miércoles, 30 de noviembre de 2011

Querías aventuras…Tienes aventuras

            Dejamos atrás el Codo del Pozuzo -del cual hemos escrito bastante- y nos encaminamos de retorno hacia Pozuzo. Estoy un poco cansado, pero sé que las aventuras pueden estar a la vuelta de la esquina. La primera sorpresa ocurre en el abordaje del vehículo en que viajaremos, cuando la terramoza oficial, una señora que dice tener 80 años, pero que no los parece, pregunta sin venir a cuento, ¿Usted es Jorge Ulloa?, Si, ¿Y usted es Carlos Ulloa?, dirigiéndose a otro señor, en el asiento delantero, “Si señora, lo soy”. Así es la vida. No nos conocíamos, pero rápidamente me entero de que este caballero que lleva mi apellido estuvo unas horas antes dirigiendo la charla con los agricultores en la municipalidad de Codo.
             Es funcionario del Ministerio de Agricultura y está acompañado de dos compañeras de trabajo con las cuales difunden por las regiones del centro del país, los beneficios de cambiarse a cultivos alternativos como el cacao o la palma aceitera. Considera que la tarea es difícil, pero la gente va comprendiendo el beneficio de los cultivos protegidos por la ley.

El derrumbe visto desde "Acá"
Casi una hora después de iniciado el viaje, llegamos a las cercanías del puente Codo. Allí nos detenemos. Ha habido un derrumbe durante la noche y ningún vehículo ha podido pasar. Algunas personas hacen transbordo, pero nosotros esperaremos un poco. A ambos lados del derrumbe hay gente observando las maniobras de la maquinaria pesada para despejar la vía. Tomo la ocasión como una nueva aventura. Dejo mi mochila de su cuenta, en mitad del camino,  como si no existieran ladrones en kilómetros a la redonda –y de hecho no existen- y ando los doscientos metros que nos separan del epicentro del derrumbe. Llego premunido de mi cámara y me  detengo como a 30 metros de la zona de maniobras. Allí hay algunos circunstantes que cómodamente sentados observan las maniobras como si de un cine se tratara. En lo que he llegado, desde las laderas, han caído algunas piedras de forma misteriosa, se desprenden lentamente, como si dudaran, luego se precipitan rauda y pesadamente para estrellarse en el rio. Acaso se produzca un nuevo alud. De hecho, unos minutos después me comentarían el caso de un muchacho que estaba limpiando un derrumbe cuando se produjo un segundo derrumbe que lo sepulto con todo y maquinaria pesada ocasionándole la muerte. He observado la caída de las piedras y recuerdo las palabras de Lázaro Florida “No tener miedo, pero respetar” 

Aprovechando el pánico para cruzar
 En el punto donde estoy detenido los curiosos comentan que están aquí desde la mañana. El conductor de una combi hace una precisión. Dice que la culpa es de las autoridades que han enviado con la maquinaria a un novato, un aprendiz que recién ha aprendido a manejar. Observo el trabajo que hace éste, parece que estuviera preparando una gran mazamorra, lleva y trae y repite las maniobras una vez y otra sin avanzar nada. Luego como si alguien hubiera escuchado al conductor de la combi, aparece atrás de nosotros un segundo Caterpillar, un poco más nuevo que el primero. Se detiene como a veinte metros de nosotros, brama su pequeña chimenea. Luego se calla y desciende un tipo rubicundo, muy castaño, parece Karl Heinz Rummenigge. Viste un pantalón corto y un polo de color verde. Camina con determinación arqueando los brazos a los costados de su cuerpo. Al pasar junto a nosotros nos ha mirado y ha dicho “Tiene que salir”, refiriéndose al novato. Y sigue andando que parece que arrollará a quien se le ponga enfrente. Llega al área de conflicto pero luego ya no sabemos que pasa, porque nada ocurre y sólo muchos minutos después se retira el primer Caterpillar y es reemplazado por el segundo. 

El derrumbe visto desde el otro lado
Arrojando las rocas al río
El segundo Caterpillar empieza a nivelar el paso y un atisbo de carretera va surgiendo lenta, pero seguramente. Alguien acompaña las labores del conductor dando indicaciones desde el piso, pero el maquinista decide lo que hace. Sigue aplanando escollos hasta que aprovechamos un instante los amigos del ministerio y yo, para pasar al otro lado del derrumbe. Lo hacemos y vemos cómo aun falta desalojar las piedras caídas con el derrumbe. El maquinista se deshace de ellas en un santiamén arrojándolas al rio. Luego escarba la ladera de la montaña para proveerse de piedras pequeñas que pondrá 
sobre el camino de tierra que acaba de crear, formando así un colchón más sólido que soporte el paso de los vehículos. La gente esta jubilosa pero no hay tiempo para gratitudes. Toman sus pertenencias y cruzan a pie el camino o lo hacen en sus vehículos. Pronto sólo quedamos nosotros. Son casi las cinco de la tarde. Hemos perdido como 2 horas de camino. No ha habido ingenieros que diseñen la nueva ruta, ni para que dirijan el desbloqueo, nada de eso. Aquí la gente soluciona sus problemas de forma independiente sin esperar nada de la gran ciudad y hasta parece que así es mejor. 

Liberada la via, primer vehículo en cruzar
  Nuestro vehículo no viene. Esta detenido como a  quinientos metros de nosotros, sin cruzar la restituida carretera. Sólo una hora después y con nuestra paciencia al límite, llega con la novedad de que se le reventó una llanta. Son casi las seis de la tarde, la noche está entrando y deberemos hacer el viaje a Pozuzo sin la luz del día. Es algo que todos los conductores evitan, por el riesgo que implica ello por los precipicios. Pienso, “querías aventuras, tienes aventuras”. Un segundo acaricié la posibilidad de volver a Codo, se pasa tán bien allí. Pero no hay remedio…Retroceder nunca, rendirse jamás… Volver a Codo es imposible. Nos vamos con algo de temor y media hora después descubrimos que toda la caravana de autos que se nos adelantó está detenida en un pequeño derrumbe, nada grave, pero una camioneta está atascada y bloquea a todos. Una combi se le adelanta y con una soga logra sacarla del atasco. Ahora sí, nos vamos, nuestro conductor maneja como loco de puro apurado. He rezado un padre nuestro. Llegamos a Pozuzo a las 9 de la noche. No hay mucho por hacer. Me despido de los amigos del ministerio que se portaron tan bien todo el trayecto, nos comunicaremos. He llegadoa tiempo de tomar una habitacion en algún albergue y buscar un lugar en donde cenar. Estoy exhausto.
Dia 4. Codo del Pozuzo, 27 de octubre del 2011

martes, 29 de noviembre de 2011

Objetivos Turísticos en Codo del Pozuzo


Objetivo Turístico.- Lugar que se alcanza, al que se llega con dificultad o sin ella. No para sacarse fotos y mostrar a los amigos, sino para llegar, conocer, aprender. Se puede sacar fotos del objetivo alcanzado, pero el objetivo no es uno mismo. Lugar en el que se debe respetar las creencias, formas de vida y costumbres de sus habitantes.



El asunto es pasar un buen rato conociendo lugares con paisajes increíbles. El clima es de lo mas benigno y sanador y la gente un mar de amable. Vale la pena. Aquí algunos lugares a alcanzar.

PUENTE POZUZO Y PUENTE CHORROPAMPA:

                Están a una distancia de 30 minutos en moto y una hora de caminata, por el sendero que conduce al caserío La Huanca, al suroeste del centro poblado.
 Es un camino por el cual hace algunos años, las ganaderos locales conducían su ganado rumbo a Pozuzo. En medio del bello paisaje de la zona estos puentes separan dos caminos: uno que va hacia Pozuzo y el otro hacia Chorropampa. Intuyo que la verdadera aventura debe ser seguir esos caminos, de uno de los cuales (el de Pozuzo) me hablo el señor criador de ganado el primer día que pase en Codo.

BONI - BOSQUE DE LOS NIÑOS:

A 2kms. (20 minutos) al norte del poblado. Es un bosque de 5 Has, donado por el Sr. Wilfredo Baumman para ser manejado por los niños y que en el proceso estos adquieran conocimientos, habilidades y valores respecto del aprovechamiento sostenible de los recursos naturales del lugar. Se puede apreciar gran variedad de flora y fauna local, donde los guías serán un conjunto de agradables y desenvueltos niños.

CATARATA DEL SIMIO:

Esta a una distancia de 10 Km, 20 minutos en moto ó 2 horas caminando, en el caserío de Río Codo, al suroeste del centro poblado. Son dos cataratas paralelas de aprox. 7 mts,  en medio de las cuales se forma una cara misteriosa que semeja un simio.
 Es otro lugar ideal para realizar caminatas en medio del verdor de la selva. Existen varios pozos de agua cristalina, con pequeñas caídas de agua donde uno puede refrescarse y disfrutar del paisaje. A lo largo del camino, se aprecia diversas especies forestales de la zona, collpas de mariposas, etc.

CATARATA DE LA HUANCA:

 Ubicada cerca del Cerro de La Huanca, a 11kms al suroeste del Centro Poblado (30 min. En moto y 1 hora caminando por el sendero hacia el Caserío de La Huanca).  Esta catarata tiene dos cuerpos de caídas de aguas cristalinas de aproximadamente 25 mt. de altura, conformando dos pozas de aguas turquesas profundas que invitan a los visitantes a darse un chapuzón. 

CERRO DE LA HUANCA:

 Está ubicado a 11kms del centro poblado, en dirección suroeste (30min. en moto y 1.30 hrs. a pie, caminando por el sendero que conduce al Caserío de La Huanca. Es una imponente mole de piedra volcánica revestida de vegetación, bastante empinada y de aproximadamente 100 mts. de altura. Tiene un gran parecido al Wayna Picchu cusqueño. Está llena de orquídeas y tiene un misterioso río que la rodea y termina por desaparecer en la misma roca de manera subterránea sin salida aparente.

 PASEOS EN BOTE POR EL RIO POZUZO:

            Se puede tomar el bote (consultar en el centro poblado) y visitar algunos caseríos de la margen derecha del río Pozuzo tales como Nueva Esperanza, Bajo Quintore, Alto Quintore, Shanchuy, Huampumayo, en los que se puede practicar turismo vivencial, previa coordinación con personas del lugar o dueños de fundos.

También se puede seguir río abajo hasta Pto. Mayro o Ciudad Constitución donde se puede ir en camioneta tomando la Marginal de la Selva (2hrs.) hasta Yuyapichis y Pto. Inca, capital de la provincia.

Por lo demás, el Centro Poblado del Codo del Pozuzo cuenta con algunos hospedajes, restaurants y pensiones, luz eléctrica permanente, Internet, teléfonos públicos, estación de radio " La Voz del Codo ", TV nacional, posta médica, iglesia, pista de aterrizaje y transporte fluvial todos los días. Y si aún no se animan aqui les dejo la foto de una chica del lugar. Echense a buscarla. No tomé yo la foto, lo siento, es del blog de Kleydis. Pero doy fe de que ví chicas similares.

Huilka

sábado, 26 de noviembre de 2011

Chau Codo

Y bien, después de la visita al señor Florida y de haber salido huyendo de allí perseguido por la furia de la naturaleza, me quedaba poco por hacer; al menos es lo que creí. Esa noche, la segunda de las dos que pase en el pueblo, escuche música en el MP3. No era precisamente un equipo 3 ó 4 en 1, pero no se puede viajar con toda la casa, si se quiere viajar. Me acomodé al aparatito y a la única radio del pueblo, ya lo he dicho, que valgan verdades cumple bastante bien su rol. 

Municipalidad de Codo del Pozuzo, toda de madera

Me ha pasado algunas veces que mientras ocurren las cosas más normales del mundo, en realidad estas van configurando las ocasiones y hechos inolvidables. Eso ocurrió aquella noche. Cansado por la jornada que había tenido durante todo el día, salí al balcón (este sí es de madera) del hospedaje donde estaba y observé el movimiento de la gente. La noche anterior había descubierto que los adolescentes en Codo se entretienen paseando en sus motos en la calle principal del pueblo. Dan muchas vueltas haciendo sonar los escapes de sus vehículos, hasta que poco a poco empiezan a desaparecer. Sin embargo, tras la lluvia del miércoles fueron pocos los que pasearon en la calle. ¿Iba yo a permanecer en Codo 24 horas más? Aún no lo sabía. Tenía hasta el Lunes para regresar al trabajo, pero el calor del ambiente me resultaba excesivo. Con esos pensamientos torturaba mi mente cuando decidí oír música.


No gusto de la tecno cumbia, pero estaba en la selva, no me extrañó nada que al sintonizar la radio la escuchara. Pero la música que oí en esa radio, aún la tecno cumbia, me gustó. La música empezó a ingresar por mis oídos con una suavidad casi material, con unas melodías pegajosas que nada tenían de la irritación que producen en la costa.  Luego no nos engañemos. La tecno cumbia que allí se escucha nada tiene que ver con la que se repite desde hace como 5 años en Lima y en principales medios de comunicación:  Yaipenes, Grupos 5, Bellas Bellas, y varios etcéteras. Nada de “que levante la mano quién no lloró por amor…” ni tonterías. Lo que escuché fue música muy melodiosa y pegajosa y tecno cumbia, sin duda, pero diferente. ¿Es que los ritmos tropicales tienen mejor sonido en la selva? Es posible. Lo que sí es cierto es que la letra no tenía que ver con despechos ni rencores, sino con amores y esperanzas. Algunas de esas letras eran adaptaciones de canciones originales de otros ritmos, y otras eran letras nuevas que yo jamás había oído. En pocas palabras, eran letras positivas y melodias contagiantes que brotaban a través de las ondas como el rocio en las plantas y el instante se volvió mágico, para configurarse en inolvidable.  ¿Por qué en la costa nos torturaron con las mismas canciones despechadas y lloriqueantes durante años con la tecno cumbia? Vaya uno a saber. Es como los noticieros...¿Se necesita tanta muerte y notas sensibleras en ellos? Nada. A las diez de la noche (¿o fueron las once?) la transmisión radial cesó (igualito que era en Lima y provincias hace algunos años) y hube de dormirme.


 A la mañana siguiente pude encontrar al señor Jaime Armas, responsable de Imagen Institucional de la municipalidad. Me atendió con absoluta amabilidad y respondió cada una de las preguntas que formulé (ya sabéis que anduve de preguntón aquellos días). Confirmó casi todas mis certezas y avivó algunas de mis dudas. Conversamos de las razas de ganado que se crían en la zona, cultivos, población, algo de historia. Al cabo de un rato parecía que nos conocíamos de siempre. Mientras hablábamos, en el auditorio municipal se realizaba un evento oficial con decenas de agricultores. El señor Armas tuvo la amabilidad de ofrecerme una impresión de un archivo digital con datos acerca de Codo. Para ello me remitió con la señorita Ruth Masgo, trabajadora de la municipalidad, que otra vez amablemente me recibió, hizo copia del archivo y sufrió un pequeño interrogatorio de mi parte sorteándolo muy bien. Me dio un par de consejos y nos despedimos.  Era hora de retornar, pero no tenía ni la más remota idea de que eso, en ese momento, no dependía de mi voluntad, sino de la naturaleza, otra vez. A las dos de la tarde tomé el vehículo hacia Pozuzo: Este me llevó a dar un par de vueltas por el pueblo recogiendo pasajeros y pude ver rostros que ya no iba a ver, también caer en la cuenta de que había hecho varias amistades y me llevaba conmigo un poquito de Codo. Luego, Adios, hasta la próxima vez.   

Día 4. Codo del Pozuzo, 27 de octubre del 2011

Continuará...

martes, 22 de noviembre de 2011

Un Balcón en el cielo del Codo del Pozuzo. Fundación y Tribulación. Última parte.


           Cuenta don Lázaro, “Partimos de Santa Rosa. Cada persona llevaba 30 kilos de equipaje, entre alimentos y algunas cosas más. Los alimentos eran para la ida (venida a Codo), para el tiempo que estaríamos en el lugar, y para el retorno hasta Santa Rosa. ¿Cuantas personas fueron en el primer viaje? “Siete personas ú ocho, no más”. Mi anfitrión habla con vivacidad, como si el viaje hubiera ocurrido ayer, o como si estuviera a punto de iniciarlo. Le pregunto cuánto demoraron en llegar. “Dos días y medio” “Teníamos que andar duro, porque sino no avanzábamos”, dice. Le inquiero si se ayudaban cortando el monte con machetes o hachas. “No. Una vez que cortas el día te gana. Con mal camino no se avanza”. ¿Entonces, pasaban entre la maleza? Introducíamos la cabeza y luego el cuerpo, teníamos que avanzar rápido. ¿Y los animales?, No había muchos. Pero aclara que también usaron la orilla del río cuando podían. Le pregunto si cuando llegaron a Codo hallaron gente, “Nada, nadie”, ¿Ni nativos?,  No, ellos estaban mucho más allá. Le hago notar que el suyo fue un viaje rápido, comparado con el de los colonos fundadores de Pozuzo que demoraron dos años en llegar. Entre Pozuzo y Codo hay algo más de 60 kilómetros. “Teníamos que avanzar rápido por los alimentos,  además es menos distancia” responde.  Mientras el señor Florida y yo hablamos, Rildo se ha quedado a unos metros de nosotros y eventualmente interviene para precisar algún dato. ¿Qué implementos traían? ¿Botas de jebe?, “Zapatos bajos, con botas de jebe no se avanza caminando”. Sorprendido le retruco, Les podía morder una culebra, “Mala suerte” me responde. Me inquieta cómo se pobló Codo, le pregunto, ¿Luego de que ustedes encuentran la tierra, les empieza a venir la gente?  “Poco a poco” responde. “En lugar de decirnos vayan, que yo voy a ir después de ustedes, nos decían están locos, se van a ir tan lejos, ¿acaso no tienen tierras para que trabajen, no tienen comida acaso?" “Así nos fastidiaban”. “Pero nosotros éramos 9 hermanos varones y tres mujeres. Unidos. Nos dábamos la mano unos a otros. Y nos vinimos poco a poco. Los otros nos siguieron después” Escuchando al señor Florida pienso que es lo de siempre, los visionarios son combatidos, la visión de quienes pueden ver más allá de los ojos de ver, es combatida con burla o escarnio desde que inicia el mundo hasta nuestros días. Le pregunto ¿Y qué implementos traían? Escopeta, machete, fósforos, arroz pilado, y azúcar para el café.

Vista del rio y el pueblo desde la vivienda de Lázaro Florida
Hay hombres y mujeres que escuchan al corazón y cambian su existencia y con ella la de cientos o miles de hombres. La odisea de Lázaro Florida y sus hermanos no fue sólo un viaje que pudo costarles la vida; sino vivir luego en medio de la nada, o de la abundancia, según se mire, pero en una soledad polar quizá para siempre, privados de todo. Esa decisión cambió la vida de los casi 12,000 habitantes que hoy tiene el Codo del Pozuzo y de otros miles que comercian con ellos. Codo es una tierra prodiga que sus ojos entrenados vieron antes que nadie. A través de su voz y sus gestos y mirada, descubro en el señor Florida el ardor y la sabiduría, la capacidad de quienes no se arredran y se juegan enteros por un objetivo. Es de imaginarlo a los 27 años arrasado por la fiebre de la decisión de hallar la tierra que buscaba. La encontró, creó una chacra, inventó y fundó un pueblo.

Después del duro trabajo en la chacra, el señor Florida
                 ¿El viaje lo benefició? ¿Está contento, orgulloso de lo que hicieron?, le pregunto, “Claro, pues”, responde y explica, “Lo bueno es que no hemos padecido por gusto. A nosotros se nos fue nuestra vida y pasamos tanto sacrificio, pero no ha sido en vano. Codo ya es una ciudad. Usted ve la cantidad de potencial económico que hay. Codo produce muchos miles de cabezas de ganado. Es considerado el distrito que produce más cantidad y mejor calidad de carne de ganado (del país). Aunque yo no tengo mucho, me gusta que ha crecido el pueblo”. Luego me comenta que trabaja con uno de sus hijos en cinco lugares. Recuerdo todo el camino que hemos ascendido para llegar hasta su cabaña y mirando el verdor que nos rodea por decenas de metros le comento que “tiene usted un jardín grande”. Sonríe y me explica que él “eligió este lugar altito, porque da una buena visión”. Le confirmo que así es y le pregunto si para el aniversario del pueblo a él lo invitan. Responde que ahora último han empezado a festejar pero en fecha cambiada. “La fecha es el 5 de junio, reclama. Aunque este año no se hizo por las elecciones generales”. Le pregunto (por fastidioso que soy) “Y  a usted… ¿ya le hicieron un monumento?  Sonríe otra vez y responde “A mí qué me van a hacer monumento” “A mí que me ayuden en algo cuando estoy vivo, no muerto” Sonrío escuchando a este hombre jovial, lúcido y sabio. Hago mi última pregunta, ¿Para el viaje no usaron el río?,  “No. El río es feo, muchas caídas, es peligroso”. Y sentencia con una lección final “No hay que tener miedo (al río), pero hay que respetar”

El jardin del señor Florida. Caen rayos y nos vamos
                Ha llegado el momento de partir. Don Lázaro Florida está preocupado porque han iniciado a estallar rayos en el cielo. “Los vaya a partir un rayo” dice. Antes de despedirnos quiere obsequiarme un racimo de plátanos de su provisión personal. Le explico que no, que he venido sólo a Codo y que es demasiado para mí. Y pienso –aunque no se lo digo- que soy yo quien está en deuda con este personaje extraordinario que me ha permitido llegar a su casa y contarme su historia, y conserva la sencillez y amabilidad de la gente buena. Nos despedimos como viejos amigos y me propone que lo visite algún día. Le aseguro que sí. Subimos a la moto y nos vamos. La lluvia esta cayendo, el cielo se ha puesto muy negro hasta simular una noche a las cinco de la tarde. Hemos descendido con rapidez la montaña sintiendo en nuestros hombros la lluvia que amenaza barrernos. He preguntado a Rildo si alguna vez se ha estrellado y le he pedido que ésta no sea la primera vez. Huimos de la lluvia, de los rayos, entre los campos y la carretera a velocidad interestelar. Huimos como si nos persiguiera el diablo y todos sus esbirros, porque siento que no le ha gustado que hoy yo conociera un balcón en el cielo del Codo del Pozuzo. Ha sido una aventura increíble. Jamás olvidaré éste día.

Dia 3. Balcón del Codo del Pozuzo, 26 de Octubre del 2011

...Fin...pero continuará...

lunes, 21 de noviembre de 2011

Un Balcón en el cielo del Codo del Pozuzo. Parte II


La verdad es que la cabaña del señor Florida estaba ante nosotros, pero él podría estar en cualquier parte. Así que Rildo ha descendido de la moto pidiéndome que lo espere un momento. Da algunos pasos acercándose a la cabaña y pronuncia algunas palabras hacia el interior. Luego me pide acercarme. Avanzo y atravesamos juntos el cerco perimétrico. Allí está por fin… don Lázaro Florida.


Tiene 71 años, pero aparenta menor edad. Luce delgado y tiene una mirada chispeante como un machete. Tiene el cabello corto  y viste un polo celeste con el que ha estado trabajando en su chacra igual que hace décadas. Le cuento el motivo de mi visita. El sonríe y dice, “ah, esa es una historia muy larga”. Me invita a tomar asiento sobre un tronco que está a la entrada de su casa. Desde aquí miro hacia el horizonte y lo veo lejano, muy lejano. Es como estar conversando en el cielo mismo, rodeados de verdor, pero también muy cerca de esos nubarrones oscuros que amenazan la charla que iniciamos al siguiente segundo. 


                Don Lázaro Florida precisa que llegaron por primera vez al Codo del Pozuzo el 7 de junio de 1967. Durante dos años estuvieron yendo y viniendo. Sembraban productos, regresaban a Pozuzo y volvían a Codo dos meses después a cosechar y otra vez se iban. ¿Por qué el viaje? le pregunto. “Estuvimos buscando tierras desde 1,964, en 1967 decidimos buscar por aquí”, ¿Pero, por qué?, “Eramos nueve hermanos hombres y 3 mujeres, no había tierra para todos, había necesidad” responde. En Julio de 1969 don Lázaro decide vivir en Codo de forma permanente:  apenas él y algunos de sus hermanos, solos en un mundo nuevo, sin los servicios básicos, aislados de todo, en la intemperie social, económica y sanitaria. La gente empezó a venir después, cuando hubo avioneta que llegaba a un campito de aterrizaje, cuenta. Eso me lleva a una de mis preguntas originales. Los colonos no llegaron a Pozuzo en avioneta en 1859 porque estas no existían. ¿Por qué don Lázaro y hermanos no usaron avioneta en 1967? “Existían avionetas, sí. Desde el aire puedes ver la llanura, pero no ves el tipo de suelo ni el agua. Hay tantas cosas que necesitas ver. Además necesitábamos conocer el camino de venida y el de retorno, cómo entrar, cómo salir. Y los vuelos costaban y no podíamos pagarlos”. Don Lázaro Florida y sus hermanos han sido agricultores desde la cuna. Conocen la tierra buena. En sus primeras búsquedas en 1964 en Palcazú, Abasto, Mayro, Esmeralda, encontraban poca tierra buena y mucha tierra mala, por eso siguieron buscando. ¿Cómo reconocer la tierra buena? le pregunto. “Cuando conoces, conoces” me responde. “El color de la tierra es diferente, también el monte que crece es diferente en tierra buena y mala” “Aquí había cantidad de tierra buena, eso nos gustó”. Entonces concluyo que no conozco la tierra buena ni la mala. Que sólo soy un ignorante chico de ciudad, y sigo preguntando y las respuestas van saliendo como si fluyeran del rio mismo, hasta configurar una aventura sólida. 

¿Y los detalles? ¿Qué camino usaron? ¿Qué ropa vestían? ¿Qué comían? 

Continuará...

Día 3, Codo del Pozuzo. 26 de octubre del 2011