 2014 por dos diputados noruegos. No sé si se lo entregarán, pero estoy seguro de que lo merece. En el año 2013, el año en que hizo sus grandes revelaciones y debió refugiarse en Moscú, Snowden ya debió ser declarado hombre del año por las revelaciones efectuadas y por su solitaria lucha por la verdad.



El tráfago de informaciones suele nublar o postergar nuestro análisis, así que analicemos un poco. Edward Snowden es un muchacho de 29 años, una edad en que hoy en día muchos aún viven con los padres o están pensando en cómo adquirir la 4 x 4. A esa edad Snowden se ha enfrentado al gobierno de su país, el más poderoso del mundo. Lo ha hecho en solitario y sin haber comprometido el apoyo de nadie. Ha tenido la suerte de que Ecuador primero, y Rusia después, hayan querido comprarse el pleito ofreciéndole y dándole asilo, a despecho de las amenazas que recibieron por hacerlo. Los hombres del Tío Sam aún se están dando cabezazos contra la pared, ¿Cómo dejaron escapar a este traidor? Así lo llaman, “traidor”. Explican que traicionó a la empresa para la que trabajaba, y también que traicionó a los EEUU. Snowden, muy poco dado al histrionismo que practican sus acusadores ha dicho “no quierovivir en un mundo en el nos espían a todos”.  

Es que las revelaciones de Snowden han supuesto enterarnos de que el gobierno de los EEUU ha estado espiando no sólo a ciudadanos sospechosos de actividades ilegales, o activistas de izquierda de su país, o actores antisistema como hacía en el Hollywood de los 50; sino que espiar hoy en día implica a todos. Y todos es todos los ciudadanos del planeta, incluidos los gobernantes “amigos” como la presidente Dilma Rousseff  de Brasil, o la canciller alemana AngelaMerkel; pasando por España y Francia, a los que apenas si ha tolerado una tímida reacción.

Snowden ha hecho lo que deberían haber hecho los periodistas o los políticos. Pero son malos tiempos para la prensa en el mundo y no porque estén muy perseguidos por los gobiernos; sino porque los ideales que los mueven hoy son más bien subalternos. Si ayer competían por desvelar la trama de Nixon, hoy lo hacen por ocultar y maquillar la trama de Obama y de sus antecesores. Y los políticos también están en malas horas, porque han renunciado a las ideas para volverse pragmáticos

Justamente, Snowden ha declarado en una de sus pocas apariciones posteriores a su asilo en Rusia, que la información del espionaje de su país la tuvo mucho tiempo antes, pero que decidió postergar su denuncia en espera de que el entonces recién elegido presidente norteamericano terminara con toda esta ilegalidad. Se equivocó completamente. Obama no sólo no terminó con el espionaje, sino que a propósito de Snowden, ha dicho que hay que renunciar a la intimidad en pro de la seguridad. El Snowden de hoy, debe ser como el Obama de los 29 años, o aún como el candidato Obama que decía “Yes, we can” y ofrecía cerrar Guantánamo: un idealista que quería cambiar el mundo.

Aún no sabemos si la candidatura de Snowden la Nobel de la Paz 2014, sea aceptada, pero acaso este sea un caso como el Dwayne Johnson, aquel carismático peleador de la cultura americana del  entretenimiento, al que no le era necesario ganar el campeonato de lucha por el comité oficial, que muchas veces le hacía trampas; sino que le bastaba hacer las cosas correctas, para ser “The people Champions”, El Campeón del Pueblo. Así, Snowden ha ganado un lugar en la historia más allá de que el influenciable comité noruego acepte la candidatura o emita un fallo favorable a finales del presente año. Quiérase o no, las revelaciones de Snowden han obligado a los EEUU a aceptar que hacía un espionaje ilegal y abiertamente abusivo. Además el gobierno norteamericano se ha comprometido a revisar esas políticas y ha hecho promesas a sus socios de que las cosas cambiarán. Además se ha generado un debate a nivel mundial acerca de la vigilancia a estados e individuos.  El mundo se ha vuelto un poco más justo por un tiempo. Todo gracias a las revelaciones de Snowden.


Pueblo Libre, 29 de enero del 2014.

miércoles, 15 de enero de 2014

Cristiano Ronaldo: El Balón de Oro 2013 no importa

Digo, no es que no importe el balón de oro. Es que al ver a su novia Irina Shayk premiarlo con un beso de esos labios, a uno le vienen ganas de entrarle al fútbol y dejarlo todo atrás. De que todas tengan un Ronaldo, de que todos tengamos una Irina; anda a ver si no habría más amor en el mundo si así fuera. Pero esto tampoco es lo importante. Ver bañado en lágrimas al Cristiano Ronaldo que  merodea las áreas rivales como un tiburón asesino, es por decir lo menos, algo que nos hace reencontrarnos  con algo muy profundo y olvidado: la sensibilidad, la debilidad. Es la emoción de vernos retratados en aquel hombre emocionado al ver a su hijo, a la novia, o a la madre; que se baña en lágrimas inconteniblemente. Digo, es la rabia de un grito, es la victoria huidiza que llega por fin, es el reconocimiento al esfuerzo de meses para ser el mejor, es todo eso que explota y acalla la voz de Cristiano y la nuestra. El es nosotros, nosotros somos él. Y eso es más que cualquier balón de oro.

Un Cristiano Ronaldo emocionado es aplaudido por Pelé
Acaso en todo el show lo único fuera de libreto hayan sido las lágrimas. Y son ellas las que humanizan al personaje odiado y satanizado por los medios que jamás le perdonaron una. Que dijera que lo envidiaban porque era guapo, rico y bueno, para la prensa se convirtió en una cruzada contra la falta de “humildad” y le hicieron pagar muy caro el atrevimiento por tres años. Hasta hoy en que a los ojos del mundo tenemos un “Comandante Cristiano” humanizado. Es que los comandantes también lloran.


Pero finalmente no son esas lágrimas, ni el beso de Irina, ni el hijo, o la madre, o las paces con la FIFA, lo que yo rescataría. Ocurrió hace algún tiempo y se destacó poco en la prensa. Un hincha se mete a la cancha en medio de un partido, y se acerca a Cristiano para robarle un abrazo. El ídolo toma entre sus brazos al hincha, lo arropa unos largos segundos, lo calma, lo llena de su propio calor humano y ante el estadio enmudecido y con el juego esperándolo, escolta al hincha fuera del campo para entregarlo a la policía que espera; lo entrega con recomendación de que no le hagan nada, “sólo es un chico que quiere un abrazo”. Cuando Cristiano Ronaldo regresa a la cancha está visiblemente emocionado; un jugador del equipo contrario, conquistado por el gesto humano del luso, le da una palmada de gratitud al pasar.

En esos segundos estos tres hombres han escrito una esperanza para la humanidad. En medio de un mundo envilecido, de corrupción, egoísmo, lleno de espías y propósitos subalternos, para ellos, el otro ha sido importante. Si alguien me lo preguntara el narrado arriba, el de la cancha y el abrazo, es el gesto que yo rescataría de entre todos alguna vez. Ganador justo del balón de oro, Cristiano Ronaldo nos deja muchas lecciones de humildad. 

Cristiano posa con su novia antes de su triunfo
Pueblo Libre, 15 de enero del 2014

jueves, 9 de enero de 2014

Tomás Borda: Dr. TV Yekill and Mister Hide

Tomás Borda es el último y el más éxitos de muchos médicos peruanos que desde hace varios años ingresan a nuestros hogares a dejarnos la salud. Es la promesa que a juzgar por los resultados no se cumple. Si no, si estuviéramos bien ¿por qué siguen entrando más y más médicos a los medios de comunicación?

Tomás Borda, con voz almirabada y sus ojos claros a los doctor Kildare, parece un actor de cine y es así como lo miran todas las señoras entradas en años y cabellos blancos, que conforman su auditorio en vivo.  Pero no son las únicas. Los hogares peruanos lo han convertido en su favorito. Mientras almuerzan Ceviches y Papa a la Huancaína, miran al médico que les habla y les muestra con lujo de detalles heces, sangre, vómitos, mucosidad, acné, pus y diversas enfermedades una más terrible que la otra.

Ignoro cuánta gente se ha curado mirando el programa, pero me consta que la gente lo sigue como una religión. Cuando ingreso a algún restaurante a almorzar, me lo encuentro sintonizado con el médico y su macabro show de sangre y enfermedad. La gente lo mira con fruición masticando sus bocados sin quitarle ojo de encima. En conjunto es una imagen surreal, pero resulta muy real hoy en día. No importa cuán terrible sea la enfermedad, el asunto es saber, aprender, prevenir; colgarse de las imágenes sangrientas y mirar, después de todo, no todos los días los médicos dan consejo gratis.



Ese es el asunto. Tomás Borda y todo el gremio médico no dan puntada sin hilo. Es claro que a más médicos en pantalla, más enfermos están los peruanos. Quién lo dude eche una mirada a la cantidad de clínicas privadas medianas y enormes que se han levantado a su alrededor en los últimos años.  ¿Cuál es la relación? Hace mucho tiempo le oí decir a Miguel Angel Cornejo “Si a un niño le dices todos los días que va a ser un campeón, ese niño terminará por ser un campeón”. Suena  a verdad. Si los peruanos todos los días escuchan y ven gente quejarse de sus enfermedades, terminarán por enfermarse ellos mismos. Sugestionados o no, terminamos por replicar los síntomas que oímos de otros. Los médicos conocen y practican el efecto “PLACEBO”, aquello de engañar al paciente con una falsa medicina que gracias al engaño termina por curarlo. Es un asunto mental. Si la salud se puede engañar, la enfermedad también se puede engañar creándola por sugestión.

De modo que si para “prevenir” miramos programas como el de Tomás Borda, lo más probable es que terminemos por contraer alguna de los terribles enfermedades que él exhibe durante el almuerzo. Pensamientos como “a tal edad te puede dar un infarto”, “está dando mucho cáncer”, “es bueno hacerse un chequeo”, “mídase el colesterol, los triglicéridos, la circulación” y otras tantas tonterías que minan nuestras resistencias y nos predisponen a la enfermedad debilitándonos, nos han convertido en una sociedad físicamente enferma, en beneficio del bueno de Tomás y sus colegas que levantan imperios con el miedo de la gente.

Sus antecesores, los doctores Huerta, Rondón, Maestre, Rubio, Max Lazo,  la doctora Gonzales, la sexóloga Romina y otros, no han curado ni ayudado a curar a nadie. Lo saben perfectamente, pero son parte del show. Llevan años prometiendo una salud que escamotean y deterioran con denuedo. Junto a Tomás, se travisten de buenos a malvados con micro, como el Doctor Yekill y Mister Hide.  Y como el personaje de Stevenson, el lado oscuro los está rebasando.

Es la gente, es la educación, es el miedo a la enfermedad y a la muerte; más que estos doctores. Pero no están exentos de culpa, ellos conocen el mecanismo de la mente y lo practican sin rubor.

El mejor consejo es no mirar ni oir los decires de estos falsos profetas que no traen túnicas blancas como antiguo, pero traen mandiles blancos y micrófonos, sonríen como amigos y ponen sus brazos sobre nuestros hombros para darnos confianza.  Con sus palabras más que la salud viene la enfermedad. La mejor cura es sentirnos siempre saludables, deporte, aire libre, comida sana, y poca, muy poca televisión.


Pueblo Libre 9 de enero del 2014.