sábado, 29 de noviembre de 2014

La Niña del Ayer

Todos hemos tenido unos vecinos de ómnibus alguna vez. Cuando estudiábamos, o en el camino del trabajo, o de la universidad. Son gente  con la que coincidimos en ruta  y a la que llegamos o no a conocer. Aparecen una vez, luego otra, de pronto se vuelven habituales, y un día desaparecen sin dejar rastro. No viven en nuestro barrio. Solo están allí como un aviso, un recordatorio, una invitación a que se amplíe nuestro mundo. Días atrás pasé cerca de una dama en una reunión. Al pasar junto a ella, pude ver su rostro pecoso, su cabello castaño abundante, la raya en el centro ordenando esos cabellos que se levantaban suavemente como una llamarada. Esa imagen me retrocedió a muchos años antes y recordé a la niña del ayer.
En el quinto año de secundaria tuve varias vecinas de ómnibus, cuatro o cinco, quizás fueron más y las he olvidado; chicas preciosas como todas las trujillanas que he conocido. Ellas hacían del viaje al colegio una aventura agradable con su belleza y frescura. Había una que era casi una niña. Debía andar por los trece o catorce años. Vestía el uniforme único de aquellos tiempos; tenía el cabello ligeramente ondulado, castaño claro, hasta los hombros. Tenía la piel clara, teñida de pecas en su rostro, como si hubiera comido tanto chocolate que se estuviera manchando desde adentro hacia afuera, junto con esa nariz a lo “Hechizada”, ornada de manchitas marrones. Nunca pareció prestarme atención. Valgan verdades, yo tampoco se la prestaba. Era linda y todo, pero cuando uno está en quinto año de secundaria y tiene 16, las de tercer año parecen unas niñas. Eso era ella entonces, una niña, ideal para un hermanito menor si lo hubiera tenido. Yo prestaba atención a otras chicas igual de lindas. Una de ellas era mayor que yo, con unos enormes ojos oscuros y pestañas como sombrillas; no me hacía el menor caso, o eso era lo que ella decía, porque 18 meses después fue ella la que me habló. Las otras tres chicas estaban que ni pintadas para mí. Nos mirábamos con una sonrisa casi siempre. A veces yo subía a un ómnibus y me la encontraba a una, otras veces me encontraba a otra. Casi siempre encontraba a alguna y rara vez coincidían dos de ellas. Cuando me trepaba tarde al ómnibus, y eso ocurría pocas veces, me encontraba a la niña de esta historia. 

La niña del ayer
Un día subí tarde al ómnibus y me la encontré. Ella sentada en el asiento delantero, blusa blanca y limpia, muy señorita. Yo, ni hablar, en quinto año en San Juan, eras impecable o nada. Había subido a ese ómnibus amplio y azul, con la esperanza de encontrarla. Me senté en los asientos posteriores. Era fin de año y estábamos en los últimos días de clases. Probablemente jamás la volvería a ver, ni a ella ni a otras de mis vecinas de ómnibus. Quizás fue por esa razón que la miré un poco, de espaldas a mí apenas podía ver su cabellera. Miré la calle y luego a ella. Entonces ella volteó, me quedó mirando unos segundos y luego me regaló una sonrisa, la más linda que yo hubiera visto jamás hasta entonces. Fue un momento inolvidable, apenas duró unos segundos, pero es de aquellos que no se olvidan. No dije nada, sólo le respondí con otra sonrisa, apenas por condescender a esa especie de aceptación de última hora, como decir hola vecino, vecina, me caes bien, te voy a extrañar. Y nada. Ella dejó el ómnibus en su paradero y después yo hice lo mismo en el mío. Nunca más volví a verla en persona. No sabía su nombre ni nada. En el verano siguiente su foto apareció en el diario de la tarde con nombre y apellido. La razón no importa. El tiempo hizo su parte y yo olvidé ese nombre y luego la fui olvidando a ella.  Hasta ahora en que la recuerdo de golpe con esa imagen eterna de los catorce años en que la vi por última vez.

EPILOGO

.
Hay seres como la niña de mi historia que pueblan nuestra vida. Seres que el destino puso cerca y los dejamos pasar. Acaso pudieron haber escrito  junto a nosotros otra historia. Acaso son, como lo sugiere Brian Weiss, esa otra parte de la partícula elemental que somos nosotros, y que vamos buscándonos a través de los tiempos. Acaso sean la media naranja, el alma gemela, ese amor que dejamos de lado porque no lo reconocemos. porque no creemos que sea tan fácil hallarlo, ni que aparezca tan pronto. Y le decimos adiós sin darnos cuenta, para nunca volvernos a ver. A veces son como ángeles que llegan a nuestras vidas para hacernos saber  que la felicidad y la belleza son posibles, si los queremos tomar.

25 de noviembre del 2014

lunes, 24 de noviembre de 2014

El Extraño caso de Calle 13 en Lima - Perú


El Perú es un país raro. La diversión jamás falta y el aburrimiento es un desconocido. Hoy día las calles del centro de la capital peruana, que un grupo enloquecido insiste en reivindicar como “Ciudad Milenaria”, están henchidas de trogloditas que la ensucian como chacra ajena. Los restos de huevos duros, choclos, papas, y quesos adornan las calles. Émulos de Gastón Acurio vestidos de mandiles blancos, como él, expenden todo tipo de comida condimentada con polvo de calle y humo de omnibuses. La ciudad en sí misma es un espectáculo que los foráneos casi no pueden creer al verla, cuando la recorren en modernos buses rojos de techos descubiertos.

A ese escenario en el que la cultura ha huido a guetos ínfimos ha venido Calle 13 el mes de noviembre del 2014, tercos como mulas, a cantar. Los de Calle 13 han ganado 21 Grammys latinos y 4 Grammys a secas. En Octubre del 2006 su líder fue catalogado por el New York Times como “El primer intelectual que llega al estrellato del género del reggaetón”. Definitivamente es mucho lote para una ciudad que se ha empeñado en tener como ídolos a cumbiamberos de la peor estofa, con cerebros mono neuronales, pleitistas de a medio, incapaces de concatenar dos ideas...Volver a Lima, extraño caso el de Calle 13, empeñados en nadar contra la contracorriente. 

2011: Triunfo en los Grammys y Enojo en Lima


En junio del 2011 Calle Trece se presentó con 5 horas de retraso en Lima. Residente, su líder, explico que se habían comunicado con el empresario para mover (de fecha) el concierto. El empresario no aceptó y Calle 13 se presentó a las 3 de la mañana. UN asistente fastidiado con la tardanza arrojó un llavero a la cabeza del cantante y “Residente” soltó su rollo. Invitó a los descontentos a retirarse, y explicó que él no había estado en un jacuzzi, como Shakira o Luis Miguel. Había estado en Venezuela reivindicando a su país. El incidente, no obstante que no se había referido a Perú sino a los descontentos, fue aprovechado por la prensa limeña para armar el escándalo diciendo  “CalleTrece ofende a Peruanos”.  En el mismo concierto y luego de oír sus palabras, miles de limeños (la mayoría) no se habían sentido ofendidos, pero la cizaña de los medios había sido sembrada y en los siguientes días esa misma prensa desató un culebrón mediático exigiendo disculpas del grupo, más por desprestigiarlo, que por las disculpas. El grupo ya se había disculpado  y explicado el incidente, pero en Perú se continuó la campaña “Nacionalista” de escarnio al grupo.

Calle Trece ha participado activamente en campañas humanitarias en diversos países. En el 2010, realizaron un concierto en Buenos Aires, titulado «Íntimo e interactivo», donde se canjearon entradas por cajas de leche, las cuales fueron luego donadas a comedores de ayuda. Como ese ejemplo hay muchísimos. El incidente de Lima fue bien aprovechado por Gianmarco, cantante local, para despotricar contra Calle 13. El cantante, amigo del ex presidente George Bush, dijo: Calle 13 será un grupo muy bueno para muchos y para otros no. Todos tienen derecho a elegir, pero es el colmo. Miren cómo la gente aclama cuando los mandan al carajo...plop! No entiendo. ¿Alguien me puede explicar?". Gianmarco no se ha caracterizado jamás por protesta alguna, su oportunismo del 2011, contra Calle 13, fue cosa nueva si dejamos de lado su oportunismo de setiembre del 2001, cuando apareció de la mano de Bush. La explicación que Gianmarco solicita a lo que ve, es sencilla: la gente “aclama” que se mandara al carajo a los que se querían ir. “Giani” parece también ser otro mono neuronal.

En el 2011, con la canción “Latinoamérica”, Calle Trece ganó el grammy latino a mejor canción del año; ésta fue filmada íntegramente en Perú con la participación de Susana Baca, cantante local también ganadora del grammy. La prensa peruana que no escatima aplausos con cualquier artista grande o pequeño, pero extranjero, que diga que le gusta el ceviche o el rocoto, ignoró completamente la elección de localía de los puertorriqueños. Además, la canción de Calle Trece, que había empezado a sonar, fue rápidamente silenciada en nuestras radios. Qué vaina. Los censores no se han enterado del Yuotube.

2014: Triunfo y Enojo en Lima


Hace pocos días, estuvo programado un nuevo concierto de Calle 13 en  Lima. La empresa organizadora canceló el concierto a última hora sin dar ninguna explicación y nadie la ha pedido. ¿Qué poderosas influencias silenciaron al grupo? Para sortear el escollo Residente y su banda decidieron hacer un concierto gratuito en la céntrica plaza San Martín. Sortearon mil obstáculos y recibieron apoyo de grupos y gente desinteresada que los proveyeron de los instrumentos necesarios. Acudieron 20,000 personas convocadas por Twitter en horas. La prensa limeña, cual buitres, tomó nuevamente la oportunidad que se presentaba. Acusaron al grupo del hacer un concierto inseguro. De desobedecer las leyes peruanas. Conminaron a la municipalidad de Lima a actuar. La gente de la municipalidad canceló el concierto, no obstante haber en el 2011, condecorado al grupo. Fue el miedo, la falta de coraje para defender una idea. Ha sido la actitud de la alcaldesa limeña durante cuatro años.

Calle 13 en Lima
"Habia que tocar como sea". Desde un ómnibus.
Los limeños y algunos peruanos de otras ciudades seguirán chapaleando en el futuro en un idioma cada vez más ordinario y embrutecido, en el que ya no sólo los cumbiamberos, sino el máximo representante de los empresarios de la poderosa CONFIEP, los ministros y hasta los más cultos de hoy, dan vergüenza ajena cuando pretenden expresarse con las 50 palabras que dominan a duras penas. La cultura seguirá tan lejos.

Uno podría preguntarse de donde tanto nacionalismo y tanto apego a las reglas. Mentiras, nada que ver, puras pendejadas para el consumo local. Lo que asusta de Calle Trece en Perú es su poder para transmitir ideas. Sus conciertos en todo el mundo son seguidos por decenas de miles de asistentes, sus videos en internet tienen igualmente decenas de miles de visitas de gente que al oír su música va haciendo carne de sus letras, identificándose y levantando los puños. En un país como Perú, donde un discurso monocorde de derechas ha sido impuesto desde los círculos de poder que nos quieren silentes y tarados, con la complicidad de una izquierda pusilánime y acomplejada, el discurso de René Pérez, plagado de mensajes cuestionadores, es demasiado poderoso para ser permitido. La juventud limeña, no obstante, está dividida entre quienes los apoyan y quienes los combaten. Estos últimos los combaten con odio visceral, con saña, con ancianidad arrancada a sus padres y abuelos, pletórica de discursos macartistas. Quienes los apoyan son también miles pero traen una sonrisa en los labios. Entre ellos han aparecido algunos de orígenes humildes que suben a los ómnibuses a cuestionarlo todo, con el mismo desenfado de René. Es lo extraño, Calle Trece ha logrado romper la censura oficial limeña y se ha colado entre sectores de jóvenes que los imitan en pequeña escala. La próxima vez que visiten Lima volverán a convocar decenas de miles, pero también volverán a recibir la repulsa del poder local. En todo caso, nadie será ajeno a ellos como ha ocurrido en sus dos visitas anteriores. Extraño caso el de Calle 13, empeñados en nadar contra la contracorriente. Extraño si no fueran quienes son.


23 de Noviembre del 2011