lunes, 10 de octubre de 2011

El Siglo de Steve Jobs. Los otros Steve Jobs

Jobs amante de la belleza. 


En su famosa novela El Alquimista, Paulo Coelho hace decir a uno de sus ancianos personajes: ¡Ya hay muchos que venden té por aquí¡ A lo que Santiago, el joven héroe autor de la propuesta vendedora  responde: Podemos vender té en jarras de cristal, porque lo que más seduce a los hombres es la belleza. En la ficción del brasileño la propuesta prosperó. En la realidad la belleza es uno de los pilares del éxito de Jobs. Todos los productos de Apple la incorporan en grado tal que avergüenza resignarse a menos. A diferencia de otras corporaciones y empresarios para quienes los plazos que las teorías administrativas imponen es lo más importante, Jobs esta construyendo una obra de arte con cada producto. Es el Miguel Ángel esculpiendo el David o el Moisés, es el hombre enfebrecido que busca la perfección de la belleza más allá de lo imaginable. Incansablemente. Si todos los hombres sabemos que lo que más nos seduce es la belleza, ¿cómo explicar que sólo Jobs hiciera de ésta cualidad característica irrenunciable en su fábrica? Jobs no se ata a la teoría académica, permite que triunfe su instinto y éste exige belleza.

1955 - 2011

 Jobs el trabajador



Jobs no descansa. Esta arrasado por su manía creativa. Por eso Robert Iger, presidente ejecutivo de Disney dijo como despedida la semana pasada "A pesar de lo que logró Jobs, parecía como si estuviera empezando (su carrera)" Como sabemos, en el discurso de Stanford les desea a los graduandos que “Sigan hambrientos, sigan alocados”. Jobs es el mejor ejemplo de esa máxima. Mientras Bill Gates crea el office o los Windows y se echa a dormir, Jobs tras su retorno a Apple crea los Imac, y con idéntica pasión crea el Ipod y luego se lanza a crear al Iphone cuya versión 4S ha recibido reservas por 1,6 millones  de unidades en solo dos dias. Jobs no cesa y crea el Ipad y encandila aún a los escépticos y críticos. Es un poseso enamorado de su trabajo como un ilusionista fantástico sacando conejos del sombrero. Se mantiene así, brillante y vibrante y espera la presentación del último producto de la compañía para recién morir, hambriento y alocado, hasta el minuto final.


Jobs el no graduado



Jobs respeta los títulos pero no les da más importancia de la que tienen. Abandona la universidad con miedo pero sin pena y sin mirar atrás marcha a la creación de su propia empresa. Sin obtener ningún título universitario recoge Apple de los escombros en que la deja el bribón titulado y traidor John Sculley. Al borde de la quiebra, con pérdida de 2,000 millones de dólares en 1996, la retoma en 1997 para llevarla en un lapso de tiempo bastante breve de 14 años a convertirse en la compañía de valorización bursátil más grande del mundo después de la Exxon Mobil, a la que eventualmente logra arrebatar temporalmente el primer lugar. Es el chico sin educación que da lecciones a los supercapacitados MBA de las mejores universidades del mundo. Es el hombre que en el 2,005 se cuadra ante el auditorio de Stanford compuesto por venerables maestros y sabios de negocios y estudiantes privilegiados de entre los más privilegiados de los EEUU, que lo observan alelados como el más importante y sencillo gurú de todos los tiempos, y él, Jobs, no los defrauda sino que les da una lección de vida y pasión y sabiduría. Pero también de misticismo y genialidad. 


Jobs el temerario



Es el joven líder de Apple de 28 años que en 1984 se atreve a desafiar al gigante azul, IBM, como David a Goliat, cuando les recuerda que “En 1958 IBM deja pasar la oportunidad de comprar a una joven compañía que ha inventado una nueva tecnología que llama Xerografía. Dos años después nace Xerox y IBM se ha estado pateando desde entonces.” Y continúa desafiándolos por los siguientes minutos hasta erigirse en el último bastión de libertad frente al gigante azul que desea para sí todo el mercado de la computación personal, después de haberla despreciado en 1,977 (cuando Apple creó la Apple II) por ser “demasiado pequeña para hacer computación seria”. Desafiante con una sonrisa en los labios, tiene la convicción en la mirada y en la sonrisa el carisma y el convencimiento en el instinto. Su compañía ya vale 3,000 millones de dólares pero él es un obseso alegre que no busca dinero como si busca crear cosas. Si Cristóbal Colón ha descubierto el nuevo mundo, Jobs ha inventado un mundo  nuevo. La computación personal inconcebible sin él, desdeñada por la IBM, alcanza madurez con el tiempo, creando además industrias paralelas. El planeta no volverá a ser el mismo después de la Apple II y Jobs, ni será el mismo sin él ahora que ha partido. Abajo, video del Jobs temerario desafiando a IBM




Jobs tirano



Ahora que ha fallecido se agrandan historias que lo pintan de tirano, de déspota. Se dice que a un ingeniero le espetó  “haz hecho una linda torta, ahora hazla de nuevo más pequeña”, refiriéndose a un producto. Y se dice también que a una chica que deseaba información de relaciones públicas de la empresa le respondió diciendo, “por favor, deje de molestar”. Y qué. Si lo anterior hace de Jobs un tirano, conozco empresarios que son los anticristos de los negocios, los Atilas del mundo empresarial. Nunca dicen a nadie lo que hicieron mal, ordenan el despido de personas sin titubear, jamás dan oportunidades. Jobs reconoció no ser un tipo fácil “mi labor es que la gente de lo mejor de sí” dijo. Y es verdad, Jobs no fue más exigente que cualquier supervisor de una fábrica, que se pasea con un imaginario látigo en las manos con la actitud de un gato que acecha al ratón, no fue peor que un capataz de construcción que debe ser más listo que todos sus obreros juntos. Jobs busca cambiar al mundo, no puede ser el tipo blando que algunos exigen mientras callan la verdad de otros. Debe exigir, retar a la gente, burlarse de ella para despertar el dormido amor propio. La reacción del personal de su empresa a su muerte, no es la de quienes han sufrido a un tirano sino de la de quienes pierden a un gran amigo. Y el reconocimiento de líderes empresariales, competidores acérrimos, políticos del mundo, es el mejor reconocimiento a su valía personal. No es un ser perfecto ni un santo, es un hombre que tiene sueños que materializar y se lanza en su consecución.

Pasarán los años y las décadas y se seguirá hablando de y estudiando a éste hombre excepcional en cuya época hemos tenido el honor de vivir. Y quizás en el futuro y considerando su legado en estos once primeros años, el presente sea conocido como el Siglo de Jobs. Gracias por todo Steve Jobs.

Pueblo Libre, 10 de octubre del 2011

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