martes, 6 de diciembre de 2011

Al Quinto dia descanso

Calle de Pozuzo
Lo dicho, estoy exhausto. Los cuatro días anteriores los he pasado viajando de un lado a otro casi sin descanso. He curado definitivamente la fiebre, la faringitis y la congestión nasal que me traje de la gran ciudad. Pero el cuerpo no entiende de voluntarismos aventureros y se planta como un camello en medio del desierto. Ya sabemos, no hay nada que lo levante. Así que me quedo en el albergue algunas horas descansando y cuando salgo sólo lo hago para tomar algunas fotos y recorrer el centro histórico de Pozuzo con calma total.

Escolares después de clase

Es un pueblo pequeño, ordenado y limpio. La gente es muy amable y hasta es común que los niños lo saluden a uno sin conocerlo. Los escolares usan el uniforme único que la gran ciudad ha denostado hasta suprimir. Aquí, en Pozuzo, luce realmente muy bien, sin complejos. En general la gente suele vestir prendas ligeras para combatir el fuerte calor que hace, aunque no es extraño que en un momento irrumpa alguna lluvia. 

Paseo por las calles que ahora lucen todas con sus respectivas veredas y compruebo que la pista ha logrado cubrir todas las vías. Hace tres años sólo la calle Los Colonos estaba asfaltada. Es necesario e inevitable observar el parque central del pueblo que ha sido remodelado hasta convertirlo en un lugar muy bonito, con área para niños, baños, teatrín, oficina de informaciones, bancas, y hasta un barco, que intuyo representa al Norton, la nave en que llegaron los colonos a Perú en 1859.
Parque principal
Mención aparte merece el trabajo con la madera. Pienso, ¿Qué carpinteros extraordinarios hacen las casas que ven mis ojos? Son sencillamente fabulosos. Las bancas del parque central de Pozuzo son una delicia a la vista y hasta tienen un detalle anatómico que la gran ciudad no había pensado ni comprado con todo su dinero. Ya copiará, pienso. Y me sorprenden los basureros doblemente ecológicos. Uno, porque son de madera, para no contaminar, y dos, porque están divididos en “residuos orgánicos” y “residuos inorgánicos”. Además tienen un diseño simple y sobrio. En la sencillez está el secreto.
Basureros doblemente ecológicos
Me han preguntado que ando haciendo por aquí,  si estoy de vacaciones o de qué. Prefiero responder que estoy de paseo. No lo sé, vacaciones me suena a gente que nada hace o que se tira en la cama a dormir mucho.  También me suena a gente en cruceros por el mar o tomándose fotos para enseñar a los amigos. Fotos del tipo “Aquí estoy en las pirámides; aquí, en New York”, cosas asi, ó “a este tigre lo maté en mi zafari por Africa”, ya sabemos lo que es la vanidad. Nada de eso tiene que ver con lo mío, que es más bien un paseo en busca de historias y aventuras; jugándome el pellejo alguna vez, sacrificándome en una que otra, corriendo pequeños o medianos riesgos, observando mucho lo más del tiempo.
Una casa que parece de cuento
                Objetivos turísticos (que es el término que usé antes) hay que entenderlo en ese sentido. No se trata de conocer Roma, o el Arco del Triunfo en Paris, ni de comer en restaurantes de cuatro tenedores o dormir en hoteles de cinco estrellas. No es llegar a un lugar y sacarse las benditas fotos. Se trata de vivir aventuras a lo Indiana Jones en el Templo de la perdición. Y esto ultimo como sabéis -si visteis la película- entraña jugarse el pellejo de rato en rato contra una bola de piedra enorme que lo persigue a uno para aplastarlo, o luchar contra una araña gigante, o caminar un estrecho sendero en el que unas cierras circulares enormes amenazan cortarnos como mortadela. Eso, se trata de que la aventura está en el camino a ese lugar, en el triunfo pequeño de poder decir llegué; sangrante y todo, pero llegué. Y por supuesto respirar aire puro, en contacto con la naturaleza, conociendo la flora y la fauna de los lugares y conociendo formas de vida que en las grandes ciudades se han olvidado por completo. 
Detalle anatómico de las bancas
                La tarde avanza y me he sentado en una banca a observar. De pronto inicia una lluvia más fuerte que todas las anteriores y quedo atrapado, guarecido bajo el techo de la banca. Después cesa la lluvia y voy al museo Schafferer. Atiende desde las dos de la tarde y allí se puede tener una idea cómo fue la vida de los primeros habitantes de la zona, cuando se vivía en el aislamiento y no existían las carreteras que hoy unen a Pozuzo con el mundo. Pero esa es otra historia...

Quinto dia. Pozuzo. 28 de octubre del 2011 

Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario