martes, 13 de marzo de 2012

Día Internacional de la Mujer


A juzgar por la cantidad de radios que la han entrevistado en el día de la Mujer, María Luisa Cuculiza debe encarnar mejor que nadie a la mujer peruana. La señora ha declarado con ese tono marcial tan suyo, aconsejando a las damas obtener su independencia económica, para que estas digan a sus parejas “O te vas tú, o me voy yo”. Que no dependan de nadie, les ha dicho. Lo absurdo es que la señora es admiradora declarada de un sujeto que gustaba de torturar a su esposa. Pero eso no parece importante en el día de la mujer. 
La guerra sexista no es solución
                 La fecha está sirviendo para convertirla en una guerra contra los hombres. Guerra que nadie ganará, pero que sirve para el desahogo de muchas que anduvieron mal en sus relaciones con el malhadado enemigo. No está mal, pero es poco. Las que ocupan los medios denuncian lo mismo todos los años: violencia de género, feminicidio, desbalance en sueldos de hombres y mujeres, discriminación sexista, derecho a procrear o no y 20 etcéteras.

                El culpable de todo, aunque no lo dicen fuerte, es el gran enemigo, el hombre. Sí, claro. Cuando se habla de feminicidio identificar al agresor es obligado. Pero allí están las leyes que deberían aplicarse aún por jueces y fiscales mujeres y no se aplican. Cuando se habla de sueldos desiguales en empresas manejadas por mujeres la cosa ya no es tan clara ¿Quién es culpable?, y también en este caso ya existen las leyes que penan la discriminación. Y el derecho a procrear ¿No depende del contexto? ¿Puede una mujer negarse a procrear infinitamente aún dentro de una familia? ¿Qué derecho asiste al hombre entonces? ¿No es eso violencia de género también?  Cuando las feministas se quejan de que las niñas en zonas rurales son más analfabetas que los hombres, ¿serán conscientes de lo que dicen? El analfabetismo hay que combatirlo sin diferencias de género. Y es que el gran enemigo que se está planteando en estas conmemoraciones es el enemigo equivocado. Insisto, las feministas han logrado envenenar las relaciones entre hombres y mujeres al punto de hacer inviable la convivencia bajo el lema ¡Vaginas unidas jamás serán vencidas! El problema no les interesa, les interesa condenar al hombre.

                Pero el enemigo verdadero es otro. Empezando por ellas mismas. Si en su día las más (menos) lúcidas se plantean el problema en términos de una guerra sexista será de nunca acabar. Si éstas no concientizan a las otras del problema que radica también en una educación machista que ellas imparten tanto a sus hijos varones como a las hijas mujeres, entonces, ¿Quién es más culpable? Y si en los trabajos se paga menos a las mujeres, no es eso lo que llaman ¿la mano invisible del mercado? El mercado se regulará o deberían empezar a denunciar a ese mercado, en lugar de convertirlo en una guerra contra sus compañeros. Y finalmente, no es todo este problema uno de educación? No conozco una mujer educada que soporte abusos, chantajes, golpes. Se hacen respetar empezando por el diálogo. Una mujer educada es una mujer no abusada, ni discriminada y tiene todas las oportunidades de realización. 

                Contra la violencia física, eso sí, no caben medias tintas. Como no caben editoriales, ni poses en los medios, ni reuniones sociales. La aplicación rigurosa de la ley es imperativa.  Y debería comprenderse que una mujer golpeada no puede esperar al siguiente aniversario, es necesario actuar prontamente. Casos como el de Patrica Lefranc, quemada con ácido sulfúrico, cuya foto acompaña este post, indigna también a los hombres. 

Patrica Lefranc: víctima de violencia de género. No sirven discursos
                 Si en los próximos años las mujeres siguen conmemorando su día con declaraciones faranduleras, rosas y tés de tías, las cosas no cambiarán. Si por el contrario, hacen algo por concientizarse y concientizar a la manera de las pioneras de los movimientos liberadores de la mujer, y organizan marchas como mares, y plantones y cacerolazos, de denuncia y propuesta, y ponen manos a la obra identificando en qué están fallando ellas mismas, los problemas empezarán a resolverse y muchos hombres apoyaremos sus reivindicaciones. En tanto, deberán contentarse con las rosas que cínicamente alguno les quiera entregar.   
        
Pueblo Libre, 10 de marzo del 2012

Ceder el Paso


Patricia Melgarejo y Phillips Butters han contado que se han vuelto buenos. En su programa de radio Capital de las mañanas, han expresado la semana que pasó, que cuando van montados en sus autos están cediendo el paso a todos los que se cruzan en su camino. Es mi forma de contribuir, afirma Patricia, que además ha contado que el cambio empieza por uno. Me levantan el pulgar, o sonrien, fundamentalmente lo señores de la tercera edad, dice, graficando su alegría por su decisión. Phillips en cambio, ha relatado que la gente se sorprende ante su gesto, que muchas veces se gana los gritos y los insultos de los conductores que vienen atrás de él. Ambos parecen decididos a persistir en su decisión. 


La señora Margarita no maneja auto ni anda practicando el buenismo. Vende tamales para el desayuno de las mañanas de fin de semana. Estoy esperando a que me atienda y escuchando sus alegatos vendedores cuando de pronto he oido un grito. La verdad, oigo gritos con bastante frecuencia. Esta zona es comercial y los camiones de reparto traen productos, humo y gritos por montones. Pero esta vez no, el grito ha sido de dolor. Margarita levanta la vista, mira hacia el frente y se pone de pie diciendo ¡Es la epilepsia!. Ni entiendo una jota pero la veo cruzar la pista y me quedo unos minutos observando la escena: unas piernas sobresalen tras de un caseta de periódicos, extendidas en el piso. Margarita llega, luego no la veo más porque la cubre el cubo del kiosko de los diarios. Cuando retorna me dice que es un señor que sufre de epilepsia, que ella lo conoce de vista, le ha puesto un trapo entre los dientes y ha evitado que golpee su cabeza contra el cemento. Algunas personas, dos o tres, le han ayudado a ayudar. Ahora el hombre esta inconsciente pero se esta recuperando y ha llegado el serenazgo.

                Al frente de un timón nos sentimos más importantes que todos los de a pie. Olvidamos que a la vuelta de la esquina nos puede estar esperando un ataque al corazón, uno de epilepsia, o simplemente un resbalón, o un desmayo por una nada.  Quizás el descubrimiento de Patricia y Phillips de ceder el paso, se replique, si ellos se empeñan. La gente puede cambiar. 

 El extraño al que ellos han decidido ceder el paso ha sido la señora que atiende al epiléptico sin dudarlo. El incognito al que permitimos pasar sin meterle el carro por delante, puede ser el que salve nuestras vidas en otras circunstancias. El peatón al que miramos con la distancia que nos separa de un africano, si lo respetamos en los cruces de las calles y sobre las pistas, es una persona que se valora más al sentirse respetada y está más dispuesta a hacer otro tanto en bien de otros, incluidos los apurados y atropelladores conductores que olvidamos que no tenemos la vida comprada .   

Pueblo Libre, 12 de marzo del 2012