domingo, 26 de junio de 2011

Ollanta Humala: El día después

Si obtener el triunfo en las elecciones del 5 de junio pasado fue para Ollanta Humala y su partido una tarea titánica, ésta es nada comparada con las tareas de gobierno que le esperan desde el 28  de julio (ó 29) y que comprenden una agenda propia que traen sectores de derecha e izquierda, buscando que nada cambie los unos, buscando cambiarlo todo, los otros. 

            Porque si bien son los sectores de la derecha los derrotados mayores de la elección del 5 de junio, ellos han hecho una sorprendente muestra de camaleonismo político, al pasar del espanto y guerra mortal al probable gobierno de Humala; a la exigencia al presidente electo de continuidad del modelo y de nombramientos de funcionarios a los que nadie los ha autorizado, que no sea su costumbre de mandones y jueces de lo que se debe hacer en el país. En la otra orilla tenemos fuerzas con exigencias diversas a las que la miopía o ignorancia de la derecha peruana engloba dentro de la etiqueta de “caviares” o “chavistas” (léase comunistas). Las exigencias de éstas últimas fuerzas van desde una mejor distribución de la riqueza y la inclusión de los sectores postergados por siglos, hasta la exigencia de no explotar recursos naturales como la minería o el petróleo en zonas cada vez más amplias del país.

La inclusión social no espera: en el 2010 murieron más de 60 niños por el frío en Puno
             Las expectativas de estos sectores son contrapuestos y el hilo que separa su cumplimiento muy tenue para no crispar al otro. ¿Qué pasará el día en que Humala o su gobierno cedan a otorgar una nueva concesión minera en zonas conflictivas? O por el contrario ¿Qué pasará cuando el nuevo gobierno declare libre de minería alguna zona del país deseada ávidamente por los capitales nacionales o extranjeros? Para no hablar de posibles investigaciones a funcionarios del gobierno saliente implicados en actos de corrupción, o aún al mismo presidente saliente, como bien ya se han apresurado a advertir que ocurrirá, algunos parlamentarios desde el humalismo y el toledismo. Y si investigar no se hiciera ¿No dejaría un sinsabor imprevisible en amplios sectores que esperan una lucha frontal contra la corrupción? Quizá la respuesta a lo que vendría la tenemos en las imágenes de las últimas horas donde mozalbetes sin DNI aún, retiran a empellones al director del colegio en que se educan, acusándolo de corrupto, al mismo tiempo que tenemos marchas en Huancavelica y Huánuco por conflictos universitarios que desde la capital peruana se ven  mínimos, pero que sin embargo paralizan ciudades y hasta departamentos enteros. 

            En lo que los peruanos parecen estar de acuerdo mayoritariamente es en la necesidad de continuar el crecimiento y acompañarlo de inclusión social. Es la carencia de ésta última la que en buena medida explica la derrota del centro político peruano, que aupado a la “bonanza” económica -signada en la capital peruana por la compra de camionetas todo terreno que asombran a foráneos- dio la espalda a un país en el que en el departamento de Puno, los niños mueren por decenas por el frio que como una dádiva combaten con colectas algunos medios de comunicación, frente a la pasividad, ceguera y desprecio del gobierno central, empeñado en levantar monumentos para embellecer Lima. Esto para no hablar de índices de desnutrición, calidad (o falta de ella) educativa, infraestructura y servicios básicos que no llegan a una población a la que se le dice o decía “No perdamos lo ya ganado Perú”, cuando en realidad no había ganado nada y más bien veía perderse su esperanza y su tiempo en una espera infructuosa. 

La sociedad responde con colectas, el estado silba
             Esa diferencia en la percepción es la base del problema. Mientras para las clases privilegiadas limeñas las 24 regiones del país deben esperar y contentarse con tareas como la de hacerle los taxis o prepararle la comida  o parcharle las llantas a los vehículos del personal de la compañía minera que se lleva a la capital las riquezas, esas poblaciones exigen igualdad de oportunidades en todo sentido, servicios básicos y participación de igual a igual en los beneficios de la bonanza. En esa perspectiva el limeño es visto como un invasor que despoja a los pueblos de la riqueza. Esta visión es la que se expresa en la votación en la que Ollanta Humala gana en 17 de 24 regiones y pierde con alguna claridad sólo en Lima.

            Satisfacer la continuidad del crecimiento económico deseado por las clases altas y medias peruanas (minoritarias pero influyentes) y lograr una inclusión social que haga a millones de peruanos sentirse parte de la nación que los exceptúa, será la clave del éxito o fracaso del gobierno de Ollanta Humala Tasso. La conversación con los empresarios de CONFIEP a pocas horas de su triunfo parece fertilizar el camino del entendimiento con ese influyente sector. La clave para satisfacer a tirios y troyanos podría ser esa, el diálogo. Mucho diálogo.

            Sin embargo es de vital importancia la conformación del equipo económico que acompañe al presidente electo. Es buena noticia el arribo de personas responsables de la economía durante el mandato del ex presidente Toledo. Ellos deberían poner la cuota de pragmatismo y sensatez macroeconómica, pero deberán hacerlo en concordancia con el equipo económico de Gana Perú, el cual no puede ni debe olvidar que la viabilidad del país pasa por la prometida inclusión social que esperan millones y no puede demorar un día más.  

San Isidro, 22 de junio del 2011


PD: El tema del presente post, escrito a solicitud de un amigo

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