miércoles, 17 de diciembre de 2014

La Era de Los Impostores y de su Audiencia Contentísima

Vargas Llosa titula así ("Era de los Impostores") su último artículo para el diario El País. Cuenta que el escritor Javier Cercas ha narrado la historia de Enric Marco, un tipo que se fabricó una personalidad a medida, como sobreviviente de los campos de exterminio nazis, y luchador de la resistencia española contra el franquismo. Como tal dio conferencias y escribió libros: Un héroe. Toda la historia no era más que un timo que desveló el historiador Benito Bermejo, y que Javier Cercas pone en evidencia en forma de novela.

En esas lecturas estaba yo cuando se ha esparcido en el mundo y filtrado en mi PC la historia de este estudiante de nombre Mohammed Islam, que ha acumulado una fortuna de 72 millones de dólares a sus escasos 17 años. Claro, uno siente vergüenza cuando lee una noticia de esas. No se sabe si el problema de no alcanzar esos notables logros es uno, o el país en que uno vive. Más aún cuando se acaba de promulgar una ley de “Empleo juvenil” que convierte en sueño cualquier esperanza juvenil de ser como Islam, qué va, ni ahorrando como Lucianita.

La noticia del estudiante Islam (fijaos el nombrecito problemático que tiene, lo que hace más notable su éxito) ha aparecido primero que nadie en el New York Magazine y luego se ha esparcido por todo el mundo a velocidad luz, que hubiera envidiado el capitán Kirk; siendo replicada por los rotativos de los diarios y repetida en los noticieros de las principales cadenas  noticiosas del mundo. Todo ello con la aureola del camino a seguir; es decir “Ya lo veis, sed como Islam, él os enseña el camino, pobre es el que quiere”.

Mohammed Islam

Mohammed Islam, Enric Marco, López Meneses


Pero la verdad es que Islam  es otro timador. Tan avezado como Enric Marco, o a un nivel más local, como un López Meneses, ese otro timador peruano que se hacía pasar por amigo empoderado del presidente Humala y de su esposa, y que gracias a su temeridad se hizo poner escolta policial en la casa y vendió (estoy seguro) a altos precios sus servicios de lobista de la entelequia. Y no era nadie, ni tenía poder alguno.

A propósito de esto me recuerda lo que me contaba un amigo hace poco. Me decía algo más o menos así. “Los faroleros, los lobistas, los corruptos, te ofrecen ganar una licitación. Te aseguran por su madre que te harán ganar. Te juran que conocen a las personas claves que toman las decisiones de compra y que ya todo está conversado”. Cuenta éste amigo que los contactos al interior de las organizaciones no dejan lugar a dudas en su ofrecimiento “Vas a ganar”. El único requisito es que hay que pagar el 10% del monto asignado antes de que se conozca el resultado. Cuando éste sale se puede ganar o perder. Si se pierde, el contacto dará alguna explicación del tipo “ha intervenido otro jefe, el más grande”. Si se gana, el contacto se frota las manos y elogia su propia habilidad, “Ya viste, conmigo te vas a hacer millonario”, dirá. Lo cierto es que si ganas, ganas por tus propios méritos y no por intervención del contacto "influyente". Sin embargo, el contacto que se ofreció como persona bien conectada y con influencias nunca pierde, y vende un servicio que no dará nunca. Es otro timador que se aprovecha de la ambición y angurria de que los que lo quieren oír.

Así estamos. Wall Street nos ha querido timar con la historia del joven de origen humilde, perteneciente una minoría racial, que se ha hecho gracias a su habilidad con una considerable fortuna. El mundo ha creído la historia por un rato. Pero Mohammed Islam, no tiene ninguna fortuna conseguida en base a fantásticas inversiones, ni es un genio de las finanzas. Todo no pasa de ser un juego de transacciones simuladas, bien explotado, un pasatiempo de mocosos que juegan a la bolsa, que se ha convertido en un notición para quienes han querido creérselo. Es verdad que, como dice Vargas Llosa, vivimos una Era de Impostores; pero también es verdad que estos existen porque hay gente ávida y contentísima de creerse esas historias.

Lima, 16 de diciembre del 2014


jueves, 11 de diciembre de 2014

Basta de Hipocresías

El jueves 27 de noviembre Patricia del Rio tituló así su post en El Comercio “Basta de Hipocresías”. Ese mismo día en el canal 4, la Maju Mantilla abrió su programa de la una de la tarde con un pequeño discurso en pro de que se acabe la violencia contra las mujeres. La bella Maju vestía un short pequeñísimo que permitía verle hasta el alma, en un día bastante frío.  Paralelamente el ministerio de la mujer había invadido las calles de la ciudad con un volante que decía “La mujer no es un objeto”. Hasta allí todo bien. O casi.


Para quien esto escribe la violencia contra la mujer es repudiable en todas sus formas. Física o sicológica, no me importa, es repudiable, condenable, castigable; lo hemos tratado antes aquí;  pero no solo contra la mujer, también la violencia contra el hombre lo es, y contra las minorías sexuales, del mismo modo. La violencia no debe ser tolerada en ninguna de sus formas, eso está claro. Todo bien, o casi.

Porque una cosa es la lucha frontal contra la violencia, y otra cosa un rollo cansino que enmascara un feminismo trasnochado, solapa, de juguete, como el que practica Patricia del Rio y que es lamentablemente, un feminismo tan extendido en nuestro país, y tan presente en los te de tías de las tardes limeñas y peruanas en general. Porque detrás de la condena a la violencia contra la mujer, sólo está el vacío, está el victimizarse y lanzar alguna palabra soez (joder) que sirve para pegarla de mala, de valiente, de achorada. Y eso es todo, no hay más, y por tanto no se resuelve nada; es, repito, vacío. Lloriqueo innecesario y cínico.

Lo que dice Patricia del Río


En su inteligente artículo Patricia del Río dice que no se le puede seguir pidiendo a la mujer que se defienda, que es momento de que los hombres hagan su parte. Se queja Paty, de que las mujeres ganan el 40% menos del sueldo que gana un hombre por el mismo trabajo. Dice, que los hombres piensan que las mujeres deben ocuparse del trabajo de la casa,  y que si ellas sienten temor de que los hijos hombres vayan a la calle, sienten terror cuando las hijas mujeres deben hacer lo mismo.  Dice literalmente la buena de Paty lo siguiente de nada servirán mil leyes más de feminicidio si los hombres no asumen su parte. Si no se miran al espejo. Si no abandonan las justificaciones vergonzosas y deciden equilibrar la balanza”.

Lo que no Dice Patricia del Río


Por el título del post yo había pensado que Patricia diría esta vez la verdad, que abandonaría la monserga y nos abriría los ojos. Que no. Que Patricia sigue sumándose de manera ya vergonzosa, a la vergonzosa excusa de cierto sector de peruanas que no quiere hacer nada para terminar con el problema. Porque nada dice Patty por ejemplo de lo que cuento líneas arriba de la Maju Mantilla (y muchos programas similares), ¿o es que se cree que salir en pantalla buscando erotizar a los televidentes en horario de protección al menor no es también violencia en un programa aparentemente familiar? ¿O es que se cree que el espectáculo diario de peleas, infidencias y guerras entre hermanas, que la Mantilla y sus colegas presentan, no es también violencia contra la mujer? ¿Es que se cree que la Maju tiene mucho calor y por eso exhibe las piernas en invierno, o es porque lo manda la pauta de un programa que la convierte en objeto con su beneplácito?

La TV hace de la mujer objeto con silencio y complicidad de éstas

Tampoco dice Patricia del Río que los sueldos de los que se queja, muchísimas veces, son señalados y puestos por jefas de personal, oséa, mujeres. Nada, allí solo hay silencio. Es que, claro,  hay que apuntar la carabina contra el enemigo de siempre, el culpable de todo, el que se va a guerrear porque le encantan la sangre humana, los pleitos; el avaro, el codicioso que quiere para sí los oros; el lascivo que se va de putas abandonando a los hijos y tiene alguna otra mujer oculta en el ropero: el hombre, el maldito, ¡Cómo no! ¿Quién si no?

La Madre del Cordero (machista)


Patricia del Río, como feminista que no sabe que lo es, no dice que todo hombre violento ha sido educado por una mujer, llámese madre, tía, hermana o lo que se quiera, ha sido una mujer. Es esa educación machista que practican las madres lo que hay que terminar primero. Y segundo, hay que educar a la gente. No todos los educados son no violentos, pero todos los no violentos son educados. Por lo menos básicamente han sido educados por sus madres o por la escuela, para no agredir a sus parejas. Esa es la clave, la educación.

Mil veces he visto madres en los omnibuses limeños, que ante la cesión del asiento para ellas por un caballero, hacen sentar como príncipe al hijo. En ese acto de aparente amor están creando al monstruo que piensa que todos los privilegios le son debidos. O las madres que envían a la hija a lavar la ropa y cocinar para los hermanos varones. O las madres que se enorgullecen de la promiscuidad sentimental y sexual del hijo varón, mientras someten a la hija a una existencia de mojigatas. ¿Cuál es la culpa del varón en todo ese embrollo? Ellas crean al monstruo y luego se quejan de su monstruosidad.

Otra cosa. Jamás hemos visto a las mujeres de nuestro país protestar para que sus hijos tengan una mejor educación en las escuelas. Peor aún, jamás las hemos visto protestar en nuestras calles, para terminar con esa situación que Patricia del Rio convierte en bandera: detener la violencia contra la mujer. Se han acostumbrado a la comodidad de un té de tías para el raje, a las lisuras frente a un micrófono por un minuto. Llenan sus horas hablando de gastronomía, y de sus éxitos en la vida, antes que de la violencia contra la mujer. No tienen conciencia del problema, ni siquiera lo discuten seriamente. Que diferencia con, por ejemplo,  los negros norteamericanos, que obtuvieron en las calles el reconocimiento de sus derechos. ¿Quieres derechos? ¡Gánalos!

Acabar con el problema de la violencia contra la mujer no pasa por leyes de feminicidio como lo demuestra la realidad. Pasa por sensibilizar a una opinión pública, pasa por educar en la casa y en la escuela de mejor manera a los hijos, y pasa por dejar la actitud del té de tías, de dejar la comodidad del sofá, para empezar a protestar de verdad. Y solo al final del camino se necesitarán leyes ¡Dejémonos de hipocresías!

Pueblo Libre, 11 de diciembre del 2014


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Perú: tierra de Oportunidades

En las clases con el maestro Enrique Valdez en INICTEL, hubo algo que jamás olvidaremos quienes lo escuchamos. A parte de esa atmósfera especial que él sabía crear  y que nos hacía pensar que nada de lo que ocurriera afuera de esa aula importaba, porque nosotros lo podíamos cambiar; ni si éramos de izquierda o de derecha, porque esas eran sólo palabras para diferenciarnos. Lo cierto era que en el país había más luz que la que parecía haber. Recuérdese que estas anécdotas son de fines de los 90s. Los años de la subversión y el caos estaban muy  cercanos para ignorarlos; por otro lado la dictadura de Fujimori había metido al Perú en una recesión espantosa y la esperanza en días mejores había desaparecido de la mente de los peruanos. Los nacionales se iban al extranjero en oleadas en busca de un futuro mejor, sin importar a donde: Japón, para los más pudientes; EEUU, para los clásicos; Argentina o Chile, para los de menores recursos; todos se iban, o eso parecía. Nadie reprochaba a aquel que hablaba de irse. En ese contexto Valdez nos cambió el chip.

Demostrando que el Perú es Tierra de Oportunidades (de negocio)


Desembarazado del saco  de lanilla con que vestía y del sombrero que arrojaba por algún lugar, Valdez nos decía ¿Buscar oportunidades en el extranjero? ¡¡¡Si los extranjeros vienen a buscar oportunidades al Perú!!! “El Perú es tierra de oportunidades”. Era difícil creer eso a la primera vez, pero él empezó a ejemplificar. Primero con San Fernando, la buena familia. Originalmente, nos dijo, el propietario de San Fernando fue un japonés que vino al Perú y trabajó inicialmente como peluquero, y en sus ratos libres empezó a criar aves y a venderlas. El negocio le fue bien, creció. Con altibajos, pero creció. Dejó la peluquería para dedicarse íntegramente a la avicultura. Así se origina una de las empresas peruanas más grandes y reconocidas.

Después nos contó el caso de D’onofrio. La historia de Pedro D’Onofrio es la del migrante italiano que llega al Perú procedente de Argentina, con una carreta de madera, una esposa y un sueño; y construye un imperio colosal de productos que, empezando por los helados, se convierten en los preferidos de los peruanos.  No sólo son helados en carretillas amarillas, sino muchos productos como el chocolate Sublime o los famosos panetones. Un imperio del dulce que décadas después fue comprado por la multinacional Nestlé, por su gran aceptación.

Luego don Enrique Valdez, con sus oyentes en el bolsillo, disciplinados como chiquillos, nos mencionó el caso de Wong (fijarse que esta anécdota ocurrió antes del crecimiento espectacular que Wong tuvo en la década siguiente). El primer Wong era lo que él llamó, un “auténtico chino de la esquina”. Había empezado con una bodega en San Isidro en la cual atendían el propietario y sus hijos, hasta convertirse en lo que en ese momento (año 97) ya era una auténtica corporación con muchos locales en toda Lima y envidia del empresariado tradicional. ¿No eran acaso migrantes chinos? ¿No era entonces cierto que el Perú era tierra de oportunidades y que los extranjeros lo demostraban? Claro que sí. Ese fue el cambio de chip. Esos rudos funcionarios que lo oían, estaban de verdad cambiando tal como Enrique Valdez había prometido.


Fábrica de D'onofrio en 1,910

Otros Casos de Éxito


Desde entonces, y ya han pasado como 15 años, cada vez que alguien me habla de irse o de irme he respondido, no, gracias. A los ejemplos del maestro Enrique Valdez pueden sumarse muchos otros. El caso del Banco de Crédito tiene una génesis similar, extranjeros buscando fortuna en Perú. Lo más importante que ha ocurrido en años recientes es que algunos peruanos han demostrado desde dimensiones diferentes como es cierto que el Perú es tierra de oportunidades.

El caso de los Añaños es emblemático. Una modesta familia ayacuchana que en los 80’s ve una oportunidad en la retirada de las gaseosas más clásicas del mercado ayacuchano y la aprovechan para lanzar su propia bebida gaseosa, con un éxito tal que se han convertido en la transnacional peruana de mayor éxito mundial. No hablamos de un grupo tradicional de criollos limeños, sino de una familia salida de los andes del Perú. Eso es lo grandioso. Pensar un poco el Perú y sus problemas desde el más nimio al más complejo es abrir puertas a oportunidades que están esperando por uno.  

Epílogo


 Muchas veces los peruanos pensamos que no hay más salida que ir al extranjero para tener la vida soñada, o corromperse en Perú con el mismo fin. No está en nuestra genética apostar por nuestro país. Décadas, quizás cientos de años de un discurso extranjerizante han logrado ese resultado. Pues es hora de cambiar ese discurso y cambiar la historia. El Perú es en verdad tierra de oportunidades. Nuestros recursos  y nuestra gente son riquísimos y al parecer inagotables. Faltan dos cosas. La voluntad de apostar por el país por parte de la gente. La voluntad y recursos para apostar por la educación de la gente, por parte de las clases dirigentes. Eso es todo, con eso este país nuestro será uno completamente diferente y mejor.

01 de diciembre del 20014