miércoles, 30 de noviembre de 2011

Querías aventuras…Tienes aventuras

            Dejamos atrás el Codo del Pozuzo -del cual hemos escrito bastante- y nos encaminamos de retorno hacia Pozuzo. Estoy un poco cansado, pero sé que las aventuras pueden estar a la vuelta de la esquina. La primera sorpresa ocurre en el abordaje del vehículo en que viajaremos, cuando la terramoza oficial, una señora que dice tener 80 años, pero que no los parece, pregunta sin venir a cuento, ¿Usted es Jorge Ulloa?, Si, ¿Y usted es Carlos Ulloa?, dirigiéndose a otro señor, en el asiento delantero, “Si señora, lo soy”. Así es la vida. No nos conocíamos, pero rápidamente me entero de que este caballero que lleva mi apellido estuvo unas horas antes dirigiendo la charla con los agricultores en la municipalidad de Codo.
             Es funcionario del Ministerio de Agricultura y está acompañado de dos compañeras de trabajo con las cuales difunden por las regiones del centro del país, los beneficios de cambiarse a cultivos alternativos como el cacao o la palma aceitera. Considera que la tarea es difícil, pero la gente va comprendiendo el beneficio de los cultivos protegidos por la ley.

El derrumbe visto desde "Acá"
Casi una hora después de iniciado el viaje, llegamos a las cercanías del puente Codo. Allí nos detenemos. Ha habido un derrumbe durante la noche y ningún vehículo ha podido pasar. Algunas personas hacen transbordo, pero nosotros esperaremos un poco. A ambos lados del derrumbe hay gente observando las maniobras de la maquinaria pesada para despejar la vía. Tomo la ocasión como una nueva aventura. Dejo mi mochila de su cuenta, en mitad del camino,  como si no existieran ladrones en kilómetros a la redonda –y de hecho no existen- y ando los doscientos metros que nos separan del epicentro del derrumbe. Llego premunido de mi cámara y me  detengo como a 30 metros de la zona de maniobras. Allí hay algunos circunstantes que cómodamente sentados observan las maniobras como si de un cine se tratara. En lo que he llegado, desde las laderas, han caído algunas piedras de forma misteriosa, se desprenden lentamente, como si dudaran, luego se precipitan rauda y pesadamente para estrellarse en el rio. Acaso se produzca un nuevo alud. De hecho, unos minutos después me comentarían el caso de un muchacho que estaba limpiando un derrumbe cuando se produjo un segundo derrumbe que lo sepulto con todo y maquinaria pesada ocasionándole la muerte. He observado la caída de las piedras y recuerdo las palabras de Lázaro Florida “No tener miedo, pero respetar” 

Aprovechando el pánico para cruzar
 En el punto donde estoy detenido los curiosos comentan que están aquí desde la mañana. El conductor de una combi hace una precisión. Dice que la culpa es de las autoridades que han enviado con la maquinaria a un novato, un aprendiz que recién ha aprendido a manejar. Observo el trabajo que hace éste, parece que estuviera preparando una gran mazamorra, lleva y trae y repite las maniobras una vez y otra sin avanzar nada. Luego como si alguien hubiera escuchado al conductor de la combi, aparece atrás de nosotros un segundo Caterpillar, un poco más nuevo que el primero. Se detiene como a veinte metros de nosotros, brama su pequeña chimenea. Luego se calla y desciende un tipo rubicundo, muy castaño, parece Karl Heinz Rummenigge. Viste un pantalón corto y un polo de color verde. Camina con determinación arqueando los brazos a los costados de su cuerpo. Al pasar junto a nosotros nos ha mirado y ha dicho “Tiene que salir”, refiriéndose al novato. Y sigue andando que parece que arrollará a quien se le ponga enfrente. Llega al área de conflicto pero luego ya no sabemos que pasa, porque nada ocurre y sólo muchos minutos después se retira el primer Caterpillar y es reemplazado por el segundo. 

El derrumbe visto desde el otro lado
Arrojando las rocas al río
El segundo Caterpillar empieza a nivelar el paso y un atisbo de carretera va surgiendo lenta, pero seguramente. Alguien acompaña las labores del conductor dando indicaciones desde el piso, pero el maquinista decide lo que hace. Sigue aplanando escollos hasta que aprovechamos un instante los amigos del ministerio y yo, para pasar al otro lado del derrumbe. Lo hacemos y vemos cómo aun falta desalojar las piedras caídas con el derrumbe. El maquinista se deshace de ellas en un santiamén arrojándolas al rio. Luego escarba la ladera de la montaña para proveerse de piedras pequeñas que pondrá 
sobre el camino de tierra que acaba de crear, formando así un colchón más sólido que soporte el paso de los vehículos. La gente esta jubilosa pero no hay tiempo para gratitudes. Toman sus pertenencias y cruzan a pie el camino o lo hacen en sus vehículos. Pronto sólo quedamos nosotros. Son casi las cinco de la tarde. Hemos perdido como 2 horas de camino. No ha habido ingenieros que diseñen la nueva ruta, ni para que dirijan el desbloqueo, nada de eso. Aquí la gente soluciona sus problemas de forma independiente sin esperar nada de la gran ciudad y hasta parece que así es mejor. 

Liberada la via, primer vehículo en cruzar
  Nuestro vehículo no viene. Esta detenido como a  quinientos metros de nosotros, sin cruzar la restituida carretera. Sólo una hora después y con nuestra paciencia al límite, llega con la novedad de que se le reventó una llanta. Son casi las seis de la tarde, la noche está entrando y deberemos hacer el viaje a Pozuzo sin la luz del día. Es algo que todos los conductores evitan, por el riesgo que implica ello por los precipicios. Pienso, “querías aventuras, tienes aventuras”. Un segundo acaricié la posibilidad de volver a Codo, se pasa tán bien allí. Pero no hay remedio…Retroceder nunca, rendirse jamás… Volver a Codo es imposible. Nos vamos con algo de temor y media hora después descubrimos que toda la caravana de autos que se nos adelantó está detenida en un pequeño derrumbe, nada grave, pero una camioneta está atascada y bloquea a todos. Una combi se le adelanta y con una soga logra sacarla del atasco. Ahora sí, nos vamos, nuestro conductor maneja como loco de puro apurado. He rezado un padre nuestro. Llegamos a Pozuzo a las 9 de la noche. No hay mucho por hacer. Me despido de los amigos del ministerio que se portaron tan bien todo el trayecto, nos comunicaremos. He llegadoa tiempo de tomar una habitacion en algún albergue y buscar un lugar en donde cenar. Estoy exhausto.
Dia 4. Codo del Pozuzo, 27 de octubre del 2011

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