sábado, 26 de noviembre de 2011

Chau Codo

Y bien, después de la visita al señor Florida y de haber salido huyendo de allí perseguido por la furia de la naturaleza, me quedaba poco por hacer; al menos es lo que creí. Esa noche, la segunda de las dos que pase en el pueblo, escuche música en el MP3. No era precisamente un equipo 3 ó 4 en 1, pero no se puede viajar con toda la casa, si se quiere viajar. Me acomodé al aparatito y a la única radio del pueblo, ya lo he dicho, que valgan verdades cumple bastante bien su rol. 

Municipalidad de Codo del Pozuzo, toda de madera

Me ha pasado algunas veces que mientras ocurren las cosas más normales del mundo, en realidad estas van configurando las ocasiones y hechos inolvidables. Eso ocurrió aquella noche. Cansado por la jornada que había tenido durante todo el día, salí al balcón (este sí es de madera) del hospedaje donde estaba y observé el movimiento de la gente. La noche anterior había descubierto que los adolescentes en Codo se entretienen paseando en sus motos en la calle principal del pueblo. Dan muchas vueltas haciendo sonar los escapes de sus vehículos, hasta que poco a poco empiezan a desaparecer. Sin embargo, tras la lluvia del miércoles fueron pocos los que pasearon en la calle. ¿Iba yo a permanecer en Codo 24 horas más? Aún no lo sabía. Tenía hasta el Lunes para regresar al trabajo, pero el calor del ambiente me resultaba excesivo. Con esos pensamientos torturaba mi mente cuando decidí oír música.


No gusto de la tecno cumbia, pero estaba en la selva, no me extrañó nada que al sintonizar la radio la escuchara. Pero la música que oí en esa radio, aún la tecno cumbia, me gustó. La música empezó a ingresar por mis oídos con una suavidad casi material, con unas melodías pegajosas que nada tenían de la irritación que producen en la costa.  Luego no nos engañemos. La tecno cumbia que allí se escucha nada tiene que ver con la que se repite desde hace como 5 años en Lima y en principales medios de comunicación:  Yaipenes, Grupos 5, Bellas Bellas, y varios etcéteras. Nada de “que levante la mano quién no lloró por amor…” ni tonterías. Lo que escuché fue música muy melodiosa y pegajosa y tecno cumbia, sin duda, pero diferente. ¿Es que los ritmos tropicales tienen mejor sonido en la selva? Es posible. Lo que sí es cierto es que la letra no tenía que ver con despechos ni rencores, sino con amores y esperanzas. Algunas de esas letras eran adaptaciones de canciones originales de otros ritmos, y otras eran letras nuevas que yo jamás había oído. En pocas palabras, eran letras positivas y melodias contagiantes que brotaban a través de las ondas como el rocio en las plantas y el instante se volvió mágico, para configurarse en inolvidable.  ¿Por qué en la costa nos torturaron con las mismas canciones despechadas y lloriqueantes durante años con la tecno cumbia? Vaya uno a saber. Es como los noticieros...¿Se necesita tanta muerte y notas sensibleras en ellos? Nada. A las diez de la noche (¿o fueron las once?) la transmisión radial cesó (igualito que era en Lima y provincias hace algunos años) y hube de dormirme.


 A la mañana siguiente pude encontrar al señor Jaime Armas, responsable de Imagen Institucional de la municipalidad. Me atendió con absoluta amabilidad y respondió cada una de las preguntas que formulé (ya sabéis que anduve de preguntón aquellos días). Confirmó casi todas mis certezas y avivó algunas de mis dudas. Conversamos de las razas de ganado que se crían en la zona, cultivos, población, algo de historia. Al cabo de un rato parecía que nos conocíamos de siempre. Mientras hablábamos, en el auditorio municipal se realizaba un evento oficial con decenas de agricultores. El señor Armas tuvo la amabilidad de ofrecerme una impresión de un archivo digital con datos acerca de Codo. Para ello me remitió con la señorita Ruth Masgo, trabajadora de la municipalidad, que otra vez amablemente me recibió, hizo copia del archivo y sufrió un pequeño interrogatorio de mi parte sorteándolo muy bien. Me dio un par de consejos y nos despedimos.  Era hora de retornar, pero no tenía ni la más remota idea de que eso, en ese momento, no dependía de mi voluntad, sino de la naturaleza, otra vez. A las dos de la tarde tomé el vehículo hacia Pozuzo: Este me llevó a dar un par de vueltas por el pueblo recogiendo pasajeros y pude ver rostros que ya no iba a ver, también caer en la cuenta de que había hecho varias amistades y me llevaba conmigo un poquito de Codo. Luego, Adios, hasta la próxima vez.   

Día 4. Codo del Pozuzo, 27 de octubre del 2011

Continuará...

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